My Medical Romance

005-Teléfono fuera de Servicio

La última vez que hablé con Demian fue el 30 de septiembre, justo después de un largo y agotador día de trabajo. Mis piernas dolían como nunca, todo mi cuerpo parecía reclamar por el exceso de pedaleo, pero había dejado mi bicicleta en el patio y me disponía a entrar a casa cuando recibí una notificación. Era una llamada de Demian. Sonreí al ver su nombre en la pantalla y contesté, sintiendo cómo el cansancio del día comenzaba a desvanecerse.

La conversación fluyó con naturalidad, como siempre. Lía estaba en la mesa, concentrada en su tarea, mientras que Rachel, tumbada en el sofá, veía un documental con los ojos entrecerrados. Me quité la bata y la dejé en mi habitación antes de salir por la puerta trasera.

—Bunny, ¿dónde estás?

—Estoy de camino al parque donde tuvimos nuestra primera cita. ¿Por qué? —respondí, extrañada por su pregunta.

—Solo curiosidad. Cuando llegues allí, llámame de nuevo, ¿de acuerdo?

—Está bien.

Colgó de inmediato, y yo aceleré el paso hacia el parque. La tarde aún tenía luz, pero las calles ya estaban casi vacías. Había algo en su tono que me llenaba de expectativa, como si supiera algo que yo no. Apenas me senté en una banca, el teléfono volvió a sonar, como si me hubiera estado observando desde algún lugar.

—Bunny —dijo con una risa traviesa—, quería decirte que en unas semanas te llegará un paquete.

—¿Un paquete? ¿Qué es? —pregunté, sorprendida.

—Es una sorpresa —contestó, riendo de nuevo—. Y tengo otra noticia importante. ¿Sabes dónde estoy ahora?

Mi corazón dio un salto.

Por favor, que esté en un vuelo de regreso o que aparezca de repente entre los arbustos y me sorprenda con una visita inesperada, pensé.

Pero en ese momento, el universo parecía dispuesto a aplastar cualquier fantasía que tuviera.

—Estoy de camino a la bodega del hospital —dijo, casi eufórico.

—¿La bodega? —respondí, confundida—. No entiendo.

No veía cómo ese detalle podría tener relevancia, pero algo en su tono me decía que estaba a punto de soltar algo grande.

—Ayer me informaron que se abrieron vacantes en el área de cardiología —soltó, y de inmediato mi mente se puso alerta—. Estoy arreglando tu transferencia. Ahora que estás más preparada y tengo buena relación con mis superiores, puedo convencerlos fácilmente para que te traigan aquí, conmigo.

Mi corazón dio un vuelco.

—¿¡De verdad!? —grité, sin poder contener la emoción.

Me levanté de la banca y comencé a saltar, mis gritos llenaron el aire. No podía creerlo. La ilusión, el brillo, la energía que habían escapado de mí con su partida parecían regresar de golpe.

—Pero, espera… ¿por qué estás en la bodega? —pregunté, aun sin entender la conexión.

—La secretaria nos mandó a mí y a unos compañeros a buscar cajas con todo el papeleo. Hay un montón de gente que quiere traer a conocidos al hospital, y como la red se cayó, haremos todo manualmente—me explicó, casi riéndose del caos que estaba describiendo.

—¿Será difícil la competencia, verdad?

Demian rió suavemente al otro lado del teléfono.

—Podría ser, pero tú tienes algo que ellos no: a mí. Haremos lo que sea necesario para estar juntos.

En ese momento, sentí que, por primera vez en mucho tiempo, nuestras metas y nuestros destinos se alineaban de nuevo. Esa prueba de amor parecía haber sido superada.

—No te lo niego, cada día es un reto nuevo. Aprendes cosas que jamás imaginaste, y algunas parecen imposibles de superar. Además, te encuentras con todo tipo de personas, con las que tendrás que aprender a lidiar. Pero sé que lo superarás, Bunny. Confío en ti con todo mi corazón —la voz de Demian era un bálsamo, sus palabras envolviéndome con esa seguridad que siempre me daba.

—Es increíble... Muy pronto volverem... —comencé a responder, pero un sonido distorsionado interrumpió su voz desde el otro lado de la línea.

—Espera, Bunny. Creo que algo sucedió. Voy a revisar... Te llamo en un rat... —dijo, pero de nuevo el ruido distorsionado apareció, seguido del corte abrupto de la llamada.

Me quedé mirando la pantalla de mi teléfono, incrédula. Intenté volver a llamarlo de inmediato, pero aparecía ocupado. Fueron cuarenta minutos de intentos fallidos, tratando de comunicarme con Demian. Incluso llamé a uno de sus amigos, pero nadie contestaba. La red telefónica estaba caída y, para mi sorpresa, el teléfono principal del hospital tampoco funcionaba.

El cielo se oscureció rápidamente, el viento comenzaba a soplar con fuerza, arrastrando las hojas secas por las calles casi desiertas. Poca gente caminaba ya en el mercado, pero de repente, todo el mundo parecía correr hacia un mismo lugar. Mi atención se centró en un puesto de aparatos electrónicos, donde la gente se arremolinaba, sus rostros llenos de preocupación y desconcierto. Algo no estaba bien.

De pronto, vi a la abuela de Eddie, una mujer mayor que corría entre la multitud, gritando y llorando, abriéndose paso a golpes desesperados. El miedo se apoderó de mí y, sin pensarlo, corrí hacia el puesto. Al llegar, intenté ver por encima de las cabezas que me bloqueaban la vista. El murmullo ansioso de la multitud me llenaba los oídos, pero algo dentro de mí gritaba que no era solo eso, que había algo más profundo en el ambiente.




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