My Medical Romance

009-Convertirme en un todo

—Dime que nos equivocamos de lugar o que esto es una broma de cámara escondida.

Llevábamos quince minutos barriendo, mientras Gaena empujaba dos cajas repletas de envases de plástico fuera de la habitación.

—Ya te lo dije tres veces, y no porque lo repita una cuarta las cosas van a cambiar —respondí, abriendo la única ventana para dejar salir todo el polvo acumulado.

—Estoy tratando de recordar quién me dijo que las habitaciones estaban bien —dijo, claramente cansada—. Quiero enviarle un correo invitándole amablemente a que se muera.

Ignoré su comentario, ya que el sudor no me dejaba pensar con claridad. La habitación, aunque era totalmente nueva y muy amplia, parecía haber sido ocupada por residentes y doctores días antes; la evidencia eran las cajas de cerveza y comida que inundaban el lugar. Daysi Scott había encontrado incluso una caja de condones abierta debajo de su cama, lo que nos obligó a cambiar las sábanas de todos los colchones.

Tras terminar con la mayor parte de la limpieza, nos dedicamos a desempacar nuestras maletas. En la habitación de paredes celestes había espacio suficiente para una litera y una cama individual, tres compartimientos para ropa y una pequeña mesa con una lámpara de noche color beige. También había una ventana rectangular algo grande detrás de los respaldos de las camas.

—¿Cómo fue que descubriste que querías ser cardióloga? —preguntó Gaena de la nada.

—Mi mamá murió cuando mi hermana menor nació, por algunas complicaciones. Y mi hermana nació con una anormalidad en su corazón, así que mi papá me alentó a estudiar esto para ayudarla si lo necesitaba —dije mientras guardaba mi ropa.

—Cielos, ¿pero ella está bien?

—Toma su medicamento, lleva una dieta y vida muy estricta. Salvo eso, supongo que está muy bien.

Gaena se levantó para colgar sus camisetas y batas en el primer ropero al lado de la puerta.

—Supongo que esa es la razón por la que viniste a "W".

—Sí —respondí de manera breve—. El medicamento es muy costoso, al igual que su tratamiento, así que necesitaba con urgencia este trabajo. También tengo otras deudas que pagar.

—¿Quién te recomendó?

—Directo a la junta, nadie —comenté. Aquello provocó cierta incomodidad en la asiática—. Pero en la base de W, mi superior Fausto Port de NYMH fue mi asesor todo el año que estuve allí.

Recordarlo me hizo sonreír automáticamente. Fausto Port había sido el mejor superior en toda mi estancia; no solo era un jefe estupendo, sino que todas las doctoras e internas contábamos con su apoyo en temas de acoso o desigualdad. O bueno, solo no cuando se trataba de su hijo Samuel.

—Tuve la suerte, o la desgracia, de ayudar en el incidente del puente Rush, y ahí, de alguna manera, sobresalí sobre los demás.

—Cielos, no sé si decir que fue buena suerte o no.

Resople con una risilla ante su comentario, Gaena me contó que Hank Jiaan realmente era su tutor legal y no contaba con más familiares aparte de él, ya que era adoptada; compartía el sentimiento de no saber si la oportunidad se nos fue dada por suerte o no, puesto que las cosas para ella marcharon mejor tras la muerte de sus padres y su hermana. Era muy chica, así que no recordaba mucho.

Parecía ser una niña genio o algo parecido, además de ser joven y estar graduada, sacó una gran carpeta llena de papeles con sus certificados, cursos y permisos de especialización.

—¿Acaso ese chico no planea venir a ayudar? — dijo Gaena mientras sacudía un tapete lleno de polvo.

—¿Hablas del tercero?

—Si, ¡no es justo que nosotras estemos limpiando mientras él tal vez está descansando!

—Iré a ver si está en la sala de juntas, quédate aquí por si se aparece.

—Está bien —dijo con un tono de fastidio.

Había salido de la habitación en dirección opuesta a la del chico que buscaba fervientemente la habitación doce. Cuando se convenció de que era aquella en donde la asiática sacudía con desenfreno la cama, no dudo en entrar.

—Disculpa, ¿Tu eres Daena? — preguntó alguien en la puerta.

—Es mi compañera de cuarto, ¿tú quién eres? — contesto molesta. Había declarado que odiaba limpiar, y sin duda no bromeaba.

—Soy Edward, su compañero de habitación —El pelirrojo de pecas alzo la mano esperando estrechar la de Gaena—Lamento haber llegado tarde, pero mi superior no me dejaba salir de su oficina y después me perdí en todo el lugar— se excusó cabizbajo.

—No está en la sala de juntas así que...

Me detuve al ver la espalda del chico en la entrada, Edward se dio la vuelta dejándome ver completamente su cara, aquella cara la cual me trajo miles de recuerdos pasados y sin duda no había olvidado.

—¿¡Conejo Song?!— gritó el chico.

—¿¡Eddie!?

Eddie dejó caer su maleta a un costado y me recibió con los brazos abiertos, lo abracé con fuerza y un recuerdo fugaz de nuestra graduación se coló en mis pensamientos.

—¿Ambos se conocen? — preguntó Gaena.




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