El centro comercial más cercano se encontraba a veinte minutos de la escuela, y quince si ibas en autobús, y en diez si contabas con automóvil. Y como ninguno de los dos contábamos con un carro, y nos estábamos muriendo de calor como para caminar, decidimos tomar el transporte. Sin duda, la escuela no había planeado bien aquello, y mucho menos las tiendas de comestibles. Nosotros no éramos los únicos afectados, sino también otras familias que vivían en las costas, y un par de hoteles.
Nos encontrábamos en el autobús, yo iba sentada y Kyle estaba parado, frente a mí. El transporte estaba a reventar, entre estudiantes, trabajadores, y otros usuarios, entre los que destacaban los turistas perdidos; una pareja, que se encontraba de pie a unos cuantos asientos de nosotros, se estaban peleando; la chica le reclamaba que debieron de haberse bajado hace tres paradas, mientras que él no le prestaba atención mientras buscaba en su teléfono la dirección. Aun recuerdo la primera vez que utilicé el autobús aquí, al igual que ellos me perdí, intentando llegar a la plaza, para poder hace mi compra por primera vez sola. Regresé sin comida y tarde. Nunca di con la tienda y me costó trabajo recordar cómo llegar a la escuela, por suerte llegué antes del toqué de queda.
–¿Alguna vez te has perdido? –pregunté.
Kyle bajó la cabeza, para poder verme mejor. Negó con la cabeza.
–Para evitarme lo mismo que ellos–los señaló con un movimiento de cabeza– me aprendí la ruta que debía seguir de la escuela al centro comercial, a la papelería y otros lugares que quisiera visitar.
Me reí.
–¿En serio? –pregunté. Él asintió, orgulloso. Yo no podía creerme lo que estaba diciéndome–. ¿Cuánto tiempo te llevo aquello? –pregunté, intentando esconder mi burla.
–Tres meses. Al principio no salía de la escuela, mis padres me traían las compras. Mi madre tenía miedo de que me perdiera en una ciudad en donde nadie me conocía–se explicó el chico, yo asentí, lo entendía, mi madre era igual–. Por eso me tuve que aprender de memoria el mapa del autobús, cuando lo hice tuve que recitárselo de memoria a mi madre; incluso me preguntó que rutas debía tomar en caso de que la principal se encontrara bloqueada.
–Yo tuve que aprender a la mala. Me perdí la primera vez que intenté hacer mis compras, regresé a la escuela casi dos horas después, no recordaba cómo llegar–dibujé una mueca.
–Por lo menos no te quedaste durmiendo afuera–intentó consolarme el chico.
Lo miré, curiosa.
–¿Alguna vez tú has tenido que quedarte afuera?
–Una vez, en mi segundo año. Fui a la playa con unos amigos, la recorrimos, y para cuando regresemos la reja estaba cerrada, habían pasado dos horas desde el toque de queda, no sólo recibiríamos un regaño por parte de nuestro prefecto del edificio, sino también de la señorita Sherwood y de la directora, así que buscamos un lugar donde pasar la noche.
Lo miré con los ojos entrecerrados.
–Estás mintiéndome–susurré. Él negó–. Es que eso suena muy… ¿seguro que no lo viste en una película y estás queriendo sorprenderme? –alcé una ceja.
–¿Por qué querría hace eso? –me regresó el gesto–. ¿Olvidas que estoy evitando decir tonterías por un día? –y yo me sentí realmente torpe al decir aquello. No pude evitar sentir como el color subía por mi rostro, quemándome, como lava–. Sé que suena como algo inventado, pero si no me crees puedes preguntarle a Alyssa.
«¿Alyssa?». Ese nombre me sonaba, pero no sé de dónde, así que busqué dentro de mi cabeza, el expediente en donde guardaba la información sobre esa chica. Un breve vistazo de una rubia, pero aun así no lograba recordar en dónde la había visto.
–Alyssa–susurré sin darme cuenta.
–¿Ya no la recuerdas? –preguntó el chico. Lo miré.
–Disculpa. ¿Me la habías presentado?, ¿es tu novia? En verdad lo siento, pero no recuerdo…
Mi voz se fue apagando lentamente conforme las palabras iban saliendo. Mientras hablaba la imagen completa de la chica se había formado en mi mente, y logré recordar quién era y en dónde la había conocido. Era la amiga de Kyle, había estado aquella noche que yo… ¡Dios, pero que humillante!
–Lo siento–volví a disculparme, mientras me apartaba el cabello de la cara–, ya la recuerdo–sonreí un poco–. Es tu amiga, me la presentaste el sábado… Es muy agradable–agregué, en un intento de arreglar la tontería que había dicho hacia un momento–. Se nota que son muy cercanos…
«Y quizás yo deba cerrar la boca». Cerré mis labios de golpe, apretándolos y formando una línea, para así evitar que pudiera decir alguna otra estúpides que terminara hundiéndome más. Si Kyle no decía tonterías era yo quien tomaba su lugar. «Dios, ¿para que me diste la bendición del habla si únicamente digo tonterías?». Quería que el autobús parara, para que yo pudiera bajarme corriendo y recorrer el tramo que quedaba hacia el centro comercial sola. Hubiera sido mejor si nos quedábamos en silencio, no hay nada de malo en no querer entablar una conversación con los demás, pero me sentía rara teniendo a Kyle a un lado de mí, callado y viendo el paisaje a través de la ventana. Y no sólo estaría humillándome con el chico, sino también con el pasajero que está a un lado de mí, si tan siquiera no estuviera en su quinto sueño.