–Vamos cariño, muéstrame las fotos–me pidió mi madre.
La verdad había estado evitando mandar las fotos del baile al grupo familiar por temor a que mi madre me preguntara porqué Ellie no salía en ellas. No sabía por cuanto tiempo más aguantaría mantener esto oculto, aún no pensaba en una excusa que dar para cuando fuera el concierto de bienvenida, el cual era en tres días.
–Te las mando en un momento, estoy haciendo mi cena…–me arrepentí de haber dicho aquello en cuanto vi el rostro de mi madre.
Eran las once de la noche, estuve dentro de mi cuarto alrededor de dos horas, esperando a que Kyle entrara al suyo y yo pudiera estar sola en la cocina preparando mi cena. Durante ese tiempo claro que me había dado hambre, mi último alimento había sido una barra de chocolate que comí antes de entrar a mi práctica.
–¡Kassia Hayes! –me riñó–. Primero no contestas el teléfono hasta después de casi tres horas y ahora te saltas comidas. ¿Te acuerdas de cuál fue la condición con la que te dejemos ir?
Hice una mueca al ver como era que se había puesto.
–No grites, despertarás a papá.
–Cuando tu padre duerme no hay poder en la tierra que lo despierte. Además, estoy en la sala. Me tienes despierta esperando una llamada o mensaje tuyo.
–Lo siento mamá, tuve práctica y después… pasé a la casa de Vick a realizar algunas tareas y se me pasó el tiempo. Cuando llegué ya no tenía batería en el teléfono y puse a cargarlo.
Era obvio que no se tragaba aquel cuento, pero no quería discutir, así que lo dejó pasar. Me preguntó que era lo que iba a comer, después me cuestionó por las clases, y me contó lo emocionada que estaba por ir a la academia el sábado, me comentó los planes que tenía para salir en familia: las actividades que quería realizar, a donde pretendía ir a comer, y además me dijo que me traería un par de cosas más que de seguro me hacían falta; como toallas, un juego de fundas nuevas para almohadas, despensa, entre otras cosas.
–Te dejo mamá, terminaré de comer y después me iré a la cama. Descansa, te quiero.
–Yo también te quiero mi vida, nos hablamos mañana. Y no te olvides de mandarme las fotos. Adiós–me aventó un beso a través de la pantalla y yo me despedí de ella por última vez con un gesto de mano.
Solté un suspiro cansado. Este día había resultado ser más agotador de lo que yo pretendía que fuera. Entre la situación con el cotilleo de la foto y lo que había sucedió hacia unas horas con Kyle, sentía como una carga pesada se instalaba en mis hombros, la cual poco a poco iba robándome mi energía.
Hacía solo unos minutos tenía un hambre mortal, pero ahora que me he sentado a reflexionar las cosas, el apatito a desaparecido, como si este nunca hubiera existido.
Me cuestioné muchas cosas. ¿Había sido una estúpides como reaccioné ante lo que el chico me dijo? ¿Por qué me importó demasiado? Es decir, él sabía que su amiga había subido la fotografía, y sé que Kyle no imaginó que aquella foto pudiera sacarse de contexto, además está claro que se pondrá del lado de la chica, siempre lo hará. Si Vick estuviera en la misma situación, yo también la defendería a capa y espada. Pero ¿por qué ocultarlo? Si me lo hubiera dicho quizá no me habría molestado tanto como ahorita… A quien quiero engañar, probablemente hubiera actuado de la misma forma, un poco más moderada, pero igual.
«¿Por qué tenemos que crecer? ¿En qué momento dejamos de ser niños preocupados por ver la televisión a ser casi adulto preocupados por la vida?».
–Bueno, y ¿hablaste con Kyle? –preguntó Vick mientras revolvía con un tenedor la ensalada Caprese que había comprado.
Estábamos sentadas en las bancas que se encontraban en el jardín. El día estaba precioso, el clima era caluroso, pero no agobiante, el aire soplaba moviendo la copa de los árboles y jugaba con nuestro cabello, despeinándolo. El ambiente olía a brisa marina junto con el aroma a pasta primavera y los raviolis que yo había ordenado.
Ellas no se habían enterado de nada. Sé que puedo contar con las chicas para estos casos, y que ellas estarán de mi lado, pero expresar en voz alta que había discutido con Kyle porque me daba miedo que los demás supiera que éramos compañeros de habitación, como si no sospecharan algo ya, me daba demasiada vergüenza.
Después de nuestra charla de anoche, no pude evitar ver lo patética que había sido. Había peleado por algo que sabía que no tenía fundamentación, claro que era consciente ante la idea de que los vecinos habían notado algo respecto al vernos salir a Kyle y a mí de la misma casa –y lo que más me sorprendía es que no hayan hablado de ello, aún–, pero aun así no deseaba que el resto de los estudiantes se enterase.
–Mmm, sí.
Un silencio se instaló entre nosotras. Uno que se llenó con las risas de los demás estudiantes, los gritos de pedidos listos, y la música de aquello chicos que practicaban bajo la sombra de los árboles.
–Y ¿bien? –la pelinegra hizo un gesto con la mano de querer saber más–. ¿Qué fue lo que pasó?
–Pues hablamos… Me preguntó como me sentía, le dije que algo extraña–mentí, aunque no era en cuanto a cómo me había sentido, sino en cómo se habían dado las cosas–, y así.