Kyle
No quería parecer un cobarde, mi intención no había sido salir corriendo del lugar, dos veces, pero necesitaba mi espacio. Sus preguntas me habían tomado por sorpresa, y de no haber sido por las estúpidas banditas, habría echado todo a perder.
No era tiempo para confesarme, quería hacerlo desde hacia meses, pero no puedo hacerlo ahora, si lo hago, la asustaría, ¡estamos viviendo juntos! Lo que menos necesita ahora es saber que me gusta… De sólo pensar en el pánico que sintió cuando se enteró de que seríamos compañeros, me sentí realmente mal al verla, fue como recibir una patada en el estómago. Por un momento pensé que su reacción era hacia mí –aunque en parte lo era–, olvidé el correo y la situación en la que nos encontrábamos, y guardé la felicidad que sentí al verla.
Intenté hacerla sentir mejor, relajada, que se diera cuenta de que no había nada que temer. Sabía que era lo que la había orillado a pedir el cambio de habitación, todos conocíamos esa historia. No quería que pensara en mí como una nueva amenaza. La primera noche pensé en pedir un nuevo cambio, así que, al día siguiente, antes de que empezara la jornada de bienvenida, me acerqué a la señorita Sherwood, preguntándole cual era la posibilidad de encontrar un nuevo compañero de habitación.
–Vaya, ¿con qué ustedes son compañeros? –aquello pareció divertirle un poco–. Ayer Kassia vino solicitándome lo mismo, y me temo, Kyle, que no hay nada que yo pueda hacer–una pequeña mueca se dibujó en su rostro–. ¿Qué es lo que te molesta?
–Nada. Es sólo que no quiero hacerla sentir incómoda, ya sabe, con todo lo que sucedió con Ellie, lo último que quiero que piense de mí es que soy un acosador o algo parecido.
La señorita Sherwood puso una mano sobre mi hombro para hacerme a un lado, en lo que pasaban dos hombres con el pódium.
–Descuida. Sé que ella tiene miedo, es normal después de su situación, pero puedes ayudarla. Intenta hacerle entender que no hay nada que temer contigo, que no serás como Ellie, sé que lo lograrás, tienes el don de caerle bien a todo el mundo. Ella sólo necesita confiar de nuevo en la gente, y aunque la confianza es algo que toma tiempo, sé que se llevarán bien–me guiñó un ojo.
Y eso fue lo que hice, intenté actuar como yo mismo, hacerle entender que yo no pretendía algo más, pero de vez en cuando no podía evitarlo y coqueteaba con ella… Es sencillo cuando se trata de Kass, y me encantaba ver como se sonrojaba, porque sabía que, si las cosas fueran al revés, yo también me podría como ella.
Cuidaba de ella, sentía que era una tarea no asignada por alguien. Claro que me molesté cuando se besó con Cameron, quizás no tanto por el beso –a quien engaño, me dieron celos–, ella tiene derecho a besarse con quien quiera, pero no sabía que podía pasar si dejaba que se fueran. No es que desconfíe de él, pero sé que hay algo que Aly no ha querido decirme…
De las veces que la he visto llorar, sólo quiera abrazarla y buscar la manera en que su llanto cese, cortar de raíz aquello que le hace sentir dolor… No me gusta ver llorar a las personas en general, porque no sé que hacer para que paren, no conozco las palabras de aliento que debo decirles, ni muchos menos cómo es que debería actuar, y fue así como me sentí cuando estábamos en el autobús y nos encontramos con Ellie. Verla derrumbarse en cuestión de segundos fue extraño, ver como sus ojos se llenaban de lágrimas, sus manos temblar ligeramente, y como dejaba de respirar fue algo que me llenó de pánico, sentía que se desmayaría, que caería ahí mismo, presa del coraje, el dolor y el miedo. Y aunque en un principio no sentí que mi abrazo le sirviera de mucho, ella se sintió en verdad agradecida.
Quería decirle, claro que quería hacerlo, carajo. Planeaba hacerlo la noche del baile, llevaba meses escondiéndolo, y creía que, si ella lo sabía, podría estar en paz, pero cuando la vi hablando con Cameron, lo feliz y tranquila que lucía, comprendí que yo no encajaba, ni encajaría en su vida de aquella forma, para ella yo sólo era Kyle, su molesto y odioso compañero de habitación, y aquello me bastaba… Hasta hoy, que me preguntó si coqueteaba con ella o no. ¿Soy demasiado obvio? Lo más importante, ¿aquello le molestaba? Cuando le dijo no lucia molesta, triste o incómoda, sólo… curiosa. Creo que jamás olvidaré el profundo de sus ojos mientras hablaba, me absorbió por completo, empapándome de aquel color avellana.
En ese momento, teniéndola así de cerca, quería besarla, en verdad quería hacerlo, pero tuve que contenerme, no podía acercarme a ella tan brusco, por eso hui. Tenía que salir de ese lugar antes de que perdiera la cabeza. Creía que convivir con ella sería algo bueno, una forma de tenerla cerca sin decirle lo que sentía, pero no creo que pueda soportar más tiempo estando así con ella.
Metí mi mano en el bolsillo del pantalón en búsqueda de mi teléfono, pero en su lugar me topé con la caja de los curitas que había comprado. En serio lo había hecho, y lo peor de todo es que había escogido los más absurdos que había en la farmacia, unas banditas infantiles, color rosado, con estampado de pequeñas hadas, coronas y princesas. Pensaba que dárselas a modo de broma destensaría un poco la situación y las cosas quedarían olvidades, es decir, el hecho de que yo salí corriendo, porque lo vi en su cara, cuando esta se transformó en confusión. Pero, cuando regresé ella no estaba, ni siquiera el kit de emergencia que había sacado del baño. Debí de haberme tardado demasiado en la farmacia como para que se desesperara…