My Stupid Crush

Capítulo 1

Capítulo 1 | Compañero de problemas

Terry

La profesora está diciendo algo. Mueve los labios, entonando palabras que no me alcanzan. Hace gestos y abre mucho los ojos cuando quiere dar énfasis a la lección de la que tampoco estoy del todo enterado.

En lo único en que puedo pensar es en que, justo a mi lado, está sentado Li Siú.

Dios, si tenemos en cuenta las pocas veces en las que ambos hemos podido estar cerca sin que él sienta la necesidad de degollarme, quizá esta sea la primera de todas en las que no lo ha intentado, todavía.

Puede que todo sea por culpa de lo que sucedió el día anterior en la clase de la profesora Roberts, pero de todas formas estoy muy agradecido por la oportunidad. Me atreví a decírselo; ella lo tomó como una broma y me dejó el resto de la tarde en detención, nadando en una nube perfecta de felicidad de la que no pude bajarme en horas.

El caso es que, durante la clase de inglés de ayer, se nos anunció que el proyecto de este año sería escribirles cartas a un compañero con el que compartiéramos el último dígito del DNI.

Por casualidades que solo Satán entiende, Siú y yo compartimos el cinco.

Nada más nosostros dos de una treintena de estudiantes, terminamos en cinco. ¡Y eso que él es extranjero! ¿No le pudieron contar el serial del pasaporte o el de la visa? ¿Cómo pude yo recibir tal bendición? No tengo la menor idea, y eso que me he pasado toda la noche pensando en lo mismo.

Sin embargo, no todo fue color de rosa desde el principio…

—¡No pienso hacerlo! —el grito de Siú bien pudo haberse escuchado en toda la escuela, hasta la profesora Roberts se sorprendió de su reacción, sobre todo por el hecho de que él no es de el estudiante más participativo de todos.

Una amarga sensación me subió por la garganta y tuve que apretar mi libreta contra el pecho, ocultando la hoja en la que ya estaba preparado un encabezado para la carta que, se suponía, debía escribirle a Siú. Traté que la decepción no se me notara, así que clavé la mirada sobre la superficie lisa de la madera, imaginando cómo sería si cayera un meteorito sobre todos nosotros.

¡Bum! Una tragedia total, pero mi humillación se hubiese calcinado entre los escombros junto conmigo y el enojo que denotaba Siú por algo tan banal como un proyecto de inglés.

La profesora Roberts, que es una mujer menuda y muy mayor para seguir ejerciendo la carrera de enseñanza ya que está ciega de un ojo —si te sientas del lado derecho del salón puedes dormir sin que te pille—, se acercó hasta la mesa que ocupaba Li Siú, quien tenía el rostro teñido de un intenso color carmesí y se aferraba con fuerza al borde de su escritorio.

—¿Ocurre algo malo, joven Li?

Siú asintió con tal vehemencia que pudo haberse roto el cuello.

—No tengo nada bueno que decir sobre Dawson. Lo siento mucho, profesora, pero me niego a escribirle cartas a él.

Fue un golpe bajo, lo admito, pero no podía permitir que nadie más se diera cuenta de lo mucho que me dolieron sus palabras, por lo que usé mi mejor escudo y bufé con indiferencia, llamando la atención de todos.

Los oscuros y rasgados ojos de Siú se posaron sobre mí como armas y por un instante mi resistencia flaqueó. Su cabello teñido de castaño claro y perfectamente peinado a un lado dejaba en evidencia su entrecejo fruncido. No solo estaba molesto, sino que tampoco tenía intenciones de ocultar que era de ese modo. Pero, ¿cómo algo así podía sorprenderme si él es mi hater número uno en todo el país? Claro, también puede ser de todo el universo, aunque en ese aspecto quiero ser más optimista.

Alguien debe odiarme más que él, solo que no lo conozco, lo único que sé es que existe.

—¿Y es que acaso crees que yo sí tengo algo bueno que decir sobre ti? —repliqué con tono mordaz. Incluso sonreí como un idiota en cuanto el resto de la clase comenzó a vitoriarme, como si hubiese logrado una gran hazaña.

Todos en la preparatoria —y hablo de forma literal—, están al tanto de la enemistad entre mi compañero de clases y yo. Somos un puto cliché. Hay quienes nos usan como ejemplos sobre cualquier cosa que tenga que ver con el odio más puro y visceral que se puede llegar a sentir.

Si tan solo supieran lo que en serio siento por este chico, lo más probable es que sus cabezas estallen. Eso tampoco me hubiese caído mal en ese momento tan incómodo, aunque seguía prefiriendo lo del meteorito.

En muy pocas ocasiones Siú y yo nos enfrentamos. Él vive en su mundo, rodeado de cámaras y marcas publicitarias, y yo en el mío, donde me la paso entrenando en la piscina de la escuela junto al resto del equipo de natación.

Nuestros horarios casi no coinciden, no compartimos ni un solo amigo en común, ni siquiera vivimos en la misma zona.

Sin embargo, no podemos vernos sin chocar. O él me lanza una mirada recelosa o yo digo algo para herir su ego. Es siempre de ese modo: un juego de nunca acabar. Y es triste, porque nada de lo que suelo decirle en voz alta es lo que realmente pienso. Todo lo contrario, me cuesta tanto inventar alguna frase ingeniosa que suelo recurrir a Emma para que lo haga.

Siempre dispuesto a mentir, a defender a capa y espada algo que no me ayudará a acercarme a él, haciendo todo menos gritarle de frente que me parece el ser humano más excepcional que existe, resistiendo las ganas que tengo de besarlo como tantas veces he hecho en mis mejores fantasías, esas en la que no me odia, en las que me dedica siquiera una sonrisa.




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