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Después de años de vivir en automático, Mateo se dio cuenta de que había llegado a un punto de inflexión. Su vida había sido una serie de hábitos y rutinas, sin propósito ni dirección clara.
Una noche, mientras caminaba solo por la ciudad, se detuvo frente a un reloj antiguo. Las campanas de la torre comenzaron a sonar, y algo dentro de él cambió.
Mateo se dio cuenta de que había estado viviendo la mitad de su muerte, en lugar de la mitad de su vida. Había estado tan enfocado en sobrevivir que había olvidado vivir.
Al día siguiente, Mateo decidió hacer cambios drásticos. Dejó de fumar, comenzó a comer saludablemente y se inscribió en un gimnasio. Quería recuperar su vitalidad y encontrar un propósito.
Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no era fácil. Los demonios del pasado lo acechaban, y las heridas no sanadas aún dolían. Pero Mateo estaba decidido a no dejar que lo definieran.
Comenzó a medir cada golpe de suerte, a valorar cada momento. Dejó de ser un soñador y se convirtió en un hombre con un plan.
La gente a su alrededor notó el cambio. Algunos lo criticaron, diciendo que había perdido su misterio, su chispa. Pero Mateo sabía que había ganado algo mucho más valioso: una vida auténtica.
A medida que pasaban los días, Mateo se convirtió en un aprendiz de sí mismo. Aprendió a aceptar sus debilidades y a encontrar la fuerza en sus vulnerabilidades.
Y cada mañana, cuando las campanas sonaban, Mateo recordaba que tenía una nueva oportunidad para vivir la mitad de su vida.
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Editado: 16.11.2024