La Ausencia que Duele

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La habitación estaba vacía, salvo por los recuerdos que pendían en el aire como telarañas. Ella se sentó en el sofá, rodeada de silencio, y dejó que su mirada vagara por los rincones que una vez habían compartido. Cada objeto, cada detalles, era un recordatorio de lo que ya no estaba.

Se preguntó cómo había llegado a este punto. ¿Cómo había pasado de tenerlo todo a tener nada? La distancia lo había separado de ella, y ahora él estaba en otro lugar, viviendo otra vida.

Ella recordaba los dias que habían pasado juntos, las risas, las conversaciones que duraban hasta el amanecer. Recordaba la forma en que él la miraba, la forma en que la hacía sentirse. Y ahora, todo eso era solo un recuerdo.

La soledad la consumía, y su corazón latía con un dolor que no cesaba. Se sentía perdida, sin rumbo, sin dirección. ¿Qué hacer cuando el amor se va? ¿Cómo seguir adelante cuando el corazón está roto?

Se levantó del sofá y comenzó a caminar por la habitación, buscando algo que la distrajera de sus pensamientos. Pero nada parecía funcionar. Cada paso que daba la llevaba de vuelta a él.

Finalmente, se detuvo frente a la ventana y miró hacia afuera. La ciudad estaba viva, llena de gente que vivía, que amaba, que reía. Y ella estaba allí, sola, con su corazón destrozado.

Sintió un nudo en la garganta y las lágrimas comenzaron a caer. Lloraba por lo que había perdido, por lo que nunca tendría de nuevo. Lloraba por él.

Y entonces, sin saber por qué, tomó su guitarra y comenzó a tocar. La música fue su refugio, su manera de expresar el dolor y la nostalgia que sentía. Cada acorde, cada nota, era un grito desesperado por él.

Tocó durante horas, hasta que las lágrimas se secaron y el dolor se convirtió en una tristeza profunda. Pero incluso en la tristeza, había una sensación de paz. Sabía que había hecho todo lo que podía, y que ahora solo quedaba esperar.

Esperar a que él regresara, o esperar a que su corazón sanara. No sabía cuál sería el resultado, pero sabía que tenía que seguir adelante.

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