∞ N È X A ∞

∞ La Lectura del Alma ∞

Era como si tuviera un don, un poder que me permitía ver más allá de la superficie. Podía leer la mente de las personas, descubrir sus pensamientos más íntimos y secretos. Pero no solo eso, también podía leer su cuerpo, entender el lenguaje silencioso de sus gestos y movimientos.

Me encontré con él en un café, sentado en una mesa cerca de la ventana. Su rostro era un libro abierto, una historia que se desplegaba ante mis ojos. Podía ver la tristeza en sus ojos, la carga que llevaba en sus hombros. Su cuerpo estaba tenso, como si estuviera listo para saltar en cualquier momento.

"¿Qué te pasa?", le pregunté, sin necesidad de palabras.

Él me miró sorprendido, como si hubiera escuchado mi voz en su mente. "Nada", respondió, pero su cuerpo dijo lo contrario. Sus hombros se encogieron, su mirada se desvió.

No necesitaba escuchar sus palabras para saber la verdad. Podía leer su mente, ver los pensamientos que se agolpaban en su cabeza. Era un torbellino de emociones, un remolino de miedos y dudas.

"¿Qué te preocupa?", insistí, mi voz suave y calmada.

Él suspiró, su cuerpo se relajó un poco. "Todo", respondió, su voz apenas audible.

Podía ver la verdad en sus ojos, la desesperación que se escondía detrás de su mirada. Era un hombre que se sentía perdido, que no sabía qué hacer con su vida.

"¿Quieres que te ayude?", le pregunté, mi mano extendida.

Él me miró, su mirada llena de esperanza. "¿Puedes?", preguntó, su voz llena de duda.

Asentí, sonriendo. "Puedo leer tu mente", le dije. "Puedo ver lo que te preocupa. Pero también puedo ayudarte a encontrar la salida."

Y así, comenzamos a hablar, a explorar los rincones más oscuros de su mente. Leí su cuerpo, su lenguaje corporal, y encontré las claves para desbloquear sus miedos y dudas.

Con cada palabra, su cuerpo se relajaba un poco más. Su mirada se clarificaba, su rostro se suavizaba.

Finalmente, sonrió, su mirada llena de gratitud. "Gracias", dijo, su voz llena de emoción.

No necesitaba escuchar sus palabras para saber que estaba agradecido. Podía leer su mente, ver la paz que había encontrado.

Y en ese momento, supe que mi don no era solo una herramienta para leer la mente de las personas, sino también un regalo para ayudarlas a encontrar la paz y la claridad.




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