Nadie más que tú

Capítulo I

- Señor, la comida que ordenó acaba de llegar ‒fue lo primero que Julián Mendoza escucho tras descolgar el teléfono de aquella lujosa habitación, estaba alojado en uno de los hoteles más exclusivos.

- Hagan subir al repartidor ‒fue lo único que dijo antes de colgar el teléfono. Miro a la preciosa chica salir del baño envuelta en una toalla, aún podía ver gotas de agua bajar por sus brazos y cuello hasta perderse por el escote.

Ella le sonríe coqueta, habían pasado una buena tarde, sin duda alguna, Jimena Urriaga era una belleza, además, pertenecía a una de las familias más importantes del país, no que su familia no lo fuera.

- Menos mal llegó la comida, muero de hambre ‒se acerca a él, se cuelga de su cuello y lo besa lento, justo cuando comenzaba a subir la temperatura de sus cuerpos, alguien llamó a la puerta, así que Julián se acercó a la puerta para abrirla, apenas mira al tipo pero lo que si oye, es el sonido de comida cayendo.

Benjamín Escalante trabajaba como repartidor de comida, aquello se lo había impuesto su abuelo como un modo de enseñanza, eso le enseñaría a ser humilde, compasivo y empático con sus futuros empleados.

Lo que no esperaba era la sorpresa que se llevaría al entregar aquella comida, su esposa estaba ahí envuelta en una toalla junto a un desconocido.

- ¿Benjamín? ‒el nombre de su esposo salió con voz temblorosa, estaba segura que su rostro se había puesto pálido.

- ¿Conoces a este tipo? ‒Julián se gira a ver a Jimena confuso.

- Soy su esposo, Benjamín Escalante ‒pasa del rostro de su esposa al del tipo, aquello lo dijo con total dignidad, no les dejaría quitarle eso.

- Vaya, así que tu esposo es un repartidor, de haber sabido que era tan inútil, habría pedido en el restaurante ‒mira mal al tipo, eso hace que ella reaccioné y su cara se vuelva petulante.

- Por desgracia tuve que casarme con este don nadie, ha vivido a expensas de mi familia durante tres años ‒comentó Jimena con un tono de lástima, como si su matrimonio con Benjamín fuera un pesar que había tenido que soportar.

Benjamín, a pesar de la indignación que sentía, decidió mantener la calma. No quería darle a Julián y Jimena la satisfacción de verlo perder los estribos.

- Durante tres años no me dejaste tocar ni tu mano, me dijiste que no te sentías lista y yo lo acepté, sabes, te quería tanto que no me importaba, ahora veo lo estúpido que fui ‒suelta una risa sarcástica mientras niega, debía mantenerse tranquilo pese a todo.

- Pues sí, eres un estúpido, ¿nunca pensaste la verdadera razón por la que una chica como yo, de noble cuna, hermosa y cotizada, no estaba a tu altura? ‒dice en tono petulante, sonreía con burla.

- Sí, soy un estúpido, pero por no ver tu verdadero rostro ‒sonríe con burla.

Jimena, sintiéndose respaldada por la presencia de Julián, intensificó su actitud petulante.

- Sí, y sabes qué, estoy harta de esto, quiero el divorcio, ahora me casaré con él, Julián Mendoza pertenece a una buena familia, él será un mejor esposo que tú, que no eres más que un tipo venido del campo, sin nada más que un rostro bonito, así que vete ‒espetó girándose para dejar a su esposo plantado en la puerta.

Estaba atónito por la facilidad con la que Jimena había decidido poner fin a su matrimonio. Aunque parte de él se sentía herido y enojado, otra parte se liberaba de una carga que llevaba mucho tiempo arrastrando, sin duda alguna, no era feliz y además, estaba la horrible familia de Jimena, salvó por ella, claro estaba.

- Ya oíste a la dama, ahora, debes pagarme la comida que tiraste, pedirme disculpas y largarte, de lo contrario, te pondré una mala calificación, es más, podría hacer que te despidan si quisiera ‒amenazó Julián mirando a Benjamín con superioridad.

- Tú te acuestas con mi esposa, ¿y yo debo pedir perdón? Que pase buena tarde ‒dice con sarcasmo mientras se aleja del lugar.

Camina por los pasillos del hotel sintiendo una mezcla de emociones tumultuosas. Estaba herido por la traición de Jimena, en realidad, podría decir que el más afectado era su ego; pero al mismo tiempo se sentía aliviado de haberse liberado de una relación tóxica, porque lo era, más que nada porque ella jamás lo defendía de su familia, y ahora no dudaba que incluso, mucho de lo que pasó fuera su culpa. Su mente divagó en lo que vendría después, y con cada paso, la sensación de liberación se intensificaba.

Mientras Benjamín abandonaba el hotel, no pudo evitar reflexionar sobre los giros inesperados de la vida. Su trabajo como repartidor, que su abuelo había diseñado como una lección de humildad, ahora le proporcionaba una perspectiva única sobre la realidad de las personas que encontraba en su camino.

Por otro lado, Jimena y Julián disfrutaban de su momento de victoria, creyendo que habían deshecho los lazos que los unían a Benjamín. Sin embargo, Benjamín no era tan fácil de derribar. Mientras se alejaba del hotel, una sensación de determinación creció en su interior. Había enfrentado la verdad de su matrimonio y ahora estaba decidido a escribir un nuevo capítulo en su vida, uno donde su valía no estuviera determinada por las expectativas de los demás.




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