Nadie más que tú

Capítulo VI

Benjamín quería reír ante aquella osada declaración, pero ahora venía su revancha, estaba feliz de ver la cara de todos ante lo siguiente que se diría.

- Bueno, que puedo decir ‒Silvia ríe con falsa modestia, podía ver la cara de algunas de sus amigas verdes de la envidia.

- También se ha solicitado un compromiso entre mi joven amo y su nieta ‒el hombre no había terminado de hablar cuando fue interrumpido por Elena.

- Claro que sí, estamos muy de acuerdo, ¿verdad Pedro? ‒la mujer casi sacudía a su esposo de la emoción.

- Lo lamento señora Aldama, pero la propuesta no es para su hija, sino para la señorita Inés Urriaga ‒todos se quedaron en silencio, Inés alzó la vista ante la mención de su nombre, su rostro se puso pálido cual papel, ¿por qué ella? No había podido evitar ver a Benjamín, si su padre y abuela aceptaban la propuesta de matrimonio con aquel hombre desconocido, ella jamás tendría la oportunidad de decirle a Benjamín sus verdaderos sentimientos.

- ¿Mi prima bastarda? ‒aquello salió de los labios de Silvia sin pensar, cuando se dio cuenta de lo que dijo se puso blanca y miro al suelo, no quería ni saber qué le diría su abuela.

- La señorita Inés lleva el apellido Urriaga, y teniendo en cuenta que la señora Jimena es una mujer casada y que usted es aún muy joven para el matrimonio ‒Silvia tenía diecisiete años, mientras que Inés diecinueve y Jimena veintiuno‒ se optó por la señorita Inés ‒le explica con calma.

- Pero Jimena pronto va a divorciarse, ella ‒Beatriz guardó silencio ante la mirada de su suegra, tragó saliva y miro al suelo.

- Dígale a Emiliano como a su nieto, que la familia Urriaga acepta el matrimonio ‒Inés bajó la vista evitando que vieran sus lágrimas, encima de que no podía alejarse de esta familia horrible, ahora estaría casada con un tipo que no conocía.

- Estaré encantado de darle la noticia ‒hace una pequeña reverencia con la cabeza‒, me retiró, esperen instrucciones en los siguientes días.

- Claro, y gracias ‒alza un poco la caja, el hombre asiente y sale.

- Queridos invitados, no me gusta hacer esto pero debo retirarme, no me siento bien ‒niega, todos podían ver que los últimos sucesos la habían molestado, nadie diría nada porque no terminaban de procesar toda la información.

Silvia quería que la tierra se la tragara, y sus padres estaban demasiado avergonzados como para acercarse a consolarla. Además, su hermano no dejaba de quejarse, quería ir y darle otro golpe en la cabeza a ver si se callaba de una buena vez.

Jimena estaba fúrica, no sólo con Inés sino con Benjamín, si no la hubiesen obligado a casarse con él, ella podría haber sido la esposa de un hombre muy rico, Julián era divertido y buen amante, pero no era ni la mitad de rico que los Escalante. Se sentía ofendida, ¿cómo la insulsa y aburrida de su media hermana había llamado la atención de ese tipo? No era para nada bonita.

- Jimena, mañana te espero en el registro civil a las diez para divorciarnos, me retiro ‒mira a Inés una vez antes de marcharse, sería malo para ella si él se acercaba.

Sale y mira al cielo, niega y saca su móvil, le da instrucciones al mayordomo para llevar algunos trajes a la suite del Imperia así como enviar un chófer al día siguiente. Necesitaba arreglar su divorcio y ver como estaba la empresa, esto último le tomaría como una semana, por lo pronto, haría que Inés fuera trasladada a una de las villas de su familia, era mejor alejarla de las hienas, así que también le da esa instrucción.

Camina a la moto, tendría que devolverla, ya vería con quién la enviaría después. Se sube y va hacia el hotel, estaba a unos veinticinco minutos del lugar.

Una vez que llega baja dejándola en la entrada, había un sitio para motocicletas.

- Amigo, no puede estar mucho tiempo aquí ‒se había acercado el valet.

- ¿Quieres ganarte un buen dinero chico? ‒por la cara que puso, era obvio que sí‒. Lleva esta motocicleta a la siguiente dirección ‒de su bolsillo saca la tarjeta de la empresa, así como un pequeño fajo de billetes‒ y vuelve en taxi o lo que mejor te parezca ‒le entrega las llaves.

- Claro que sí señor ‒toma las cosas, al parecer era uno de esos ricachones que se vestían con ropa normal y andaban por ahí dando dinero a quién se le atravesara, y por suerte, él había sido ese chico afortunado.

Benjamín entra al hotel, podía ver como lo veían mal por su apariencia, pero poco le importaba, pronto eso cambiaría.

- Buenas noches, ¿para quién es el pedido? ‒la mujer le mira seria pero no grosera.

- Para nadie, tengo una reservación a nombre de Benjamín Escalante ‒la gente, sobre todo los Urriaga y su círculo; jamás habían hecho la conexión ya que yo venía del campo, y el joven heredero de los Escalante estaba en el extranjero, al parecer mi abuelo les había dicho que era como un ahijado para él, mi padre había trabajado para él y al morir trabajando para él, me había adoptado y por eso era un don nadie que usaba el apellido Escalante por compasión, pobres ilusos.

- Veamos ‒la veo teclear y su cara de asombro‒, si hay una a su nombre, es la suite presidencial, ¿pagará con efectivo o tarjeta? ‒sin duda su tono se había suavizado‒, ¿cuánto tiempo se quedará usted con nosotros? ‒ahora ponía su mejor sonrisa.




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