Estaba a mi lado, allí, apuntandome con un arma cargada a la cabeza, todos me rodeaban y yo, yo ni siquiera me percate en qué momento quedé inconsciente.
La habitación a mi alrededor amenazaba con apuñalarme incluso con más violencia que cada hombre que me tocó.
Y aún así me sentía aún más atacada por un demonio que me vigilaba las espaldas que por la propia mano dictadora y villana.
Los ojos, las estrellas, las nubes, las lunas; canciones y poemas, corazones y muertes enamoradas. Fue cada cosa que me siguió en mi antigua vida, o al menos en la única que tuve, todo antes de que explotara ese sentido de superioridad y me dejara caer en un agujero negro.
Las palabras corrían como la luz y nos ingirió en la purga por género.
Todo se desolo, calles y casas; y parada en medio del antiguo rostro amado, me gusta en la decisión de huir y dejar a mi corazón junto al hombre que se alejaba aún mirándome, juzgando si era lo suficientemente fuerte y valiente como para abandonar todo lo que tenía ... - A él -
El océano se desbordó destruyendo todo, disparos y coleras, bandos y amistades. Y ¡Bum! Mi querido delirio había pasado a través de mi propio cuerpo, entrado, saliendo, jugueteando y huyendo con una maldición hecha bendición. La sensación cubrió todo mi abdomen hasta la punta de mis dedos y así fue hasta que la ausencia huyó de golpe y reflejo lo que parecía el inicio de la guerra.
Que importaba vivir o morir, muerte, alma, demonios, fantasmas, arma.
El silbato de la bala sonó atravesando mi cráneo por manos de mi propio marido, y entonces como arena movediza todo se vino a través de ese agujero, dejando una parálisis en mi cuerpo mientras todo continuaba hasta que el Edén había regresado, y regenerado no se repetiría la misma historia pues yo también moriría.