Cuando lo ví la primera vez estaba con mi familia, en medio de una reunión totalmente informal, un lugar del que no habría que decir lo mucho que podría percibirse sin conocer a nadie y en el fondo ví a aquel joven, ese chico alto y delgado que se cargaba con el rostro anhelado de mi mente. ¡Tenía que conocerlo! Pero cuando menos acordé había huido a las oscuras calles de las afueras del mundo.
Su rostro, ese rostro era inolvidable, caminé unas cuantas calles buscando esa mirada electrizante y brillante, pero se había esfumado en la oscuridad de la noche.
Cuando mis ojos se cerraron y comencé a flotar en las estrellas, los sueños e ilusiones de mi corazón se habrían camino entre los escombros de su sistema, lo buscaba con el latir de mil agujas hasta que finalmente la noche estrellada no se convirtió más que en un oscuro puente, que relucía por el brillo reflejado en el agua estancada en su interior.
Y ahí estaban, todos esos jóvenes olvidados con la única forma diferente establecida en planeta, su extraña e icónica sonrisa, sus manos llenas de suciedad y drogas, y su espíritu apuñalado con el insentir del hielo penetrante que les rodeaba.
Ese chico me miraba, era el único que lo hacia y entonces me movió con la mirada a lo que seria un camino a seguir por su cuerpo deslumbrante, su camiseta roja estaba empapada de ese asqueroso lugar, pero cuando volví a verlo su ropa lucia cómo recién lavada. Esa camisa roja no contenía ni una arruga y su mano extendida no pedía otra cosa más que mí amor. Caminé hasta su lado en el silencio que contenía aquello y cuando mis dedos congeniaron con los suyos comenzó a correr, alándome y pidiendo que le siguiera el paso. Corrimos sin parar hasta que perdí la percepción de tiempo y espacio, estábamos en medio de la nada y ahí el movimiento cesó, se detuvo en seco mirando al frente ignorando nuestras manos enganchadas.
Cuando recorrí su mirada hasta el punto de enfoque, me ví a mi misma en un espejo, éramos los dos, reflejados en ese gran tramo de agua. Y entonces a conciencia del reflejo él se acercó a mí, me miró y como un robot se acercó sin delicadeza a tomarme de la cintura, me sostuvo la mirada y se acerco al hueco de mi cuello, oliendo el aroma que yo nunca podría notar.
Las horas pasaron y no pasaron, y no parabamos de hacer la misma escena, correr sin sentido y luego detenernos a notar que estábamos al lado de alguien más hasta que finalmente termine fuera de mi casa con él dejándome bajo la cama y huyendo sin dejar rastro de mi hermoso sueño, pues cuando desperté él no existía otra vez.
Enamorada de un ser intocable, de una imagen legendaria y finalmente de un hombre que nunca pude besar.
Fue así que conocí a mi primer amor, perdida en el duelo de superación.