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CAPÍTULO 2
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—¡¿Y ahora que haremos?! —exclamó una voz angustiosa, en el pasillo. Era un lamento aflictivo acercándose.
La mirada de las diez personas que estábamos en ese momento en la cocina, se dirigió a la señora de ojos marrones y baja estatura, que entró de un momento a otro; aparentemente asustada, sosteniendo lo que parecía ser un sobre blanco y muy poco arrugado, en las manos. Aquel papel yacía tan arrugado que sin duda había tenido mejores tiempos antes de llegar a las manos de la persona que lo sostenía; y por la fuerza con la que lo sujetaba, no podía tratarse de nada bueno.
—Necesita calmarse —profirió sor Alina, con voz un poco autoritaria, al ver a la pobre mujer alterada —. ¿Qué sucede y…? ¿Qué trae ahí? —inquirió, interrumpiendose a sí misma, fijando su mirada en el sobre ya antes mencionado.
—Es… —Sor Sofía pasó saliva con notable tempestad en la mirada y extendió el papel —. Es una notificación del palacete —apenas pudo decir.
Estaba asustada. Sus brillantes pómulos rojos y su mirada atribulada lo decían todo. Pronto, al tomar el sobre y abrirlo con no tanta paciencia, sor Alina tuvo la misma expresión.
—¿Pero qué es esto?.
—Una notificación…
—¡Ya sé que es una notificación! — exclamó. Segundos después, buscó la manera de calmarse al darse cuenta de lo tosco que había salido su tono. Sor Sofía simplemente retrocedió y unió sus manos al frente, aún preocupada —. ¿Cuándo ha venido esto? —Preguntó sor Alina, con un tono más moderado.
Sor Sofía respondió.
—Apenas ha llegado.
—¿Y quién lo ha traído?
—La gente de lord Willan. Ellos han venido hasta aquí en caballos negros, a gran galope, y me han ordenado darle esto casi a punta de espada…
—No entiendo nada —murmuró sor Alina, que era nuestra superiora y la monja con más edad entre las que dirigían aquel orfanato.
Arrugó el trozo de papel con fuerza y nos dirigió una mirada gélida a todas las presentes. No obstante, sabía que aquella expresión tan fría en realidad no estaba dirigida a nadie en dicho espacio, sino al culpable de todo este caos. El hombre detrás de varios conflictos…,el conde Brighton.
Llevaba tiempo queriendo conseguir el terreno donde estaba ubicado el orfanato. Era un terreno espacioso y claro, lo que hacía grande a un hombre en este tiempo, era lo acaudalado que era, la cantidad de sus bienes (tales como propiedades y terrenos) y su influencia en la corte. Y él, claro estaba, lo tenía todo.
—¡Novicia Claire!
—¡Sí, dígame! —me tensé de inmediato y tomé la postura de un caballero de la corte real —. Ujum, digo… ¿Qué se le ofrece, superiora?.
—prepara tú la cena hoy. Las demás tendremos una reunión.
—Ah… pero… —La cocina era un desorden —, E-Está bien —me forcé a sonreír.
Había cinco peroles grandotes en el fuego y tres pequeñas hogueras a medio encender, donde se cocinarían las salsas para los estofados. Si lograba servir esa comida para las 07:00pm sin quemar nada o sin que alguien se intoxicara, para mí ya sería un gran logro.
—Está bien —Asentí, poniendome en marcha, aunque no había orden en mi cabeza.
Observé como todas las hermanas se retiraban y rogué porque la cena no fuera un fracaso por mi culpa.
Estaba teniendo un sentimiento feo hacia el conde Brighton.
En definitiva, algo en él no estaba bien. O mejor dicho… todo.
Desde hace tiempo circulaba el rumor de que quería apoderarse de algunos terrenos que pertenecían al rey. Se decía que estaba tramando algo, que quizá su intención era derrocar al monarca, que posiblemente su ambición era la corona y hasta se decía que en realidad todo lo que estaba haciendo era por una mujer.
La reina.
De él se decían muchas cosas, pero a voces silenciosas, porque de lo contrario, podríamos incluso perecer ante sus soldados.
Esa noche terminé la cena un poco temerosa a lo que sucedería al día siguiente. Quizá debía simplemente ignorarlo, aunque fuera imposible puesto que ese también era mi hogar. Quizá solo tenía que seguir con mi vida. Sin embargo, no era consciente… de que pronto ya no tendría que preocuparme por eso.
NATHAN (POV)
—¡No! ¡Espera! —gritó, pidiendo piedad.
—Has matado a muchas personas inocentes ya, Frederic —recalqué.
El problema con esta gente es que creía que podían decidir quién vivía o moría solo por su poder. No obstante, cuando les llegaba su hora se volvían unas gallinas.
—¡De acuerdo! —colocó sus manos juntas sobre su pecho y repitió—¡De acuerdo! Sé que he actuado mal…
—¿Te parece poco?
—Eran mis Tierras y ellos estaban ahí. N-No podía permitir que esos…esos zarrapastrosos…
—Ten más cuidado sobre cómo te refieres a tus iguales —Le dirigí una mala mirada —Como que todavía no has caído en cuenta de lo vulnerable que estás en este momento…
—¿Eso crees?— preguntó con un tono de voz bastante extraño. Algo que me pareció curioso por apenas unos instantes, puesto que, al casi apenas pasados unos segundos, Lord William se levantó del piso con extrema rapidez, como si de un correcaminos se tratara, elevo sus manos sobre mi pecho y con mirada roja inundada de sangre y una sonrisa que destilaba triunfo, clavó una pequeña arma cortopunzante en mi pecho…
Lo observé serio unos segundos y trastabillé apenas dos pasos atrás.
Quería hacerle creer que de verdad había ganado. Que su rostro de venganza tenía razón de ser y que su satisfacción de haberme asesinado era correcta. Pero no pude. No fue más que para hacerme reír aquel hecho, que una sonrisa plena y magistral se ensanchó en mi boca y resonó cual trueno, que de inmediato su sonrisa desapareció.
—Pero ¿Qué…?
El sujeto retrocedía a pasos bastante torpes y casi dos por tres pasos escapaba a caer de espaldas. Su mirada… oh, sí, definitivamente era una obra de arte para mí. Nunca había visto tanto miedo en un mortal hasta ese momento. Fue gratificante, debo decir.
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Editado: 01.12.2024