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CAPÍTULO 4
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NATE
(Actualidad)
Como era de esperarse, el instituto no es muy grande como mi antiguo colegio. Intento pasar por alto a un grupo de idiotas que fuman sobre un auto y me dirijo hacia el salón que según mi horario, es donde debo estar.
No es tan difícil encontrar los salones, pero por alguna razón, mientras paso por el salón de música, me detengo en seco al escuchar una melodiosa voz femenina salir desde adentro y, sin tener idea de porqué, me asomo por la ventanilla de cristal a observar a quien le pertenece esa voz.
Una chica de mediana estatura. Cabello negro y largo…
Está de espalda y sostiene, por lo que apenas logro ver, unas partituras en las manos.
—Eres esa luz que salió de mi oscuridad y me dió un mejor sentido. Quizá es por eso que me duele haberte perdido. Si un día te encuentro, te volveré a preguntar si tú y tus sentimientos quisieran ser de nuevo mi otra mitad.
»Fuimos tantas preguntas sin respuestas, que al final del día nos ahogó la incertidumbre. Las interrogantes se deletreaban entonces… tú y yo… tú y yo.
Algo me invadió el pecho. Algo que no podía explicar. Y ahí estaba yo. Sudando frío por una canción que en mi vida había escuchado, al tiempo que observaba a una chica que nada tenía que ver conmigo. Ni siquiera la conocía.
Decidí continuar mi camino. Aquel lugar no tenía color.
Si ya se por si el pueblo tenía aire de ser un pueblo fantasma, el instituto era todavía peor. Quise no detestar a mis padres por eso.
Sé que lo tuvieron que hacer para de alguna manera salvarme.
¿De qué?
No tenía ni idea.
Las memorias de ese día seguían perdidas en algún punto de mi existencia.
Llegué al salón entre pensamientos frustrados y toqué dos veces la puerta.
—Adelante —demandó una voz grave—. Ah sí, clase, hoy tenemos a un compañero nuevo. Viene de un colegio en Estados Unidos y…
—¿A quién mataste? —pregunta de pronto un tipo rubio de ojos azules y sonrisa de imbécil presumido, elevando las piernas en su pupitre a pesar de que el profesor le pide amablemente que los baje. Lo ignora y lleva sus brazos por detrás de su cabeza —. ¿Y? ¿A quién mataste, raro?
Intento sonreír, aunque la verdad de entrada quiero darle una bofetada.
—¿Es un requisito? Quizá podría considerarlo ahora ¿No crees?—inquiero con sarcasmo, logrando que la sonrisa del sujeto desaparezca.
—Oh, disculpalo —dice y se levanta una chica muy guapa, de cabello rubio pálido, tez blanca y cuerpo delgado —. Pete es un idiota que no sabe cómo dar una buena bienvenida —se acerca a mí, coqueta—. Soy Rachel. Él lo dice porque es muy extraño que gente nueva venga a este lugar. Los que estamos aquí hemos vivido toda nuestra vida en Afterwood y nos conocemos de siempre. Eres el rostro nuevo.
No me gusta ser el rostro nuevo.
—Si, bueno. Supongo que Rachel tiene razón
—el profesor sonríe con nerviosismo —. Quizá tiene sentido que la única forma de que alguien nuevo llegue a este pueblo para quedarse es porque mató a alguien y se está ocultando.
—O es porque quiere dejar atrás algo demasiado malo que le sucedió —complementa Rachel.
Aclaro mi garganta.
Es ahí donde algo de lo que dice desbloquea una parte de mi pasado. Algo que todavía no puedo recordar con claridad.
Estaba en la parte trasera de un auto. Sentía una presión muy fuerte en mi pecho. Las ganas de vomitar se alojaron entre mi estómago y mi garganta y por puro instinto llevé mis manos a mi boca. Podía ver la luz parpadeante en el tablero volteado del auto. A decir verdad, el que estaba volteado era yo. Todo a mi alrededor. El humo entraba como dagas por mi nariz y llegaba a mis pulmones. Cada respiro era una tortura. Al tratar de moverme solo hacía que los hierros del auto se apretaran más entre mis costillas y intentar alcanzarla…
El fuego…
Su mano golpeando dentro del auto el vidrio templado…
La explosión…
¿Pero de quién? ¿De quién era esa mano? ¿A quién quería salvar?
—No te sientas muy listo, chico nuevo —bufa Pete, acomodándose en el asiento —. Este pueblo no resulta ser para todos.
Rachel y el profesor, que luego se presenta como Lee, me piden que lo ignore y me señala mi asiento.
Algo a regañadientes obedezco y me siento al fondo del salón, bajo la mirada de los otros 14 estudiantes.
Al cabo de unos segundos todos regresan su atención al profesor Lee, que indica que debemos copiar los ejercicios de matemáticas que están resueltos el pizarrón. Saco mi cuaderno y mi bolígrafo, me coloco los auriculares y comienzo a copiar lo que hay en el pizarrón. Aunque de la nada veo como si los números de la fecha se movieron y cambiarán, pero es fugaz.
Todo es, hasta ese punto, normal. Un instituto bastante aburrido, una clase aburrida, el matón, la popular y…
Entonces la puerta se abre de nuevo y por ella entra una chica…
Es en ese momento cuando de nueva cuenta un escalofrío recorre mi cuerpo y la presión en el pecho se siente más fuerte.
Sus ojos son de un azul intenso, su cabello es liso y le llega hasta la cintura. Su naríz es respingada y en sus labios se forma una sonrisa, que al detenerse en mí se vuelve más leve.
¿Quién es ella? ¿Por qué me siento así al verla? Es la misma chica de antes en el salón de música. ¿Por qué siento que la tengo que abrazar y no soltarla nunca?
Aparto aquellos pensamientos y a la vez a ella de mi mente y me vuelvo a concentrar en la clase… o en mi música. En todo menos en ella… porque quizá entonces sí… sentiría que la pierdo de nuevo.
Y ni siquiera la conozco…
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Editado: 21.10.2024