NATHAN
(Actualidad)
Día familiar. Eso dijo mi madre y, aunque quisiera negarme y quedarme en casa, en mi cuarto escuchando música, muy difícilmente puedo decir que no cuando han ido a recogerme a la entrada del instituto y me han secuestrado.
Mis padres nos llevan a mi hermanita, April, y a mí a Coco’s, un restaurante que está cruzando medio pueblo. A medida que avanzamos solo me convenzo más de lo solitario que es este pueblo y de lo fantasmal que se vé con solo un par de personas adentro en una de las mesas. Todo es tan tranquilo que da incertidumbre.
Mi padre sonríe al ver a April feliz, saltando emocionada al ver un poni mecánico a la entrada del lugar.
—¡Vamos, papi! —April salta, señalando al poni de metal—. Dame una moneda ¿Sí? —muestra su dentadura, la cual ya carece de tres dientes.
—Ah, pero íbamos a comer primero… —papá señala la entrada del restaurante.
Mamá lo toma de la mano y sonríe.
—Vamos, amor. Sólo tomará dos minutos mínimo.
Consciente de que no puede ir contra las ocurrencias de mi madre, saca su billetera y cambia monedas en el kiosko que está al lado de la entrada del restaurante, y la coloca en la ranura de la máquina. Mamá sienta a April y ella ríe de la felicidad de imaginar que va galopando en un pone real.
—Recuerdo cuando las personas montaban caballos reales —bufa.
—Bienvenido al siglo XXI, vejestorio —molesta mamá, robándole un beso de las mejillas.
Por un instante comienzo a sentirme vigilado y aunque miro para todos lados no logro dar de dónde viene esa sensación. Quizá estoy paranoico por los sueños. Tal vez es solo mi imaginación.
Sin embargo, a pocos metros, cerca de un árbol de castañas, logro ver a un sujeto de más o menos mi edad, oculto apenas por unas ramas del árbol. Al verme sonríe y lleva su mano a su frente, cómo si dijera hasta luego en señal de saludo.
Mi entrecejo está fruncido y siento el impulso de seguirlo, cuando este da media vuelta y desaparece entre los demás árboles. Y solo me quedo ahí.
Porque algo me dice, que no es una buena idea seguirlo.
—¿Todo bien, cariño? —Mi madre tiene el ceño fruncido y está viendo hacia el mismo lugar que yo estaba viendo hace apenas tres segundos—. Quizá deberíamos entrar ya.
Papá carga a April, alterna la mirada entre mamá, yo y el espacio vacío entre aquellos árboles y asiente al llamado de mi madre.
Tengo la impresión de que se están comportando raro. Sin embargo, la mayoría del tiempo son de esta forma. Así que solo lo dejo pasar.
—Creo que dejé algo en el coche—. Mi padre se disculpa y le pide a mamá que ordene por él. Se levanta un poco tenso y sale del restaurante.
Minutos después regresa y parece irritado; mamá está igual de tensa.
—¿Hay problemas en Metal Co.? —inquiero. Podría ser eso, o es lo único que se me viene a la mente, porque papá ama esa empresa. Su grandiosa empresa de Metalúrgica que espera que yo lleve algún día más allá de la gloria.
—No… bueno…
—¿Quieres que lo hablemos en casa? —Mi madre lo toma de la mano y, sin duda alguna, esa pequeña acción lo relaja. Papá dice que sí con un movimiento de su cabeza y besa la mano de mamá. Luego llama al mesero—. En vista de que es nuestra primera cena en familia en este pueblo, deberíamos celebrar de que estamos aquí juntos… todos.
—No todos. La abuela Luna y el abuelo Aren no están aquí —murmura April —.¿Cuándo volverán?
—Están en un viaje importante, cariño. Pero seguro te escriben la otra semana.
Hablan de los abuelos. Sin embargo yo no los recuerdo.
No recuerdo a nadie. A excepción de mi familia.
La cena llega y yo disfruto de un plato de arroz con jamón y trocitos de pollo con crema. Mamá y papá ordenan carne de res a la plancha con trocitos de piña y April disfruta de una hamburguesa con papas fritas. La cena continúa amena y luego decidimos dar un paseo por el pueblo.
Llegamos a un bonito mirador, al límite de la ciudad, el cual ya se ve bastante antiguo, de hecho.
Una vez ahí logro vislumbrar una silueta femenina, que me resulta familiar, y mi corazón da un salto al ver qué de ella se trata.
La chica del instituto. La que todavía no sé su nombre y ya siento conocer.
Lleva un vestido azul, pegado a la cintura. Le llega hasta la rodilla y las mangas son cortas y un poco flojas. Sus zapatillas son blancas, cómo la luna que la ilumina desde ese ángulo y su cabello cae suelto a un lado, por su hombro.
Quizá me he acercado demasiado. Da un respingo y se voltea. Sus ojos en ese momento demuestran sorpresa y temor a la vez. Se me queda viendo y yo no puedo evitar hacer lo mismo. Sus ojos son de un hermoso color azul, aunque con el reflejo de la luna en el agua de la laguna y el brillo de esta, parecen de un hermoso celeste. Hace un intento de sonreír, pero lejos de eso solo aparta la vista.
—Eres… eres el chico nuevo —hace una pausa—. Eres de lo que todos hablan.
—¿Ah, si? —mi voz tiembla, al igual que la de ella, quien solo se limita a ver sus zapatillas y llevar un mechón de cabello tras su oreja.
Nos quedamos en silencio y, es un silencio no incómodo ni tampoco agresivo al punto de ser ensordecedor. Es un silencio, y por raro que parezca, cómo de dos personas que no se han visto en mucho tiempo y tienen mucho que contarse, pero no saben por dónde comenzar.
—Soy Nathan —me animo a presentarme primero. Quiero saber su nombre y no sé porqué con tanta desesperación.
—Soy…
—¡Oh, aquí estás!
Mamá llega antes de que ella diga su nombre. Mira de una forma rara a la chica y después, sin dejar de verla, me toma del brazo. Ella también mira a mamá de una forma tan seria que casi no reconozco —. Estábamos preocupados. Te perdimos cerca de la feria.
—Lo… Lo siento. Es que estaba hablando con… —cuando volteo, ella ya se había ido.
La frustración recorre mi cuerpo. Su voz me parecía conocida. Ella, esa chica, tiene algo que me confunde. Algo que me invita a acercarme y querer saber quién es. Sin embargo, mientras me trago mi frustración junto a mis pensamientos, vuelvo a ver a ese sujeto. Está vez, al otro lado de la laguna y al verme solo… sonríe, hace un movimiento de saludo militar con su mano sobre su frente y dando media vuelta, desaparece entre los árboles.
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Editado: 01.12.2024