Capituló 1: algo inesperado (Mía)

Que difícil es ser yo, pensaba Mia en su cabeza. Se encontraba en su cama recordando la conversación que tuvo con su madre en la cocina. Ella está cansada de que su mamá le replique todos los días, de  que le gustaría que conociera a alguien, y lo trajera a la cena navideña. No sabe qué excusa decirle a su madre, para que corte el tema, ya que la única persona que quiere, no puede tener.

_ Mía, quiero que conozcas a alguien, me gustaría que tuvieras un novio y lo trajeras a la cena de nochebuena._ replicó su mamá. Mía al oír eso revoleó sus ojos, por suerte ella estaba de espaldas y no lo vio.  

_ma, te lo dije mil veces, no me interesa nadie, los chicos de mi edad son todos unos tontos._ dijo mía recalcando chicos de mi edad. 

_Solo te digo, que me gustaría verte en pareja para variar, siempre estás sola. No quiero que mi única hija se muera soltera._ espetó Sonia.

_Ma, solo estoy esperando al indicado, espero encontrarlo pronto._ lo que su mamá no sabe, es que si hay alguien que le interesa. _adios ma, voy a mi habitación, estoy agotada.

Estar enamorada de la persona incorrecta, es lo más difícil que le pasó a Mía en sus 20 años.  Mía seguía en su cama recordando la primera vez que vio a Diego, hace 5 años atrás. Los dinosaurios que sintió en el estómago cuando lo vio, como se le erizó la piel, no podía dejar de mirarlo, pero en ese entonces ella tenía 15 años y el 35, era imposible que pasara algo. Por un largo tiempo, Diego y Mia fueron los mejores amigos, al margen de que el le llevara veinte años, sentía que le podía hablar de todo lo que hacía, y mejor aún el le daba los mejores consejos. Pero, como todo, ese sentimiento un día cambio. Mia no recuerda bien el día, pero sabe que aquel momento, cambio su vida para siempre, de un día para otro ella empezó a sentir que quería besarlo, que quería casarse con el, que quería se la mujer con la cual el amaneciera todos los días, tenia ganas de hacer él amor con el, y este sentimiento le empezó a generar miedo. Mía no quería sentir todo esto, ya no sabe como ocultar lo que siente.  Mía quiere hacer algo, pero no sabe bien que hacer. La última vez que quiso hacer algo salió todo mal .  No sabe si es oportuno confesar sus sentimientos, o si es mejor guardárselos para ella. Su papa nunca dejaría que ellos tuvieran algo, pero Mía sabe muy bien, que el amor vence cualquier cosa. 

El ruido de su móvil rompe el silencio. Es un mensaje de su madre, pidiéndole si no puede ir a comprar unos adornos para el árbol de navidad. Mía al ver el mensaje puso los ojos en blanco, pero acepto. 

Mia se encontraba con el changuito paseando por los estantes de adornos navideños, y ninguno le convencía. Todos eran iguales, bolas doradas, o plateadas. Estaba apunto de agarrar una de las bolas doradas, cuando vio el adorno perfecto, minis estrellas navideñas de color azul, con brillos dorados. Hermoso, pensó Mía en su cabeza. Mía agarró los adornos, y se fue a la caja para pagar.

_ Buenos días señor Gregorio, ¿cómo está usted?_ pregunto Mía. Gregorio es el dueño del local. Es un hombre de tercera edad, muy amable y educado con todo el mundo, pero con la gente que no conoce puede ser algo intimidante.

_ Muy bien Mía. Hace mucho que no te veía, estas cada día más grande y más hermosa. _ las palabras de Gregorio lograron sonrosar las mejillas de Mía, no estaba acostumbrada a que le digan cosas lindas.

Mía terminó de pagar y salió del local. Estaba con muchas ganas de ir a tomar un café, y sabía muy bien a donde ir, al bar de Diego. Camino las dos cuadras, y pudo ver perfectamente, el bar de su amor platónico. Mía entró, estaba lleno de gente, tenía como diez personas antes que ella. Que insoportable, pensó Mía. De repente alguien le tapo los ojos con las manos, manos que Mía conocía muy bien.