Nebula

El chico de las mil coincidencias.

Con el mango de la escoba en mano, se escabulle con cuidado en la oscuridad de la oficina, buscando ese ruido misterioso que resonó en la soledad del lugar y que llegó hasta la sala donde archivaba los documentos más importantes, el área solo es alimentada por los pocos rayos de sol, y que el atardecer les obsequia, los pasos se oyen paseando por el lugar y sin dudar enciende las luces y salta a atacar al posible ladrón.

—¡¿Quién eres y qué quieres?!— exclama nerviosa, apuntando al sujeto encapuchado.

El hombre salta asustado, dejando ver su pecoso rostro, la mira asombrado y no sabe qué decir ante esa coincidencia, prefiere ignorar el asombro de la chica de baja estatura y sigue buscando con la mirada, cada ruido lo pone alerta, sabe que lo han encontrado. La chica lo miraba asustada, qué hacía ahí y qué intenciones tenía, esas eran las preguntas que le preocupaban al estar sola con ese misterioso hombre, no quería demostrar su miedo y trató de hablar con el poco valor que tenía.

—¡¿Tú de nuevo?! ¡Primero me miras raro en la calle, luego vas a la misma tienda que yo, lo del callejón fue raro pero no dud que tú lo planearas... luego en mi casa y ahora mi trabajo!— Reclama nerviosa, pero solo es ignorada. —¡¿Por qué me has estado sigue—

Su queja quedó a medias cuando la mano del chico tapó su boca, colocó su otra mano en su espalda y la apegó a él, su miedo terminó de invadir su cuerpo y justo antes de morderlo y gritar a los cuatro vientos que necesitaba ayuda, unos hombres comenzaron a hablar fuera de la oficina, buscaban a alguien con desesperación, él se alejó levemente para decir:

—Le puedo asegurar que no voy a hacerle daño, — Explica mirándola fijamente a los ojos. —Pero quienes están afuera sí que lo harán si nos encuentran, necesito que me esconda ahora, por favor.—

Antes de poder responder, los tipos de afuera se gritonean entre ellos y empiezan a discutir por no encontrar su objetivo. Inmediatamente piensa en si un prófugo de la justicia es el que está frente a ella y se plantea gritarles "Él está aquí" pero la mirada asustada del hombre pecoso la hace dudar, sus manos temblorosas, el sudor de su frente y su respiración agitada, podría tener un ataque de ansiedad en cualquier momento.

«¿Cómo terminé aquí?» se cuestiona a si misma mientras lleva al hombre de pecas hacia el piso bajo, donde está el área de archivos.

Días antes...

Recargada en sus brazos, mira sin emoción el iluminado cielo de Chicago a través de su ventana, busca con la mirada de un lado a otro, anhela ver su mayor fuente de inspiración:

Las estrellas...

Pero en una ciudad como lo es Chicago, era clara la imposibilidad de la situación, resignada suspira y sale de su habitación, mira la hora que marca el reloj redondo con dibujos coloridos y una Catarina en su centro. Son las nueve y media pero su hermano no ha vuelto, ella conocedora de su hermano mayor, sabe que habrá invitado a cenar a la chica que le gusta y no volverá hasta mas tarde, cosas como esas no le molestaban en realidad, lo que la irritaba era el hecho de que no le avisara y ella siempre se preocupe de más, por lo que después de asegurarse de que su casa esté ordenada se dirige a su habitación para cepillarse e irse a dormir.

La alarma la despierta muy temprano y se dirige al baño, se arregla y sale con su sudadera gris de estampado de esqueleto y sus leggins rosas con estrellas como decoración en su pierna izquierda, debido a su horario sabe que será un dia pesado en su universidad y quiere estar preparada, al salir de su habitación deja sus cosas en el sofá y prepara el desayuno, el aroma de los huevos revueltos, las tortillas y los frijoles recalentados levanta al hermano mayor.

—Gracias por hacerme la comida, Stella, eres tan buena consintiendo a tu hermano mayor—Bromea, aún con el rostro adormilado pero con una sonrisa cínica.

—No es para ti Xavier, o más bien Casanova irresponsable— Se queja, resaltando su clara molestia. —Porqué no intentas a la próxima avisarme que llegarás tarde.— Amenaza mientras le apunta con su cuchara de madera.

Obediente, asiente y se disculpa, una vez obtiene el perdón de su hermana, recibe su rico desayuno junto a una taza de café extra dulce. Ambos hablan de como fue su dia anterior, Xavier le cuenta emocionado como fue de exitosa su cita y que ese mismo día tendrían otra cena más, Stella le cuenta, con menos emoción, lo que hizo en la universidad y su monótono día en la oficina en la que solo se encarga de ordenar los archivos que su jefe le da. Después de ponerse al corriente con sus vidas, Stella sale de casa y espera el transporte para llegar a su destino.

Disfruta de la música que su banda favorita "The Strokes" le brinda a través de sus auriculares, menea la cabeza al ritmo de la música y entonces, se da cuenta de que un hombre encapuchado está al otro lado de la calle, lo mira con desconfianza de forma inconsciente, un mal hábito que tiene con cualquier desconocido, hay algo extraño en él, una sensación extraña la invade, una sensación que incluso le es familiar, había algo imponente en el, algo inhumano, no tenía sentido pero así se sentía al verlo, «¿Será algún criminal?», se pregunta. El acto de juzgar con la mirada pone alerta al hombre encapuchado, quien se preocupa más al ver que ella usa su teléfono, preguntándose si ella es un peligro la analiza desde la distancia, las miradas fijas de ambos hablan de la desconfianza que se tienen, ella pensando en él como un ladrón y él pensando en ella como una posible amenaza para su vida en la nueva ciudad.

La incomodidad de la chica es notable, el movimiento incesante de su pierna izquierda lo confirma y como si fuera un gran salvador, el autobús llega y sube rápidamente, se sienta aliviada y asoma su cabeza por la ventana, el hombre misterioso sube a otro autobús y se siente un poco culpable por pensar en que se cruzaría la calle e intentaría robarle, el llamado de su amiga la saca de sus pensamientos.




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