El hombre estrella.

Incrédula, mira fijamente al repartidor encapuchado frente a ella. Él la mira asombrado, era la misma chica que lo había ayudado la noche anterior, «Que gran coincidencia»,piensa asombrado.

—¿Entrega para... Xavier Varela?— Responde, pronunciando mal el nombre, con leve nerviosismo y vergüenza.

—No me cambies el tema chico— Se queja cruzándose de brazos.

—Es solo una coincidencia, señorita— Explica nervioso.

No puede evitar ver a la chica, de nombre "Stella", con una pijama adornada con estrellas, sus dos broches de estrellas y sus pantuflas de estrellas,

«Una experta en estrellas podría ser de mucha ayuda»,

piensa, aunque no sabe si realmente es una experta y ríe por eso.

—¡¿De qué te ríes, extraño?!— Dice a la defensiva.

—¿Le gustan las estrellas?— Pregunta con una sonrisa curiosa o más bien, esperanzada.

La pregunta extraña a Stella, ella era una persona que no presumía sus gustos con cualquiera, simplemente los disfrutaba ella sola o con alguien muy importante para ella, como Lottie o Xavier, era raro que se encontrara hablando de sus gustos con desconocidos, incluso si compartieran el mismo gusto, no hablaría con un desconocido de ello, y sobre todo si se trataba de las estrellas, aquello era tan importante que no lo mencinaba, así es como ella veía su amor por las estrellas, algo más íntimo, solo de ella.

—No voy a responder a eso porque no tiene nada que ver, — Dice con leve vergüenza. —Solo usar unas cuantas cosas de estrellas no define mi gusto por ellas.— Aclara.

No podía mentir, no había día que no llevará algún accesorio con estrellas, incluso estudiaba en un área relacionada a ellas y planeba dedicar el resto de su vida a estudiarlas, eran su mayor anhelo y felicidad, por eso mismo no presumía su amor a ellas, sus acciones ya lo decían todo y con eso le bastaba.

—Hey Enana Blanca, ¿por qué tardas tanto?— Habló Xavier revolviendo el cabello de la menor.

—¡No me digas así!— Se quejó apenada.

Stella le miró mal, una razón más para confirmar su gusto por las brillantes bolas de luz, Xavier la ignoró ya que él seguía en llamada con su chica. El repartidor frente a ella contuvo su risa y dedibo a ello, Xavier sospechó del muchacho y al verlo bien, era exactamente lo que Stella le había descrito horas antes: un hombre alto siempre encapuchado, de ojos celestes, pecoso y muy pálido, rápidamente se despidió de su futura novia y prestó mas atención a la situación.

Tres personas observándose y sin encontrarle el sentido a la situación.

—Stella, ¿es el sujeto del que me hablaste?— Habla con voz firme para intimidar al más alto de todos.

Sabiendo las intenciones de su hermano, Stella lo patea levemente.

—Si, parece que es otra coincidencia más.— Mencionó con tono tenso y rápido para restarle importancia.

El de cabello plateado asiente inocentemente seguidas veces, confirmando las palabras de Stella, quien solo le mira extrañada. Xavier lo analiza de pies a cabeza, sin duda un aura diferente enamaba de él, mas no era peligrosa.

«Realmente podrían ser coincidencias.»,

pensó el mayor de los Varela. Una vez Xavier confirmó la entrega por su app, el chico se atrevió hablar.

—Señorita, entiendo que han sido coincidencias muy extrañas,— Habla apenado. —Pero le aseguro que es solo eso, realmente me disculpo por incomodarla.—

Ambos hermanos le miran asombrados, sus palabras son completamente sinceras y finalmente, Stella le sonríe amablemente.

—No te preocupes, todo bien.— Menciona.

—Ten cuidado, ella tiene a su hermano mayor para cuidarla.— Añade Xavier inflando su pecho.

Menos tenso, el más alto de todos asiente y se despide de los Varela amablemente. Ambos hermanos se miran extraños.

—Si que es alto,— Menciona Xavier. —¿Crees que vuelvas a verlo?—

—Lo dudo, una cuarta coincidencia sería demasiado.— Contesta. —¡¿O sería posible?!— Pregunta buscando rectificar sus propias palabras.

—Nah— Dice junto a un ademán. —Cosas como topartelo en la calle, supermercado y la entrega en casa estuvieron más que justificadas.— Explica tranquilamente mientras pone las palomitas en el microondas.

—Eso es verdad.—

—Ya topartelo fuera de tu universidad, de tu trabajo o rondado el edificio sin razón aparente, si que será de preocuparse.— Añade. —Ahí si llama a la policía.— Advirte concentrado en las palomitas.

Stella asiente obediente y espera las palomitas cómodamente en el sofá, luego de ver una película de terror y una de ciencia ficción, se quedaron dormidos en el sofá, el sol de la mañana del siguiente día fue su nueva alarma.

El día del domingo Stella se la pasó haciendo tareas y videollamadas con los compañeros que asignaron para su equipo. El trabajo consistía en un ensayo y una exposición, Stella se ofreció para hacer el ensayo y junto a su otro compañero admiraban el increíble trabajo visual que el otro había logrado, la parte de la exposición no le preocupaba ya que el encargado de eso fue, por suerte, el ganador tres veces seguidas del concurso de oratoria, tenía un buen equipo y no se sentía asustada. Xavier por su parte, se fue a ver con su chica, Stella deseaba que finalmente se hicieran novios ese mismo día.

Cuando terminó, se asomó a la ventana viendo los siete pisos de distancia que la alejaban del suelo, busco al hombre pecoso entre las pequeñas personas que rondaban el edificio pero no lo encontró. Al siguiente día, los buscó con la mirada en la parada de autobuses pero tampoco lo miró, lo buscó en la entrada de su universidad y tampoco lo vió, «Si que eran coincidencias», pensó mientras veía la desastrosa exposición de Millard.

Con una sonrisa brillante, llega a su trabajo, saluda a sus compañeros y entra a la oficina de su jefe, animado le pregunta el por qué de su felicidad y ella le cuenta el éxito de su proyecto de investigación, su jefe la felicita y él también se anima a contar la pronta graduación de sus mellizos mientras también anima a Stella a no rendirse estando ya a la mitad de su educación superior. Concluidas las felicitaciones y agradecimientos, el jefe le da los documentos apilados para que baje a acomodarlos.