Capítulo 8: El cambio empieza conmigo

Siempre me sentí solo en algunos momentos de la vida. Pero aprendí que para lograr algo grande no se necesita de muchas cosas materiales, ni de la aprobación de todo el mundo. Se necesita algo más valioso: voluntad. Conciencia. Coraje para mirarse al espejo y decir: "Tengo que cambiar". Hoy pienso así. Pero no siempre fue así.

De chico, soñaba con ser piloto. Me fascinaba la aviación. También quise ser médico. Me gustaban tantas cosas que no sabía por cuál decidir. La vida, sin embargo, no me dio la fuerza o —mejor dicho— yo no tuve la voluntad de seguir esos caminos. Las oportunidades pueden existir, pero si no tenés claridad, foco y acompañamiento, se escapan como el agua entre los dedos.

Cometí muchos errores. Uno tras otro. Me endeudé, me equivoqué en mis relaciones, confié en personas equivocadas y también me fallé a mí mismo muchas veces. Pero si algo bueno tengo es que nunca culpé a nadie. Siempre supe que era yo. Yo decidía. Yo también podía cambiar.

Hoy mi sueño es otro. Más grande. Más profundo. No se trata de fama, ni de dinero. Se trata de dejar una marca, aunque sea pequeña. Enseñar. Escuchar. Acompañar. Demostrar que en este mundo aún quedan personas buenas. Personas que creen en la palabra, en la empatía, en ayudar sin esperar nada a cambio.

Quiero vivir en un mundo más justo. Cuidando la naturaleza, los animales, el planeta, la humanidad. Quiero hacer entender que nadie está solo. Que si tenés la posibilidad de ayudar, aunque sea con poco, hagás el intento. Porque ayudar no es una obligación, es una elección. Una que transforma.

Sé que mi vida no fue color de rosa. Como la de muchos. Conozco historias mucho más duras. Pero también sé que abrir el corazón y contar lo que uno vivió, ayuda. Porque en algún lugar, hay alguien que necesita leer esto. Que necesita saber que no es el único. Que no es el último. Que también puede salir.

A veces pienso en todas las personas que hoy se levantan con deudas, con hijos que mantener, con trabajos que no les gustan. Personas solas, cansadas, desesperadas. Yo también estuve ahí. Y muchas veces sigo estando. Pero aprendí que el primer paso no es cambiar todo, es cambiar uno mismo.

Cambiar la mentalidad. Cambiar la forma de ver el mundo. De ver a los demás. De vernos a nosotros mismos. Cambiar el pensamiento que te dice "no vas a poder" por uno que te diga "un paso más". Esa es la verdadera revolución.

No te hablo desde un pedestal. Yo también lloro. También me canso. También dudé de mi valor. Pero hubo momentos en los que una canción me salvó. "Yo no me doy por vencido", de Luis Fonsi. Una canción que no necesitás entender literalmente para que te golpee el alma. Yo la sentí como un llamado: "No te rindas".

Me gusta pensar que cambiar es como plantar un árbol. Primero, nadie ve nada. Solo vos sabés lo que sembraste. Pero con el tiempo, si cuidás esa semilla con actos, con buenos hábitos, con esfuerzo... florece. Y da sombra a otros. Y da frutos. Y sigue creciendo.

Hoy estudio Psicología. Y no lo hago solo por un título. Lo hago porque quiero entender el dolor de otros, no solo el mío. Quiero escuchar a los que no tienen voz. Quiero dar esa palabra que, a veces, puede evitar una caída, una depresión o una tragedia. Quiero ser parte de la solución, no del problema.

Y si puedo cambiar mi manera de pensar, sé que otros también pueden hacerlo. Por eso escribo. Por eso no me callo. Porque mientras yo pueda escribir, seguiré dejando algo, aunque sea una idea, un consejo o una historia.

No importa de dónde venís, cuánto ganás, qué errores cometiste o cuánto te equivocaste. Importa dónde querés llegar. Y cómo te levantás. Porque los que cambian el mundo no son los perfectos. Son los valientes. Los que, a pesar de todo, se siguen levantando.

Y si algún día te preguntan por qué hacés lo que hacés, podés responder como yo: "Porque NECESITO CAMBIAR". Porque no vine a este mundo para sobrevivir. Vine para ser mejor. Y para dejarlo un poquito mejor de lo que lo encontré.

El cambio empieza conmigo. Y con vos. Siempre.