CAPÍTULO 1
Reencarnación.
Me muevo entre algo suave. No se que es. Parece como si hubiera dormido por mucho tiempo. Algo acaricia mi piel, siento como con lentitud, la tela suave resbala de mis piernas “¿Qué sucede?” “¿Dónde estoy?” Intento abrir mis ojos pero estoy tan cansada que no puedo. Escucho su voz. Una voz que se parece a la interna.
– ¿Cuándo va a despertar? – pregunta una voz impaciente . Su voz suena preocupada. Tiene un tono de angustia, quiero abrir los ojos pero esta inmensa nube de oscuridad me aplasta.
– Déjala descansar – dice una voz suave y ronca. Con un acento sexi. Siento algo extraño al escucharla quiero… necesito alcanzarla. Intento moverme, pero solo consigo dar media vuelta.
– La vas a despertar… vete – dice otra voz acariciando mi mejilla.
No sé dónde estoy. Pero estoy tan cansada que la oscuridad se cierne sobre mi. Cuando vuelvo a estar semiconsciente alguien acaricia mi cabello, apartándolo de mi rostro.
– Aquí estoy – dice élla de nuevo.
Escucho algo mecerse, después seguido de una canción. Ella tararea para mi. Una y otra vez. Es una canción extraña pero parece relajar mi cuerpo. Como si lo conociera de antes. Solo que no recuerdo cuando. “¿Por qué no lo recuerdo?” Busco algún indicio que me de algo de luz en toda esta oscuridad. Pero no hay nada, solo hay oscuridad. “No espera” dice la voz en mi cabeza “ Aquí estoy” Otra vez esa voz que me llena de calma. No es ella que tararea. Es esa voz. Pero me da miedo indagar más. No me gusta la sensación. “¿Por qué tengo miedo de buscar más?” “¿Por qué la escuchó de pronto?” Empiezo a mover mi cuerpo comprobando que estoy ilesa. No recuerdo haber tenido un accidente. Tan poco recuerdo estar enferma. “¿Por qué no recuerdo nada entonces?” Puedo moverme. Pensar. Reconocer objetos como el olor, muebles de caoba, el bosque, Comer, respirar, escuchar, sentir.
Cuando abro los ojos, me encuentro viendo el techo de mi habitación. Solo que no me resulta nada familiar. El techo es de un color rojo oscuro, donde un abanico de madera con una base de bronce cuelga del techo. Su luz tenue ilumina todo el cuarto de un color amarillo opaco, muebles de madera. Sigo intentándolo. Puedo sentarme mientras lo hago, puedo mover los pies. Mire las sábanas rojas pasión que están envueltas en mis piernas. Llevo una camisón de satén blanco que solo llega hasta mis muslos. Indago por todo el cuarto reconociendo cada objeto. “¿Por qué no recuerdo nada?” “¿Cómo me llamo?” “¿Quién soy entonces?” “¿De dónde vengo?” Una risita del otro lado de la puerta distrae mis pensamientos y decido intentar averiguar si se caminar. Poco a poco con lentitud extrema, bajo mis piernas de la cama que se mueve demasiado por debajo de mi. Al palpar un poco escucho el líquido moverse dentro. Aunque el movimiento me marea decido pararme de golpe y la cama se sacude otro mas. “Puedo pararme” Doy un paso hacia adelante sin dificultad. “Puedo caminar” Empiezo a estirar mis extremidades comprobando cada anatomía de mi cuerpo. Sin pensarlo me dirijo a un espejo situado en el centro del cuarto, no hay ventanas, no hay cortinas, solo muebles de madera frondosa y un buro largo con 6 cajones y con un espejo detrás de él. Sobre su superficie hay un montón de cosméticos para el rostro. Perfumes. Cremas corporales. Aceites de baño, me veo comprobando que no me falta nada, ojos grises, cabello blanco hasta las caderas, delgada. alta.
En una esquina hay una mecedora, en sus respaldo hay un pantalón olgado negro y unas botas miitares. Sobre el respaldo de la mecedora hay una camisa negra de resaca. Con un cruce en la espalda, la tomo entre mis manos intentando descifrar su textura. Me giro sobre mí misma con un poco de brusquedad y bajo la puerta se ven luces, vuelvo a escuchar la risita juguetona de una joven y una voz masculina, aunque no me resulte nada familiar. Veo las sombras pasar por debajo de la puerta, pero ahora trato de centrar mi atención. Intentar indagar “¿Qué hago aquí?” o “¿Qué me pasó?” Aun lado de la cama de agua, hay dos buros más pequeños con sus cajones y sobre uno de ellos hay una nota y un vaso de agua. Me acerco sin tocar el vaso y leo la nota.
"Si te despiertas… el baño está listo"
Veo hacia el otro extremo de la habitación, hacia donde me he levantado y veo la otra puerta. Sin querer me concentro en el olor y me sorprende que pueda percibir el olor a lavanda, rosas y almendra. Camino hacia el y cuando abro la puerta, veo todo blanco y el mármol de loseta tiene una estrella grabada. Miro la bañera y solo me imagino sumergiéndome en su espuma. Cosa que hago. Las velas aromáticas encendidas alrededor de ella me relajan. Vuelve esa sensación de vacío. “¿Por qué no puedo recordar?” Mi cabello se desliza por mis hombros y veo una serie de cicatrices, una marca en tinta negra, tres líneas al tocarlas se sienten rigurosas, pero no me duele solo están duras como al acero, al presionarlas, se sienten líquidas. Aunque si se me hace un poco raro. Lo dejo pasar para disfrutar de la ducha.
Cuando por fin estoy limpia y vestida decido salir de la habitación, tal vez si exploro un poco los recuerdos vuelvan a mi. Cuando abro la puerta me encuentro con un largo pasillo. Iluminado por lámparas blancas y largas sobre el techo, el lugar está vacío, las personas que estaban aquí hace un momento desaparecieron. A mi alrededor hay dos salidas así que opto por la de la izquierda. Al llegar al final dobló hacia la derecha y me topo con unas escaleras, para volver a toparme con pasillos, puertas, estoy como en un laberinto, camino sin saber a donde voy. Hasta que me topo con un joven que lleva un pantalón idéntico al mío, pero el largo del pantalón metido en las botas, cosa que no hice. El parece más sorprendido que yo al verme. Sin previo aviso se para firme.
– General – dice el joven con energía. Llevandose el puño al pecho.
No se porque la situación me hace gracia, reprimo una sonrisa y paso. Mientras camino entre los pasillos llenos de arte, me topo con más soldados que me llaman “ General” pero yo no soy un general. No estoy vestida como uno. Ni siquiera sé quién soy. Un soldado me ha visto con desconfianza mientras me alejaba, mientras iba saliendo del laberinto me topé con cuadros en las paredes de unos personajes vestidos con uniformes, con muchas plaquitas de oro y banderas a modo de broches sobre sus ropas azules. Arquitecturas medievales. La luz filtrándose a través de las ventanas a lo largo de un pasillo, parece un castillo blanco del gobierno, según veo fotos de las veces que fue remodelado.