Ella se quedó allí, inerte, mirándole con pasmo.
—Siéntate. Nosotros somos conspiradores, tú y yo, y debemos ser amigos. Desde ahora tú serás Eugenia para mí cuando estemos solos, y yo Janus para ti. Insigna titubeó.
—No lo considero correcto.
—Tendrá que ser así, Eugenia. No podemos conspirar en términos fríos y ceremoniosos.
—Pero yo no quiero conspirar con nadie sobre nada, y eso es lo que esto significa. No veo la finalidad de mantener secretos los hechos concernientes a la Estrella Vecina.
—Te asusta la posibilidad de perder todo el mérito, supongo yo. Por un instante Insigna vaciló y luego dijo:
—Puedes apostar hasta la última pieza de tu computadora a que es así, Janus. Quiero todo el mérito.
—Por el momento, olvida que existe la Estrella Vecina —dijo él—. Como sabes, desde hace bastante tiempo vengo insistiendo en que Rotor debiera abandonar el Sistema Solar. ¿Cuál es tu opinión al respecto? ¿Te gustaría dejar el Sistema Solar?
Eugenia se encogió de hombros.
—No estoy segura. Sería muy grato ver por primera vez algunos objetos astronómicos a corta distancia… Pero es también un poco estremecedor, ¿no crees?
—¿Te refieres a abandonar el hogar? —Sí.
—Es que no abandonarías el hogar. El hogar es esto. Rotor —Pitt señaló con el brazo de un lado a otro—. Él iría contigo.
—Incluso así, señor Sec… Incluso así, Janus, Rotor no representa por sí solo el hogar. Tenemos un vecindario, los otros Establecimientos, el planeta Tierra, todo el Sistema Solar.
—Es un vecindario multitudinario. Tarde o temprano algunos tendrán que marchar, tanto si lo quieren como si no. Antaño hubo una época sobre la Tierra en que ciertos pueblos se vieron obligados a cruzar cordilleras y océanos. Hace dos siglos, los pueblos de la Tierra tuvieron que abandonar su planeta camino de los Establecimientos. Esto es solo otro paso adelante en una historia muy antigua.
—Lo comprendo, pero hay también algunos pueblos que no han marchado jamás, que se apegan todavía a la Tierra. Hay pueblos que han vivido en pequeñas regiones de la Tierra durante incontables generaciones. —Y tú quieres ser uno de esos sedentarios.
—Creo que Crile, mi marido, sí lo quiere. Se muestra muy reacio acerca de tus opiniones, Janus.
—Bueno, en Rotor tenemos libertad de expresión y pensamiento, de modo que él puede mostrar disconformidad si le place. Y hay otra cosa que me gustaría preguntarte. Cuando la gente, en Rotor o cualquier otro lugar, proyecta distanciarse del Sistema Solar, ¿adónde se propone ir por lo general?
—A Alpha Centauri, por supuesto. Es la estrella que todo el mundo cree más cercana. Ni con la hiperasistencia podríamos ir más aprisa que la velocidad de la luz, y por tanto requeriríamos cuatro años. Cualquier otro lugar exigiría mucho más tiempo, y cuatro años representan ya un viaje bastante largo.
—Supón que fuera posible viajar incluso más aprisa, e imagina que pudieras llegar mucho más allá de Alpha Centauri. ¿Adónde irías entonces? Insigna se detuvo a pensar un rato y por fin dijo:
—Me figuro que también a Alpha Centauri, pues seguiría siendo la más próxima. De noche, las estrellas que viéramos serían las mismas. Estaríamos más cerca de casa si quisiéramos regresar. Además, Alpha Centauri A, la mayor del sistema de tres estrellas Alpha Centauri, es, virtualmente, una gemela del Sol. Alpha Centauri B es más pequeña pero no demasiado. E incluso si desestimaras a Alpha Centauri C, una enana roja, tendrías todavía dos estrellas por el precio de una, dos juegos de planetas por así decirlo.
—Supón que un Establecimiento ha partido hacia Alpha Centauri y, al encontrar allí una habitabilidad decente, decide establecerse y crear un mundo nuevo, mientras que, en el Sistema Solar, se tiene noticia de tal acontecimiento. ¿Adónde irían los siguientes Establecimientos una vez optaran por abandonar el Sistema Solar?
—A Alpha Centauri —contestó sin vacilar Insigna.
—Así que la especie humana propendería a dirigirse hacia el lugar evidente. Y, si un Establecimiento tuviera éxito, otros le seguirían sin dilación, hasta que el nuevo mundo estuviese tan abarrotado como el viejo, hasta que hubiese muchos pueblos con muchas culturas y, a su debido tiempo, muchos Establecimientos con muchas ecologías.
—Entonces habría llegado el momento de moverse hacia otras estrellas. —Pero, escucha, Eugenia, el éxito en un lugar atraerá siempre a otros Establecimientos. Una estrella, un buen planeta, será punto de congregación. —Supongo que sí.
—Pero, si vamos a una estrella que diste un poco más de dos años luz, la mitad de la distancia de Alpha Centauri, y nadie lo sabe salvo nosotros, ¿quién nos seguirá?
—Nadie, hasta que averigüe lo de la Estrella Vecina.
—Eso puede tardar muchísimo. Durante ese largo período, todos se congregarán en Alpha Centauri o en cualquiera de las escasas opciones que les queden. No se percatarán nunca de una estrella enana roja en su umbral; o, si se percatan, la descartarán como inadecuada para la vida humana… es decir, mientras no sepan que unos seres humanos la han convertido ya en una empresa próvida.
Insigna miró dubitativa a Pitt.
—¿Pero qué significa todo eso? Supón que vamos a la Estrella Vecina sin que
lo sepa nadie. ¿Cuál es la ventaja?
—La ventaja es que podremos llenar el mundo. Si hay un planeta habitable… —No lo habrá. No alrededor de una estrella enana roja.
—Entonces podremos utilizar cualquier materia prima que exista allí para construir cierto número de Establecimientos.
—¿Quieres decir que habrá más espacio para nosotros?
—Sí. Mucho más espacio que si ellos acudieran en rebaño detrás de nosotros. —Así tendríamos un poco más de tiempo, Janus. Llegaría un momento en que habríamos llenado el espacio disponible en la Estrella Vecina. Aunque estuviésemos solos. Tardaríamos quinientos años en vez de doscientos. ¿Cuál sería la diferencia después de todo?
—Toda la diferencia que te sea posible concebir, Eugenia. Permite a los Establecimientos que se aglomeren como desean, y tendremos un millar de culturas diversas, acarreando consigo todas las rivalidades e inadaptaciones inherentes a la desalentadora historia de la Tierra. Si disponemos de tiempo para estar allí a solas, podremos construir un sistema de Establecimientos que sea uniforme en cultura y ecología. Será una situación mucho más propicia… menos caótica, menos anárquica.
—Y menos interesante. Menos diversificada. Menos viva.
—Nada de eso. Nosotros la diversificaremos. Estoy seguro. Los distintos Establecimientos tendrán sus diferencias; pero habrá por lo menos una base en común desde la cual surgirán esas diferencias. Por eso será un grupo de Establecimientos mucho más sano. Aunque me equivoque, verás que merece la pena intentar el experimento. ¿Por qué no dedicar una estrella a ese desarrollo razonado para ver si funciona? Podemos elegir una enana roja desdeñable, que no interesa a nadie, y usarla para comprobar si podemos crear un tipo de sociedad nuevo y, a ser posible, mejor. Tras una pausa, Pitt continuó: —Veamos lo que nos es posible hacer cuando nuestras energías no sufran desgaste y quebranto por la acción de diferencias culturales inútiles, y nuestra biología global no se vea pervertida constantemente por extrañas intrusiones ecológicas.
Insigna se sintió conmovida. Aunque el experimento no fuese positivo, la Humanidad habría aprendido una cosa: que eso no daba resultado. ¿Y si funcionaba? Pero al fin meneó la cabeza.
—Es un sueño vano. La Estrella Vecina será descubierta por otros conductos aunque nos esforcemos para guardar el secreto.
—¿Pero qué proporción de tu descubrimiento fue accidental, Eugenia? Ahora sé sincera. Acertaste a avistar la estrella. Acertaste a compararla con lo que podías ver en otro mapa. Solo eso. ¿No te podría haber pasado inadvertida por completo? ¿Y no podría pasar inadvertida a otros en circunstancias similares?