Nevereverland:tinieblas

Amistad

Me desperté de golpe, todo fue un sueño. 
Voltee a ver el reloj y eran las 3:00am, me senté en la cama y comencé a ver la puerta del baño. Una brisa fría comenzó a entrar por la ventana, tengo que admitir que mi capacidad para recordar las cosas era algo mala pero de algo si estoy segura, había dejado la ventana cerrada. Me levanté y al estar cerca de la vista que tenía hacia afuera, pude notar que se encontraba la silueta de un hombre, estaba de pie y miraba hacia donde estaba, no temí, sabía que era la misma silueta que se me aparece desde pequeña pero...recordando lo que pasó, fue por esa silueta que me desmaye así que rápidamente cerré la ventana y me dirigí a mi cama, nuevamente me senté y mi mirada se volvió a perder en la puerta del baño.

La silueta comenzó a aparecer pero quise asumir que era mi imaginación y comencé a parpadear varias veces, pero esta seguía ahí.

—Cuanto tiempo, Lí. Mis pelos se pusieron de puntas. He experimentado manifestaciones físicas de entes paranormales que de cierta manera ya me había acostumbrado a ello, pero nunca había hablado con uno y además ¿cuánto tiempo, Lí?
—¿Quién eres? A pesar que tenía los nervios de punta, quise reflejar serenidad, mi abuelo me dijo que muchos de estos seres se alimentaban del miedo, así que no le daría ninguna oportunidad.
—No tienes que temer. Extendió su mano y pude ver con claridad el movimiento que hacía con sus dedos índice y pulgar, como si estos estuviesen aplaudiendo, se tocaban en movientos rápidos y no paraban.
—Así de rápido está latiendo tu corazón.

Mis ojos se abrieron y coloqué mis manos en mi pecho, sin duda mi corazón latía a un ritmo desenfrenado, aunque no niego el hecho de que estoy muy aterrorizada, quería llamar a mi mamá pero sabía que no me creería, si llegase a entrar la silueta desaparecería y yo quedaría como alguien que se droga.

—¿Quién eres? —pregunto.
—Yo soy lo que tú quieres que sea.
—¿Quién eres? ¿Qué quieres? La seriedad comenzó a aparecer. 
—Ganarás.
—No estoy entendiendo.
—Dije ganarás. Comenzó a desaparecer lentamente, ¿qué rayos fue eso?

Escuchaba a la lejanía como mi madre me llamaba a gritos, me decía que si no me apuraba iba a llegar tarde a la preparatoria, yo tenía mucho sueño y sentía mi cuerpo demasiado pesado como para levantarme y caminar.

—¡TE DIJE QUE NO TE DURMIERAS TARDE!
—Ay sí, deja gritar que tengo dolor de cabeza. Me tiró una caja de pastillas.
—Bebe una después que desayunes y cuando sientas que te comenzará a doler la cabeza. Ahí tienes la comida, ya me voy para el trabajo, hasta luego.
—Hasta luego —respondí.

Después de desayunar y alistarme, tomé rumbo hacia la preparatoria. Llegando a ella vi a aquella chica que parecía una muñeca de porcelana, estaba de pie en la mitad del camino con su cabeza gacha, estaba por pasar a su lado y no quería pasar desapercibida, si le pasaba algo quería ayudar aunque su presencia desprendiera terror. Estaba casi detrás de ella cuando levantó su cabeza.

—¿Quieres ser mi amiga? Comenzó a girar su cuerpo lentamente hasta quedar frente a mí. 
—¿Yo? 
—¿Hay alguien más aquí? —pregunta. 
—Por lo que veo no, aunque se me hace raro que... 
—¿Quieres ser mi amiga? —vuelve a preguntar. 
—Creo que no hay problema con ello.

Dio media vuelta y siguió caminando, yo solo la observaba alejarse poco y al estar a una distancia considerable se detuvo.

—¿Te quedarás ahí, amiga? Menee la cabeza y comencé a caminar, la alcance y nos dirigimos juntas a la preparatoria. 
Al llegar al aula, insistió en que me sentara a su lado, acepté y comenzamos a esperar a la maestra. 
Los respectivos alumnos entraban al aula y entre esos estaba Karl, nos vimos un momento y me dio una sonrisa torcida. Cuando se sentó fui rápidamente a su puesto.

—Bravo —dice—ganaste. Comencé a revisarlo y su muñeca se veía peor, podía notar que tenía varios moretones por su cuello y oído, pero la parte que estaba partida en su sien se encontraba totalmente bien. 
—Esos moretones no te los había visto. 
—No te los mostré. Sonrió —aunque la muñeca sí —dijo. 
—Sí, tienes razón, pero tu sien se encuentra bien. 
—Que cosa ¿no? Saca una manzana de su bolso y le da un mordizco. 
—Si que eres raro. 
—¿Andas con ella? Señala a la "muñeca". 
—Sí, somos amigas. Comenzó a reírse con la boca llena. 
—Claro —dice.

La maestra entra y me dirijo a mi nuevo asiento.

—Calíope. 
—¿Cómo? —pregunto. 
—Mi nombre es Calíope. 
—Mucho gusto Lí... 
—Ya sé —interrumpe—. Lía Aleya. Me da una sonrisa algo siniestra.




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