Travis
—Travis, abre la puerta. — Mi hermano debía llevar casi media hora fuera de mi apartamento. No quería verlo, no quería ver a nadie en realidad. No tenía ganas de tener que hablar con nadie. — Voy a pasar toda la noche aquí afuera si no me dejas entrar.
—Vete. — Grité, desde el sillón de la sala, en el cual me encontraba sentado. — Vete de una maldita vez Matteo, no quiero que nadie me moleste.
—Quiero hablar contigo unos minutos, luego me voy y te dejo tranquilo. — Soltó, pero lo ignoré. — Lo prometo. — Volvió a hablar, al ver que no pensaba responderle. —Mi hermano podían llegar a ser una persona muy insoportable si se lo proponía, así que tenía bien en claro que, la única forma que había para que me dejara tranquilo, era que lo dejara entrar en mi casa.
—Cinco minutos Matteo, y te marchas, sino te saco a patadas de mi casa. — Grité. —De mala manera me levanté del sofá, y caminé hacia la puerta para abrirla. —¿Por qué eres tan insoportable? - Pregunté, cuando este ya se encontraba dentro de mi apartamento.
—No soy insoportable. — Se defendió. — Solo quería ver si te encontrabas bien. — Caminó hacia la sala, y comenzó a mirar en todas las direcciones, sin al menos, intentar disimular que buscaba algo.
—¿Qué buscas Matteo? — Pregunté. Sentía que cada vez se me terminaba un poco más la paciencia, y mi mal humor aumentaba.
— ¿Has estado bebiendo? —Preguntó, esta vez caminando hacia la cocina.
—¿Tú piensas que voy a caer tan bajo por ella? —Caminé de manera amenazante hacia él. — ¿Crees que ella lo merece? — Pregunté, y antes de que pudiera contestarme, continué hablando. — No, no se merece absolutamente nada, si quiso irse, entonces bien, que se vaya, y espero que no vuelva, que se pudra bien en el infierno. — Grité tan fuerte como pude. — Porque es eso lo que ella se merece, pudrirse bien en el infierno. — Golpeé tan fuerte como pude la pared.
—En vez de hacerte el fuerte, y seguir fingiendo que nada de esto te importa, yo te aconsejo, si me lo permites, que esperes a poder comunicarte con ella, las cosas hablando se solucionan, conozco a Sav...— No deje que terminara de hablar, no quería seguir escuchando las estupideces que salían de su boca.
— ¿Qué la conoces dices? — Reí en forma de burla. — Yo llevo viviendo tres años con ella, y mira — Señalé hacía alguna parte de la cocina, sin saber realmente que era lo que hacía. — ¿Te piensas que la conoces?
—Sí. — Respondió seguro. — Y también te conozco a ti, y sé que ella no se iría solo porque sí, tiene que haber estado ya harta de tí.
—Vete. — Pedí, haciendo mi mayor esfuerzo por no darle con mi puño en la cara. — Vete de aquí si vas a defenderla como todos, quiero que te vayas ya mismo de mi casa, y no vuelvas más, porque no tengo ganas de verte, y mucho menos te necesito.
—Cálmate. — Pidió, acercándose a mí. — ¿Qué te sucede? Solo estoy aquí porque realmente quiero ayudarte.
—Tu manera de ayudar es una completa mierda. — Dije, saliendo de la cocina para volver a la sala de estar. Podía sentir sus pasos detrás de mí.
— ¿Qué pasa aquí? —Preguntó mi madre, entrando también en el apartamento. — Se escuchan los gritos desde el final del pasillo.
—Nada mamá ¿Sabes qué pasa? — Mi madre lo miró, esperando que siguiera hablando. —Que tu hijo es un completo imbécil, eso pasa. —Respondió Matteo a su propia pregunta. — No quiere admitir que esta vez no tiene razón, y tampoco hace nada para solucionar las cosas que hace mal. Es un jodido orgulloso.
—Bueno, Matteo. — Mi madre lo miró, pidiéndole con un gesto que dejara de hablar. — Ve a casa mejor, y déjame con Travis a solas por favor. — Pidió, y a mi hermano no le quedó otra que obedecer. Salió de la casa, cerrando la puerta de un golpe. —¿Qué sucede mi vida? —Preguntó, estirando su mano, para acariciar una de mis mejillas.
—Ya debes saberlo, a estas alturas, todos en la familia deben estar al tanto. — Respondí. No quería ni siquiera tener que decirlo. Dolía.
—Sí, tienes razón. — Llevó su mano hacía mi hombro y la apoyó en él. — Y no es mi intención agobiarte con preguntas, que se, que no quieres responder. — Se lo agradecí realmente. — Tienes que estar tranquilo mi amor, y pensar las cosas con la cabeza en frío, porque si tomas decisiones en este momento, seguro que nada terminará bien. Sé que tú la amas, y ella te ama también a ti.
—No mamá, deja de intentar consolarme, está más que claro que Savannah no me ama. —No quería seguir escuchando más mentiras. — Ella se marchó, así, sin más.
—Sí, lo sé, y no debe ser nada lindo. — Suspiró. — Pero en las relaciones siempre pasan cosas así, yo también me he ido de la casa cuando ya no soportaba más a tu padre. Pero siempre conseguimos solucionar nuestros problemas.
—Entiendo lo que quieres decir mamá, pero no pienso de esa manera. — Me alejé de mi madre, y tomé asiento en el sofá. — Sav tomó una decisión, sin importarle nada que no sea ella misma, por lo tanto, yo voy a seguir con mi vida.
—¿Por qué mejor no te tomas un avión a Rafina? — Preguntó, tomando asiento a mi lado.
—No lo haré, no voy a correr tras ella. — Contesté. Había estado toda la tarde a punto de salir corriendo a tomar el primer avión que encontrara para ir a buscarla, pero al final, había decidido no hacerlo. No iba a ser el idiota que corría tras la mujer que lo había dejado.
—Está bien Travis. — Suspiró. — Pero estoy segura de que eso es lo que ella espera, y si lo hicieras, en dos días volverían a su vida normal. Te evitarías tanto sufrimiento para ambos.
— Y por esa razón es que no lo haré. — Pasé mis manos por mi rostro. — No haré lo que Savannah quiere, voy a mandarle todo lo que es de ella a casa de sus padres, y lo que necesite a Rafina. Pero no la quiero ver más aquí.