—Y me caí de cara, se me rompió la nariz—dijo Santi—sin duda la experiencia más dolorosa de mi vida—concluyó.
Habíamos estado hablado de nuestros momentos más humildes, Nora contó cuando fingió-y se disfrazó-ser mayor de edad para entrar a un bar porque había un artista que le gustaba, Luna comentó que el año pasado se había asustado por qué pensó que sus padres habían descubierto una de sus mentiritas y había hecho un desastre en el cuarto de sus padres buscando el cuaderno—que supuestamente ellos habían tomado y donde guardaba dinero de los conciertos y notas de las clases de canto—que todo el tiempo estuvo en su bolso. Olivia contó que se dejó maquillar por su primita pequeña, se le olvidó quitarse el maquillaje y fue a cenar como un payaso. Finalmente yo conté la vez que pensé que mi gato se había perdido e hice un escándalo, al final estaba dormido dentro de mi clóset.
Nos reímos de la anécdota de Santi.
—Ahora vas tú Edgar—dije mirándolo con una sonrisa, le ofrecí un malvavisco a la fogata que yo había estado haciendo y él lo aceptó con un gracias—.
—Mmh…—sonrió algo más relajado—no sé qué podría contar—miró a su hermana y esta también se puso pensativa—.
—Podría ser, la vez de lo de las escaleras—dijo Olivia, pero bajo la mirada, noté algo de tristeza en ella, pero fue solo un momento—o cuando estábamos en la tienda esa y…
Edgar soltó un risita y asintió.
—Era verano, tuve un pequeño accidente al caerme por las escaleras, me rompí un brazo—empezó—tenía el brazo enyesado y pues acompañé a Liv a una tienda a la que ella quería ir desde hace mucho, lo que pasa es que no era cualquier tienda, era una de marca—suspiró— cómo adivinarán no soy muy conocedor en marcas, pensé que era una tienda comuna aunque he de admitir que se veía muy pipiris nice *como lujosa o cara*
Algunos soltamos una risita.
—Mientras Liv se probaba la ropa me fui a dar una vuelta, un chico me empezó a atender y me mostró un poco de ropa ahí, la cosa es que una chica se me acerco y me empezó a hablar después de un rato, diciendo cosas como que era una tienda muy prestigiosa pero que lamentablemente todo estaba carísimo—prosiguió, yo lo miraba atentamente mientras relataba la anécdota—la chica hablaba hasta por los codos, y yo no soy muy hablantín que digamos, entonces cuando escuché a Liv llamándome sentí un alivio, me tropecé y al tener el brazo enyesado no me pude agarrar y bote un maniquí que había y…—suspiró—vaya desastre.
Soltamos risitas.
—¿Cómo reaccionaron los de la tienda?—preguntó Luna
—El chico me miró apenado y el resto me miró horrible, me analizaron entero, la chica me ayudó a levantarme y el ambiente en la tienda cambió, todos los clientes me observaban, algunos con pena y otros con desprecio, le dije a Olivia que eligiera 3 o 4 prendas de ropa para así no quedar mal.
Olivo se empezó a reír.
—Sentí mucha vergüenza pero a la vez me dio mucha risa, no se imaginan la cara que tenía Edgar cuando me lo contó.
La risa de ella nos contagió y reímos.
La conversación prosiguió, hablando de algunas cosas cotidianas como el colegio, sobre la fiesta y el concierto, comida y de más.
—¿No tienen frío?—preguntó Luna luego de un rato—.
—La verdad sí—respondió Olivia
—Vamos a buscar mantas—dije levantándome y estirándome, moví las llaves de la cabaña en mis manos, el resto se levantó también—.
Santi y Nora prendieron las luces de sus celulares mientras yo abría la puerta de la cabaña, entramos.
Busqué el interruptor para prender las luces y las prendí.
La cabaña era de madera, mantenía un estilo rústico, tenía un concepto abierto cuando entras lo primero que ves al lado derecho era la cocina y un pequeño comedor y tres puertas que supongo eran el baño y habitaciones.Mientras que en el lado izquierdo lo que ves es una salita con dos sillones y un sofá, una mesita de café y estanterías, una de las estanterías tenía unas cajas de juegos de mesas, fotografías y pinturas de paisajes, también unas figuritas que recordaban a las de un museo de arte precolombino, la otra estantería estaba repleta de libros de todos colores y tamaños.
Edgar se acercó a esta última estantería y empezó a revisar y inspeccionar los volúmenes, mientras Nora y Luna iban a buscar las mantas y Olivia y Santi se sentaban en los sofás, me acerqué a Edgar y miré que miraba los títulos con aprecio, noté un brillo en sus ojos y no pude evitar sonreír.
Edgar sacó uno de los títulos que reconocí como Sense and Sensibility by a Lady (Jane Austen).
—Este libro es de 1811, es la primera novela que publicó Jane Austen—me comentó Edgar—No se tradujo al español hasta 1996… Esta es la edición en inglés claramente, aunque es extraño, Costa Rica no tuvo biblioteca hasta 1873…y el libro se ve bastante antiguo… ¿de dónde lo sacarían?Puede que un inquilino extranjero lo dejara aquí…—Edgar abrió el libro por la mitad y un montón de cartas antiguas cayeron al suelo—.
—¿Pero que….?—me agaché y recogí las cartas, eran cinco sobres, tres de ellos tenían escrito con una letra cursiva el nombre de Carmen y los otros dos con una letra distinta pero en cursiva igual el nombre de Zacarías, levanté la mirada hacia Edgar que miraba las cartas con curiosidad, nuestras miradas se encontraron, lo miré con emoción ¿Cartas del pasado? Eso sí es interesante ¿no?—Leamóslas.
Nos sentamos junto a Olivia y Santi, ellos nos miraron—o más bien miraron las cartas con curiosidad—nosotros hicimos caso omiso a sus miradas. Tome una de las cartas con el nombre Carmen y la inspeccione, en una letra sumamente pequeña había escrita fecha en una esquina 23 de Agosto, 1825.
—Son de después de la independencia…—la independencia de Costa Rica fue el 15 de septiembre de 1821—la voy a abrir—anuncié y saqué la carta que había dentro del sobre, empecé a leer en voz alta—Buenas, Zacarías. Soy Carmen, la hija de el comerciante y exportador, Juan, nos conocimos en la iglesia, espero que me recuerdes con agrado, dijiste que te escribiera y aquí estoy haciéndolo. ¿Cómo has estado? Por mi parte sigo igual que siempre, ayudo a mamá en los quehaceres del hogar y leo los libros que me trae mi padre de sus viajes de trabajo. Espero que podamos seguir hablándonos, te dejo la carta donde me indicaste, en la iglesia con la monja Dolores, ella deja la carta en tu libro de oraciones y así nos podemos comunicar, me parece una estrategia bastante buena sin embargo temo que la monja abra mi carta y lea los versos que con tanto ahínco te escribo, se que no debo pensar así de una mujer del señor pero soy bastante pesimista a veces. Espero ansiosa tu carta Zacarias. Con amor tu querida Carmen.