Per il bene della famiglia.
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Antes.
22 de febrero.
Los De Luca's se encontraban reunidos en la mesa familiar, en esta se llevaba a cabo una cena un poco cálida y afectuosa entre los progenitores y sus dos hijas. Los temas que tocaban no eran importantes, llegaban a ser casi triviales, sus padres solo querían saber qué les hacía falta para mejorar ese momento... Tal vez la falta de honestidad hacia sus hijas...
Pero Dante, el mejor padre del mundo, según sus hijas, aún dudaba si sería correcto el hecho de cambiar las perfectas vidas de sus princesas.
«Tal vez Ava sí debería saberlo» pensaba repetidas veces mientras sonreía a sus hijas, las cuales relataban con mucho animo a sus padres el hermoso fin de semanas que planeaban tener con sus abuelos en Venecia, lugar de origen de su madre.
La emoción se palpaba en la voz de sus hijas, a pesar de que ello no fuera siquiera tangible, y no es para menos Venecia es una ciudad preciosa.
Beatríz por su parte se replanteaba que cualquier decisión que su esposo tomase ella la apoyaría. Y si bien pensaba que ya a los dieciocho años de edad, Ava debería saber la verdad que envolvía a toda su familia.
-Bueno, madre, aún creo que deberías venir con nosotras. Mis nonnos te extrañan-Habló Ava con pesar.
Su madre solo suspiró, aún seguía peleada con su familia ¿Y que se podía hacer ante el amor que sentía Beatriz por Dante? Soportar tantos años para volver a verle, esperar a que aquel hombre que amaba regresara al culminar sus estudios en el exterior...
Lástima que nada era cierto.
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La cruel verdad había sido que el difunto abuelo de Beatrice la había vendido al hombre más importante para la mafia en su momento, ésta por supuesto escapó, volvió a su hogar para cuando su abuelo agonizaba le perdonó, después de todo él obtendría un castigo divino del que todos hablan. Beatriz seguía fiel a sus costumbres y creencias, si se uniría a un hombre sería al amarlo, al ser aquel hombre la ayuda idónea plasmada en la biblia, en su santa creencia. Para luego de la muerte del anciano, Beatriz al ser la mayor de sus hermanas, heredaría una gran fortuna, sin embargo estaba enojada, enojada con el mundo y con sus padres al permitir aquella injusticia que se cometió en su contra, más que perder a su familia, perdió su pureza, a manos de un ser despiadado, alguien que nunca jamás ni en un mismísimo sueño sería capaz de amar, y sin más abdicó, abdicó a ser de la nobleza italiana, por así decirlo... Y por el contrario de sus hermanas, se obtuvo de tocar un quinto para siquiera beber agua, ella obtuvo dinero por su sudor y en el transcurso encontró el amor, lástima que aquella historia la persiguiera de por vida
-Acepto-Dijo sin dudar, uniendo su vida al hombre que amaba y a un futuro no tan diferente del anterior.
Todo sea por el amor.
***
-Lo siento tanto niñas, pero no puedo... Estas últimas semanas una nueva línea de ropa será lanzada, su diseñadora debe estar presente. -Y no mentía, Beatriz luego de casarse se dió la oportunidad de estudiar, convirtiéndose en una gran y reconocida diseñadora.
-Está bien, mamá-Dijo Ava. -Padre, ¿Va todo bien en la oficina?
Un atisbo de esperanza cruzó por los iris del mayor. Soñaba con que su primogénita se interesara en la empresa a pesar de que sus energías estaban puestas en ser una gran doctora, nunca perdía las esperanza de verla algún día como sus sucesora, después de todo era lo que todo un De Luca soñaría, poniendo por encima de todo los deseos de sus herederos.
-Todo va en orden, cariño. Tal vez algún día puedas pasarte y ayudarme, quién sabe si te das cuenta de que no es tan aburrido como crees.
-Nunca dije que fuera aburrido, pero sinceramente un consultorio es mi lugar. Sin embargo, no está de más preguntar, todo lo que involucre a esta familia tiene mi completa atención.
-Entiendo perfectamente, pequeña.
-Te haz mantenido callada por mucho tiempo, ¿Ocurre algo?-La mujer de rizos dorados y característicos labios rojos preguntó a su hija menor, a la pequeña Adeline y es que para nadie es un secreto que con tan sólo siete años la niña representaba la madurez que en ocasiones a sus familiares les faltaba.
Ella asintió, siempre estando dispuesta a contar y abrirse a su familia;-Estoy muy triste...
-¿Qué ha ocurrido, solecito?-Pregunta su padre desde el otro extremo de la mesa la cual no era muy grande, era justo como la necesitaban, ni tan cerca, ni tan lejos. Una familia estable.
La pequeña Adeline sonrió a su padre, siempre mostrando la inclinación de cariño que sentía hacia éste, aunque a decir verdad no tenían tanto parecido, lo único que había obtenido de su padre habían sido sus hermosos ojos azules, Ava y ella los habían heredado, pero al contrario del cabello castaño oscuro de su padre, ellas lo tenían rubio como su madre, su piel no era acaramelada como la de su padre. Sin embargo, le encantaba decir que era muy parecida a él. -Vamos solecito, cuéntanos.
Los apodos para Dante De Luca eran algo esencial, solía llamar solecito, a Adeline por su característico carácter, por sus travesuras e incluso la forma en la que iluminaba sus vidas.
Ella era su sol.
-Pues, Rosani, va a mudarse-sollozó-, sé lo bobo que es llorar por eso papi, pero en serio no quiero que me olvide. Es mi mejor amiga.