Ava.
Era el día, el tan esperado cumpleaños de mi madre, conociéndola es muy probable que se encontraba contenta de llegar a los 45 conservando aquella apariencia joven y fina que tanto adora.
Luego de asearme bajo hasta la sala, dónde una ola de satisfacción llega a mi al ver un gran ramo de 45 rosas rojas y un cofre aterciopelado, el regalo de mi madre había llegado tal como lo exigí. En el interior de aquel cofre medio abierto se apreciaba un hermoso collar con perlas auténticas. Sonreí orgullosa a pesar de haber pagado una fortuna, todo lo valía.
Era poco más de las nueve de la mañana, sigo mi camino hasta la cocina dispuesta a tomar un tazón de cereal y así desayunar, al posar mi mano en el frigorífico aprecio aquel anillo de promesa que Nicolás me obsequio días atrás, el oro rosa hace un contraste muy satisfactorio con mi piel y esas diminutas piedras atraen toda la atención, es perfecto, caigo en cuenta de que la empleada se encuentra allí, observándome en silencio, le saludo, sonrío y me dispongo a desayunar.
Apreciaba el silencio, más sin embargo no duró mucho, el tacón de mi madre hacia eco por toda la mansión, caminando de un sitio a otro, realizando llamadas a agencias de festejos e invitados para confirmar, ella quería asegurarse de que toda su fiesta saliera a la perfección. Mientras tanto, según lo acordado, mi prometido debía encargarse de la seguridad, cosa en la que Doug ayudaría.
—¿Qué tal dormiste querida?—Pregunta mi padre entrando a la cocina. Seguidamente la empleada le sirve un poco de café al verlo entrar.
—Muy bien papá, ¿Qué tal tú?
—No muy bien, pasamos toda la noche planeando que todo salga según lo acordado—Responde, sus palabras me dan a entender que Nicolás tampoco paso una buena noche.
—Tengo está extraña sensación de que por esta vez no pasará nada malo—Digo en un intento de tranquilizarlo.
—Aprecio el esfuerzo Ava, pero ambos sabemos lo que está en juego—Dice con calma.
—Desearía seguir ayudando pero debo hacer unas cosas en el hospital—Informo poniéndome de pie y acudiendo a mi habitación.
Al entrar Erika y Angelina están despertando y me sonríen.
—¿Qué tal durmieron?
—Increíble, agradezco que nos dejes dormir en tu habitación Ava—Dice Angelina.
—Con todo lo que ya sabemos, dormir solas en la habitación de huéspedes es un poquito aterrador—Agrega Erika haciéndome sentir un poco mal.
—Yo solo espero que hoy no ocurra una tragedia —Digo suspirando.
—Venga ya, que hoy tenemos que divertirnos.—Anima Erika frotando mis hombros para calmarme.
—Bueno, pero tampoco vamos a hacernos de la vista gorda Erika—Riñe Angelina—, podemos divertirnos y también estar al pendiente de la situación.
—Gracias por todo chicas, no se que haría sin ustedes—Agradezco con diversión, verlas en estás situaciones me trae recuerdos.
Recuerdos de Vietnam.
Las chicas me abrazan para luego ser interrumpidas por Nicolás, quien entra a mi habitación sin avisar, ni anunciarse; como Pedro por su casa.
—Hola chicas, ¿puedo hablar con Ava un momento?—Pregunta sin dirigirme la mirada. En este punto me pregunto si habré hecho algo mal.
Las chicas asienten tras saludarlo y se retiran.
—¿Hola?—Saludo.
—Supe que hoy darás de alta a Garibaldi—Va al grano, Nicolás siendo Nicolás.
—Si, era algo que debía haber hecho hace rato ya...
—Perfecto—Murmura pensativo.
—¿Qué está pasando? No puedes entrar a mi habitación sin tocar, sacar a mis amigas y luego solo decir "perfecto"
—Ava, hoy no, por favor—Suplica—, hoy no quiero distraerme cariño, entiendo que no quieres formar parte de esto, pero nos encontramos es una situación delicada, tus padres y yo, de cierta forma que seas la médico de Garibaldi es una ventaja.
—¿Por qué?
—El siguiente era Garibaldi, no se por que razón fallaron—Continua pensativo—, pero una persona enfocada en cumplir su objetivo...
—Volverá a atacar...
—Exacto.
—¿Entonces que propones?
—Garibaldi no puede ser dado de alta, o al menos no hoy, si tienes razón y están siguiendo un patrón, no atacarán a nadie más que Garibaldi.
—No puedo mantenerlo un día más en el hospital, no cuento con esa autoridad Nick. —Mi respuesta lo hace dudar.
—Entonces, se quedará en mi casa...
—¿Estás seguro?
—En este momento no hay lugar más seguro que ésta casa y la mía.
—Nada de lo que dices me tranquiliza Nicolás—Confieso—, al estar en tu casa podría convertirse en un enfrentamiento, podríais salir heridos ambos, la idea de que pueda pasar algo me deja intranquila y preocupada. Garibaldi es un hombre que se ha ganado mi total respeto y tú... Ya no me pareces tan desagradable de cualquier modo.
Sonríe esperanzado y se acerca para abrazarme, sin reprochar acepto el abrazo, sorprendiéndome por el beso que deja en mi coronilla.
—Nada va a pasarme, bonita—Dice aún pegado a mi. — Alístate, yo te llevo al hospital, sirve que saludo a mi viejo amigo.
Se aparta de mi y sale de mi habitación dejándome para prepararme.
Luego de un suspiro tomo una ducha corta y prosigo a vestirme. Unos pantalones blancos de gabardina, una camisa de botones color cian, tacones blancos, poco maquillaje y mi cabello suelto son mi mejor opción.
Bajo nuevamente a la sala dónde me encuentro a mi madre conversando plácidamente con mis amigas y mi padre. Adela me observa sonriente sin emitir palabra alguna.
—¡Feliz cumpleaños Madre!—Digo con emoción y ella se gira a abrazarme.
—Te agradezco el pequeño detalle, que se me verá hermoso—Responde con alegría.
No me pasa desapercibida la palabra pequeño.
—Espero que llegues temprano—Dice Adela en forma de reproche y solo me limito a reír.
—Bueno, hermanita, eso no depende mucho de mi.
—¿Lista?—Pregunta mi prometido ya vestido con sus habituales trajes. Asiento y lo sigo hasta la salida, subimos a su Ranger Rover y conduce hasta el hospital.