Me desperté con un gran dolor de cabeza, estaba algo inquieta, una pesadilla más, últimamente tenía muchas.
Vi correr el reloj minuto a minuto, realmente odiaba la idea de levantarme y dejar mi cómoda cama, así que preferí mirar el techo, dejar a mi mente imaginar un rato, cerré los ojos y recordé mi infancia en la que tenía 8 años mi mayor preocupación era no recibir un regalo en navidad o perder el año, no había nada más importante que aquello -una sonrisa tonta se forma en mis labios- fueron hermosos años. Recuerdo que solía visitar a los abuelos muy seguido, escuchaba las historias del abuelo mientras la abuela me hacía galletas de avena, solía dejarlas en la mesa cerca a la ventana para que así pudiese ver la nieve caer. Fue hace tanto tiempo, que me da algo de nostalgia recordarlo... el abuelo ya no está, la abuela prefirió vivir en la capital con mi padre y conmigo.
Irme de la ciudad no fue tan fácil, cuando decidí volver al pueblo lo hice sin ninguna aprobación de mi familia. Un día, solo dejé todo, incluida la universidad, empaqué lo necesario y volví a este pueblo, tengo deudas para toda una vida, mi padre y mi abuela estarán enojados conmigo hasta el día en que muera, pero yo decidí cambiar todo.
Cambié, sí, pero, ¿no era eso lo que quería? Irme y que no me conocieran. la verdad, ya no sabía lo que quería. Pero una parte de mí encontró algo que anhelaba, independencia, sin reglas y la magnífica compañía de la dulce soledad.
-Vamos Lucy, ¿tú querías vivir la vida no?, ahora, vive, ¡felices 23! Maldita vida, aguántame otro año— me dije a mi misma con algo de tristeza, mala vida buena cara o como se diga, da igual.
En media hora estaba dirigiéndome al trabajo, cerca de la iglesia, al pasar por allí se me eriza la piel, no tiene nada bonito, podría decirse que le rezan al diablo, a decir verdad, su fachada era horrible.
Entre más me acercaba al supermercado donde trabajaba, más consciente me hacía de que me despedirán, hasta yo lo haría, era la peor en ese trabajo y no es que hiciera mucho.
Una cuadra antes de llegar, vi a Alexa, me sonrió apenas me vio, ella era especial tenía un brillo y carisma que no pasa desapercibido, además de ser una mujer realmente bella, era admirable.
—Lucy, llegas tarde—me dice con algo de burla en su voz—trabajas a las 9, y aun así te quedaste en el bar hasta las 6, no sé si eres valiente o una idiota.
—bueno yo era la cumpleañera y quería diversión—le respondo con una felicidad algo falsa
—ya me imagino—dice—me siento feliz de que uses mi regalo—señala las botas—no sabía que te gustaría, supongo que fue una madrugada alocada, en fin. Hoy no hay trabajo vuelve a tu casa y descansa
—¿no hay trabajo? — pregunté con cierta emoción y duda a la vez, pensé que solo me quería tomar del pelo y hacerme una falsa ilusión.
—no, no hay, ¿tan mal estabas que no viste el mensaje de la jefa? Definitivamente no tienes remedio, solo ve a casa a descansar, en la tarde te llevaré algo de comer
—no se diga dos veces, nos vemos—y sin nada más que decir, me dirigí a mi casa a pasar una agradable mañana en mi cómoda y agradable cama, dormiría una hora y después iría a recoger a samantha al aeropuerto
Diablos, llegue muy tarde lo que sigue de tarde, iba a dormir una hora, pero al final termine durmiendo más de la cuenta, se suponía estaría en el aeropuerto cuando ella llegara, ya vi su regaño.
—llegaste tarde—me dice bastante enojada
—estaba en el trabajo—una mentira con buena intención no es tan mala
Ella simplemente me mira con cara de pocos amigos, está muy molesta.
—tengo hambre vamos por algo
—si creo que eso sería lo mejor, hay una panadería por acá cerca vamos
Ella con un asentimiento de cabeza solo me sigue, hace meses que no la veía, al parecer se cortó el cabello, le queda bien.
Por suerte el lugar está desocupado,samantha me habla de cómo esta las cosas en casa, de como sigue la abuela y como está todo en la universidad
— deberías llamarlos
— no creo que sea una buena idea
— cómo puedes decir eso, habla con ellos, te extrañan
— tal vez mañana
— bien sabes que ese mañana talvez no llegue
Y así se quedó la conversación ella siguió comiendo, con un rostro algo deprimido como si algo estuviera mal, esta extraña diferente, pero siento que no tengo el derecho a preguntar, no me acostumbro a ella
Mientras miraba la ventana, me doy cuenta de un carro, de él salieron tres hombres y una mujer, ella es alta como una modelo, ellos eran guapos y tal vez eso se quedaba corto, jamás los había visto y siendo un pueblo pequeño me sorprendía no haber escuchado rumores de ellos
Ellos se ven ajenos a todas las miradas que les lanzan algunas mujeres, incluso las mayores, me congelo cuando uno de ellos me mira siento como la sangre sube por mis mejillas, ahora si parezco acosadora, me mira por un corto tiempo, me da una leve sonrisa y sigue caminando con los otros dos y ella.
¿Quiénes son?
Naomi, pareces un tomate—me dice samanta mientras señala mis mejillas y si sé que parezco un tomate —dime que no imaginaste cosas obscenas, mientras comes, ten algo de respeto estoy a tu lado comiendo—me dice con cara de indignación, me da una leve sonrisa y esa es mi señal de que está bromeando
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Editado: 19.11.2024