Se había establecido un consejo temporal justo al pasar la entrada al mundo elemental, frente a los edificios cercanos a la calle principal. Pero muy lejos del que era el palacio imperial. Aquel edificio se había edificado únicamente para llenar el vacío de poder, era una solución temporal en el mundo elemental, hasta encontrar al heredero al trono. Pero mantener el orden no era fácil, los vencidos fueron perseguidos y masacrados, muchos de ellos murieron brutalmente asesinados. Aquellos padres y hermanos de los fallecidos, encontraron consuelo en la venganza. Poco a poco, la cordura y estabilidad regreso. Fue como despertar de una pesadilla de manera muy lenta, una que había dejado tras de sí un rastro de sangre tan profundo que sería difícil de borrar. Todos comenzaron a trabajar junto a las familias reales para reconstruir el mundo de los Elementales. La sociedad estaba resurgiendo de entre sus cenizas, cuál fénix, y con ella, muchos de los secretos de guerra vinieron a la luz. Muchos seguidores afirmaron haber sido manipulados y contaminados por pociones experimentales, la gran mayoría solo mentía, los cobardes solo deseaban evitar la pena capital.
Lo más importante de todo aquel desastre había sido que el nombre de su amado había sido limpiado, había podido ver el nombre del amor de su vida grabado junto a los demás caídos a las entradas de la academia real de magia elemental.
Era una victoria agridulce, él ya no estaba, saber que su nombre había sido limpiado, no le traía ningún consuelo.
Lo siguiente que pudo saber la gente sobre ellos, ni siquiera ella misma lo entendía. Parecía que alguien había logrado encontrar la vieja correspondencia que ambos compartían, su historia de amor había saltado al escrutinio público, la tinta y los comentarios habían llenado la comunidad entera de todo el mundo contando la historia de amor de un profesor y su alumna ante sus asombrados amigos. Ninguno de ellos lo sabía, nunca les había comentado nada, era su más profundo secreto.
Una relación ilícita entre profesor y alumna que destapo el morbo de la gente y también podía retraerles del mundo devastado que les rodeaba. Su foto y la de él habían sido portadas de las revistas y periódicos de la comunidad elemental durante mucho tiempo, habían escrito verdades y mentiras. Muchos periodistas fueron detrás de ella como buitres hasta que, poco a poco, la gente se aburrió de ello y la historia dejo de tener interés.
Pero Camelia no olvidaba.
Sus amigos habían terminado aceptando su pasado y habían intentado seguir como si nada pasara, pero algo se había roto entre ellos.
Ella estaba rota.
El primer año lo había intentado con todas sus fuerzas, había intentado seguir adelante como todos los demás, por su memoria, se lo debía a Sebastián. Le había prometido que lo intentaría y ella siempre cumplía su palabra. Curso el último año en la Academia mágica y trato de encauzar su vida. Estudiaba, dormía, se levantaba, se vestía, comía, paseaba... Pero todo lo hacía como un autómata.
Era una mujer muerta en vida.
Había perdido para siempre sus ganas de vivir... Todo aquel mundo, sin él a su lado, carecía de sentido. No era posible para ella que la vida transcurriera como si nada cuando él ya no existía. Sus amigos la intentaban apoyar, pero en el fondo la habían juzgado, la miraban con asco algunas veces sin entender como había podido hacerlo. No podían entender como ella no deseaba vivir solo por haberlo perdido. Ellos no lo entendían o no deseaban entenderlo, la forma en como su alma misma estaba rota, el cómo su magia incontrolable a causa del dolor la obligaba a tomar fuertes pociones para suprimir su núcleo... Ellos no comprendían, no sabían cómo ella se había podido enamorar de él.
Ellos nunca preguntaron, jamás se les ocurrió pensar que se había enamorado del hombre y no del profesor. De la forma en como su ceño se fruncía al leer un párrafo interesante en algún libro. De cómo disfrutaba los clásicos del mundo mortal como El retrato de Dorian Grey. Nunca en todos esos años le preguntaron cómo comenzó todo.
Nunca les intereso.
Y ella no lo habría ocultado, les habría dicho con gusto que su primer encuentro había sido en la biblioteca de la Academia, les habría contado con lágrimas en los ojos y una sonrisa que él se había ofrecido para ayudarle con los libros que cargaba en ese momento, que pese a su carácter odioso y tosco. Había un hombre cortes y considerado lleno de modales y virtudes que ella poco a poco fue descubriendo, les diría como por accidente lo había visto llegar en la noche herido de gravedad y como ella había ido inmediatamente a su auxilio preocupada por ayudarlo. Les habría dicho todo, sin guardarse nada, porque ella deseaba que lo vieran de una manera menos dura de la cual lo hacían.
Porque él estaba muerto y la única dulzura que conservaba en su memoria para soportar los amargos momentos de la vida, era los momentos que había pasado a su lado, siendo amada por ese hombre de aspecto de ángel demoniaco.
El único hombre que amo cada centímetro de su cuerpo con pasión y que nutrió su mente ávida de conocimiento. El único que realmente supo llenar su alma con su toque y su cariño.
El único que la había cuidado como si fuera el más precioso de los regalos.
Sebastián Morton, había dejado este mundo llevándose por completo el alma de Camelia.
El único que parecía no juzgarla, que verdaderamente se quedaba con ella a consolarla y tratar de ayudarla, era Gabriel. Él había sido el único que se había convertido en su verdadero amigo y único confidente.
Era quien le ayudaba a vivir esa condena que era su vida y quien la motivaba a salir a conocer gente nueva. No le encontraba sentido, pero todos los fines de semana se vestía para asistir a algún lugar con Gabriel donde beberían unos tragos y aceptaría charlar diez minutos con algún desconocido para tratar de cumplir la promesa que le hizo al hombre que amaba.
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Editado: 23.04.2024