POV: Kozume Kenma
Capítulo 1
El bosque me recibió con una brisa fresca que me recordaba que pronto iniciaría el invierno.
Me acerqué al altar, encendiendo un incienso mientras colocaba algunos dulces que recuerdo eran sus favoritos.
Han pasado cuatro años desde la última vez que lo vi. A veces vengo aquí a contarle mi día, pero hoy es diferente.
—Sabes... hoy me mudaré a la ciudad para ir a la universidad —dije—, pero volveré al inicio de cada primavera, lo prometo.
Me quedé en silencio un momento, como si esperara una respuesta en el aire.
—Te extraño tanto —susurré, dejando escapar una lágrima traicionera.
Pasé la manga por mis ojos, limpiándolos. Era un hasta luego, no había por qué llorar... o al menos eso creí.
La universidad fue más aburrida de lo que pensé. Me pasaba la mitad del tiempo anhelando volver al bosque, volver al altar, volver a casa.
El ritual era el mismo: para el final del invierno, ya estaba de regreso para recibir la flor.
Sin embargo, él nunca aparecía frente a mí. Creí que el vacío que dejó estaría ahí para siempre... hasta que ella llegó.
Tetsuro Hanna.
Era la hermana de mi mejor amigo en la universidad, Tetsuro Kuroo. Ambos eran muy energéticos, pero su hermana tenía algo que me atrapó.
Siempre sonreía, buscaba lo positivo en los problemas. Sus ojos color avellana eran tan preciosos que juraba perderme en ellos.
—Deja de mirarla tanto, recuerda que es mi hermana —dijo Kuroo.
—No sé de qué hablas —respondí, sin mirarlo.
No podía ocultarlo. Había algo en ella que me atraía como un imán. No entendía bien qué era, hasta que un día llegó con el cabello pintado de naranja. Entonces lo supe.
Mi fascinación hacia ella era porque, en el fondo, pensaba que si Hinata fuera humano... sería igual a ella.
Intenté alejarme, pero era mi mejor amiga. No podía hacerle eso por mis sentimientos egoístas.
Sin embargo, todo se convirtió en un ciclo del que no podía escapar. La amaba tanto que, cuando se me confesó, no pude decirle que no.
El día de la boda corrí al altar. Me hinqué en silencio a llorar. Sentía que estaba traicionando los sentimientos que alguna vez él me confió.
—Lo siento... de verdad, lo siento —susurré en súplica, esperando que me escuchara, que me mirara, que apareciera y me pidiera que no me casara.
—Pídemelo... y me quedaré contigo —lloré.
Él no apareció. Lo entendía. Fui yo quien lo lastimó primero. Esto era lo mejor. Ella era lo mejor para mí.
La boda fue de cuento. Me aseguré de que tuviera todo lo que le gustaba.
Nos casamos en una preciosa capilla en la ciudad. Pensé en hacerla en el bosque, pero no quería que Hinata me viera.
En el altar le prometí cuidarla, le prometí hacerla feliz... sin embargo, al mirarla, por un momento pude verlo a él.
Ahora me doy cuenta de que hice muchas promesas que no pude cumplir.
—¿Qué te parece este lugar? —pregunté esperanzado.
—¿De verdad quieres vivir aquí, Ken? —dijo inspeccionando la casa.
Realmente no quería separarme de este lugar. Además, era un buen inicio para ambos, y así nos ahorrábamos bastante.
—Sí. Más adelante podría remodelarla a tu gusto. ¿Qué opinas? —La abracé.
—Me gusta esa idea —sonrió—. Además, este lugar es perfecto para criar niños.
Su voz sonaba tan entusiasmada que no pude decirle que esa idea me aterraba.
La siguiente primavera, la puerta sonó como siempre. Sin embargo, ella abrió primero.
—Qué raro, no hay nadie —me miró.
No contesté. Me coloqué a su lado, tomé la flor del piso, miré al bosque y susurré un "gracias".
—¿Qué haces? —preguntó confundida.
Nunca podría decirle la verdad. Había la posibilidad de que no me creyera, así que opté por mentirle.
—Es una tradición. Se dice que hay aluxes aquí y que cada primavera traen una flor para decirnos que nos seguirán protegiendo.
Ella estuvo conforme con esa respuesta.
Unos meses después llegó la noticia: estaba embarazada. Ella estaba tan feliz... en cambio, yo, por segunda vez, sentí un pánico horrible. No pude conciliar el sueño en días. El miedo crecía en mí.
¿Seré buen padre?
¿Seré suficiente?
¿Lo haré bien?
Las preguntas sin respuesta eran interminables. Para colmo, el trabajo me exigía cambiar de residencia, así que tendría que dejar mi amado bosque.
Me mudé a la ciudad. Esta vez no pude despedirme. Era lo mejor. Ya habían pasado años. Estaba a punto de formar una familia... era lo mejor.
Ocho meses después llegó mi preciosa niña. Al verla por primera vez, el vacío que alguna vez sentí desapareció. Su mirada curiosa, su sonrisa... todo en ella era perfecto para mí.
Nikté.
La llamé como mi flor favorita. Podré haber salido del bosque, pero el bosque no salía de mí. Hanna estuvo de acuerdo.
Nikté era una niña tan energética como su madre. Corría de un lado a otro. Lo que más me fascinó fue su actividad favorita: siempre me traía flores del parque. Verla correr mientras las recolectaba me hizo recordar, por un momento, a él.
El corazón se me detuvo.
“No debería estar pensando en eso”, me dije, intentando convencerme de que era un momento de debilidad, que todo estaba bien.
Finalmente, sentía que todo encajaba. Tenía un buen trabajo, una casa, una esposa perfecta, una hija, un mejor amigo... no podía pedir más. O eso pensaba.
Una noche, todo cambió. Todo lucía bien. El clima era agradable, el cielo estaba despejado y se podía ver la luna. Mi hija se acercó a mí.
—Papi, ¿tú crees en los aluxes? —dijo con inocencia.
—¿De qué hablas? —pregunté, asustado.
—La abuela dice que tenías un amigo alux, pero mamá...
—¿De qué hablas? ¡Ellos no existen! —interrumpió Hanna.
—¡No vuelvas a decir eso! —Mi voz salió áspera.
Hanna lo notó. Frunció el ceño y, hablando más suave, dijo:
—Es momento de que lo aceptes. Eso es una tontería.