Capítulo XXXVI
"Por ella"
Narra Keng (niño)
Ver el rostro feo de Martin a primera hora de la mañana no es mi parte favorita del día. A pesar que, debo admitir que si no hubiese sudo por el huesudo este, no sé qué sería de mí y mi hermana si nos hubieran pillado con todas las cámaras de seguridad y José en los pasillos.
•••Flashback•••
— Mitsuki.... —susurré en un grito— Mitsuki, despierta.
Cuando la vi paralizada, pensé que solo era un shock momentáneo y que se le pasaría, cogería los papeles y nos iríamos, pero no. Cayó al suelo inmóvil, sin reaccionar, sin moverse. No pestañeaba ni me hablaba, su vista estaba ida y yo me empecé a asustar mucho.
Las manos me temblaban cuando puse su cabeza en mis piernas y le di leves golpes en las mejillas para que reaccionara. Me quedé sin fuerzas, a tal punto de no poder sacudirla de hombros como debía.
Escuché los pasos de alguien acercándose y solo miré a la puerta, en ese momento pensé que estábamos jodidos. Nos pillaron, mamá nos iba a castigar y yo no volvería a ver a Cristina nunca más porque me iban a encerrar en un calabozo por haber cometido un crimen del cual solo fui cómplice arrastrado por las tentaciones de agentes.
Aguanté el aire cuando ví los pies de José detenerse enfrente de la puerta.
— ¿José? —habló alguien medio ronco, creo que por el boqui toqui onli loqui— ven al puesto de mando.
El hombre de grandes botas se alejó a zancadas largas y rápidas. Y yo, por fin, pude volver a respirar....
— ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago?
Mis rápidos respiros sofocaban a mis pulmones, sentía el aire frío por mis fosas nasales. No sabía qué hacer.... estábamos allí gracias a los poderes de mí hermana. Las cámaras nos verían si salía en ese momento. Y no podía llamar a nadie porque sería peor.
"Mejor es pedir perdón a que te dé un paro cardíaco"
Mi consciencia hace unos días marcó presencia, desde entonces he conversado mucho con ella.
En ese momento pensé que debía seguirle consejo. Pero no, no podía.
"Eres la única esperanza, campeón"
Y me convenció. Que puedo decir, soy adicto a los piropos. Yo era nuestra única esperanza y que mejor anécdota para Cris que contarle que su hermoso héroe, ósea yo, es un héroe de verdad.
— Esto es por tí, Cristina.... —apreté mis dientes, arrastrando a mí hermana por sus brazos.
La dejé en orientación vertical y me coloqué enfrente de sus talones. Tomé sus muñecas nuevamente y tiré hacia mí. Logré levantarla y mantenerla en pie, volteé lentamente hasta dejarla caer sobre mi espalda. Me incliné hacia adelante, intentando que la gota de sudor no se metiera en mis ojos; la dejé caer sobre mi espalda y la cargué en caballito.
— Pesa mucho.... —intenté controlar mi respiración y, cuando por fin lo hice, saqué rápido una mano y cogí las llaves.
Asomé un ojo discretamente al pasillo con una tenue luz roja y no había nadie cerca. Los bombillos rojos de la cámara parpadeaban; solo espero a qué mi hermana mañana borre las grabaciones y que ningún guardia esté mirando ahora mismo.
Cerré la puerta y me alisté, a la de tres saldría corriendo por los pasillos de regreso a la habitación. Y así fue. Corrí con mi vida yéndose en cada suspiro. Pero a dos pisos, en una curva, unos guardias venían caminando. Y tuve que esconderme rápido en un punto ciego, en un rincón negro y rezar porqué a ninguno se le ocurriera alumbrar con sus linternas ni que Mitsuki se encendiera de repente.
— Me dijo que no, que necesitaba tiempo —escuché decir a uno y cerré mi boca. El aire frío salía por mi nariz como tren a todo vapor. Estaba súper sofocado.
— Entonces decidí darle su tiempo, pero resulta que ella no quería eso.
Pensé en soltarle como voz espiritual: "si te lo dijo lloriqueando, claro que no". Pero me contuve.
— Casi me castra cuando iba saliendo por la puerta —volvió a hablar.
— Viejo, con las mujeres uno nunca da en el clavo. Siempre falta algo —le dijo él que iba a su lado.
Qué idiotas eran y son, no saben tratar con ninguna mujer, por eso andan lamentando siempre. Los he visto ya, totales fracasos.
— Estoy pensando en tomarme un respiro de tantas relaciones amorosas —movió su arma, enfrente suyo y sonriendo, se fueron por otra esquina.
Lo mejor que hará es dejarla, la salvará.
— Mmm.... —Mitsuki se removió algo, o eso pensé. Sólo sentí la baba en mi cuello y vi uno de sus dedos moverse de golpe.
Si se hubiera despertado en ese momento, hubiera sido lo mejor. Y me quedé mirándola por el rabillo, por unos segundos. A su fortuna, siguió inconsciente. Me cuestioné: ¿en qué peces pensaba? Claro que me dejaría a mí solo en todos eso. Le encanta molestarme.
Me aseguré de no escuchar a nadie más y salí de ahí despavorido. Como pavo perseguido. Unos metros después, un calambre me hizo flexionar una rodilla y tambalearme hasta casi caer. La pierna derecha no me la sentía. Pegué a Mitsuki contra la pared y la deje caer lentamente hasta que estuviera sentada. Todo eso apoyado solo de un pie. Me temblaban los tobillos y, al no poder mover mi pierna, los nervios me invadieron.
Nos iban a pillar. Era obvio. Adiós Keng y su hermoso y suave cabello castaño claro. Debía hacer algo, me faltaba solo una escalera y era la más empinada. No podía moverme y Mitsuki ya se me hacía demasiado pesada. Además, habían bastantes guardias en ese piso, alguien debía distraerlos.
Y se me ocurrió. En ese momento, agradecí haber hecho confidencias con Martin. Sobre todo, el niñito por Mitsuki hace cualquier burrada. Usaría eso a mi favor.
Mi consciencia pensó: "Esperemos que no se espante"
Y yo por otro lado, deseé que se espantara.
<~"Despierta Martín.... —estaba imitando una voz de niña fina, una parecida a la de mi hermana— soy tu princesa y quiero besarte…"~>
Sentí que su subconsciente volvía a activarse y repetí.
<~"Mitsuki necesita tu ayuda, ¿quieres ser un héroe"~>
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Editado: 21.06.2025