Princesa del diablo.

Capítulo XXIII

Capítulo XXIII

"Secuestrado"

Narra la autora.

Dos horas y media antes.

Iban entre la multitud, agarrados de la mano. Ella se abría paso y él la seguía. Pero cuando un hombre se metió entre los dos, sus dedos se zafaron y él se quedó atrás.

— ¡Mitsukiii! —gritó, haciendo sombra sobre sus ojos, con la palma de sus manos, para que el polvo de la reciente explosión no se le metiera y obstruyera la poca visibilidad.

Tropezó, se cayó y casi fue pisoteado por un hombre de ropa rasgada. Los gritos llegaron a molestarle, pero la onda magnética que, se lo llevó tan fácil como soplar una hoja de otoño, luego de la segunda explosión; lo aturdió por completo. Intentó levantarse, pero su pierna se dobló y volvió a caer, sintiendo el río de sangre que corría desde su pantorrilla hasta los dedos de sus pies. En ese momento, los dejó de sentir.

— Ahg.... —gimoteó, viendo algo como un hueso fuera de su piel. Dolía, dolía como los mil demonios. Más cuándo intentó sentarse y el ardor atrapó hasta el último nervio. Haciéndolo temblar hasta de codos.

— Oye, ¿estás bien? —un joven gritó y se acercó, quitándose la capucha polvorienta que cubría su rostro.

— No.... —contestó sin mirarle a los ojos— me duele mucho el tobillo —la lágrima en su mejilla se deslizaba camino a la comisura de sus labios, pero la detuvo con el lomo de mano izquierda. No pueden verlo llorar—, no encuentro a mí hermana....

— Oh, esto es grave. Está rota.... —expresó más bien para sí mismo. Luego recuperó la compostura de hombros caídos y lo cargó. Keng chilló de dolor, apretando los dientes.

— Mi hermana.... —balbuceó, escuchando el eco de los pasos de aquel hombre que movía los labios, hablando consigo mismo.

Quiso alegar a dónde lo llevaba, pero en su cabeza el mareo lo invadió. Su vista vagó en la nada y sus pensamientos se redujeron a cero. Sólo las náuseas lo hicieron estremecerse sobre aquellos brazos y dar un brinco, como un reflejo.

Más un olor fuerte que, no supo identificarlo.... durmió su cuerpo. Acalambró sus fosas nasales y lo llevó a caer en una espiral negra, dando vueltas y vueltas.

***

Su cuerpo se exalta y abre los ojos de un tiro. Uffff el pie aún duele, tanto que lo lleva a hacer una mueca hastiada. Siente los bellos de su piel erizarse hasta el más mínimo punto.

— ¿Debemos hacerlo? —se escucha el eco de una voz afligida.

— No, lo quieren vivo...

Y esa última palabra le hace eco en su mente. Vivo.... vivo…. El pitido regresa.

— Está demasiado débil.... ¿le damos de comer? —su voz tartamudea, es diferente a las otras. Sin embargo, la pregunta se pierde en el eco de su mente.

Se enfoca en ver más allá de la luz que lo encandila. El ruido de una puerta siendo azotada, lo ayuda a despertarse más. Sus párpados arden tanto que puede sentir como sus propias lágrimas parecen quemar todo el recorrido hasta su oreja.

Le pica el cuello, la garganta y automáticamente reacciona a llevar sus dedos hacia ahí. Pero la cuerda que lo amarra de manos y pies le impide moverse, sentarse o pararse.

Vueltas, vueltas y vueltas en horizontal es lo que siente su cabeza. Muchas vueltas. El olor a mierda de ese lugar se le hace desagradable. Tuerce la nariz en asco, aguanta la respiración; sin mucho éxito.

Voltea la cara y sus iris escapan de la luz LED que lo cegaba minutos atrás. Luego de que la mancha negra vaya desapareciendo, ve que hay altura a su lado. Parece una camilla de aluminio. Fría. Sonríe, ese frío le recuerda a su hermana.

Todo parece ser una habitación iluminada de un vislumbre verde, a su lado otra mesita de aluminio, mediana, con varios utensilios de cirugía sobre. Una vitrina en la pared paralela de su cuerpo, llena de frascos que, al parecer, son químicos. Y debajo de esta, un cesto de basura repleto hasta la superficie con gasas llenas de sangre y paquetes con.... ¿órganos dentro?

El mal olor lo asquea de nuevo. Ugh.... su estómago se retuerce una vez más.

Cierra los ojos por unos segundos y los vuelve a abrir, resonando la nariz. No quiere llorar, pero sus ojos queman sus párpados. Pican, pican, ¡pican demasiado!

Los abre de nuevo, y esta vez se enfoca en la puerta gris qué hay del otro lado de la habitación. La bata blanca ilumina el rincón oscuro. Luego, unos ojos amarillos que lo miran fijamente, es lo que capta su atención de lleno.

En la ventanilla cuadrada de la puerta, un hombre de orejas grandes y peludas al igual que todo su rostro, con ojos amarillos y brillantes; no emite movimiento ni de respirar. Debe admitir que se ha asustado, es la figura más fea que ha visto en su vida. Y entonces, de la nada, se marcha lentamente.

Dos oportunidades no la hay, 🍀cursiva🍀 piensa. Intenta contactar con su hermana, pero es en vano. Su alma está.... ¿apagada? Colgada en la llamada.

Ni siquiera está seguro de seguir en la isla y, por la iluminación y humedad que se ve y siente, deduce listillamente que está bajo tierra.

— ¿Cómo se encuentra mi tesoro de paciente? —la voz grave llama su atención. El hombre de hace un rato, ha entrado finalmente.

Sus piernas tienen las características de un lobo con uñas que, parecen garras. Tiene torso de hombre y aunque en su pecho no hay un solo vello, tiene barba larga y en su cabeza, orejas bien peludas. Oh, no, no es el mismo que vio segundos antes.... Como sea, sigue siendo parte del último clan demoníaco que queda. Lo reconoce: los hombres lobo.

¿Cómo no se dio cuenta antes? ¿Cuándo aquel hombre de bigote abundante se le acercó con ojos amarillos? Es venganza, es venganza. 🍀cursiva🍀. Se repite.

— Un tipo callado —pone boca de perrito aceptando algo, mientras tomaba un bisturí de la mesita—, cuentan por ahí que eres todo un conquistador.... ¿es ese tú secreto?

En su hombro puede ver una especie de tatuaje, como tres cuchillas cortando algo en el centro al cerrar el círculo que forman. No tiene idea de qué significan, ni le interesa, solo reafirma que es el logo del clan.




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