No diré que es amor

Un almuerzo desastroso

Jueves 9:08 a.m.

 

Roxanne veía por la ventana, mordía suavemente el lápiz mientras veía por la ventana, recordando lo sucedido hace días. Roxanne hace días había tenido su primer periodo, siendo toda una “señorita” como diría su madre y con eso teniendo su primera conversación normal con Cassandra que la ayudo sin burlarse de ella, señalarla o divulgar aquel incidente incluso fue tan amable de darle algunas cosas como una toalla femenina y unas pantis tan lindas que le habían sorprendido fueran de aquella “salvaje” chica.

 

“Nunca imagine que ella usará ese tipo de ropas tan lindas” pensó mirándola de reojo, la recorría con la mirada y seguía sin creérselo o imaginarlo, aunque al hacerlo sus mejillas se sentían calientes, provocando que desviara la mirada, tratando de pensar en otras cosas.

 

—Señorita Cristen, ¿puede pasar a responder el problema del pizarrón? —preguntó el maestro de matemáticas, la joven volteo sorprendida, miro a su alrededor, centrándose un poco más en Cassandra aunque fue unos segundos y volteo al frente, dando un asentimiento ligero — entonces adelante.

 

—Ya voy —murmuro algo bajo, con cuidado se levantó y avanzó por el pasillo de pupitres hasta al frente, sus pasos eran pequeños, gráciles haciendo que sus cabellos atados en una coleta se movieran al compás, llamando la atención de todos.

 

Al estar frente al maestro le ofreció una sonrisa ligera y tomó el plumón, avanzó hasta quedar frente a la pizarra, observando el problema mientras fruncía ligeramente el entrecejo. No tenía idea de cómo hacer el problema y no quería terminar en un regaño, miro de reojo atrás observando a Cassandra haciéndole señas y después de batallar descifrando el mensaje lo comprendió haciendo lo posible por “resolverlo” y poniendo una respuesta que desconocía si estaba cercano a la realidad.

 

—¿Cuarenta y dos? —Preguntó el profesor con curiosidad, Roxanne asintió entregándole el plumón y llevando las manos a su espalda, observándole con una sonrisita tímida e inocente; el maestro desvió la mirada a otro sitio y la joven solo suplicaba que no haya notado aquella señas — Señorita Muñoz, ¿podría no intentar ayudar a su compañera? —Cassandra volteo a ver al maestro asintiendo un poco, con timidez y algo de nerviosismo, disculpándose de forma bastante baja. El maestro asintió y miro a Roxanne, soltando un suspiro — Señorita Cristen vaya a tomar asiento, y trate de prestar más atención a la clase.

 

—S-sí, lo siento —se disculpó bajo, caminando de vuelta a su asiento cabizbaja, más por vergüenza que por tristeza o enojo, tomó asiento y empezó a tomar notas, pero a los pocos minutos su mente comenzó a viajar nuevamente.

 

            Sabía que las intenciones de Cassandra no eran malas, de hecho la había notado bastante preocupada por ella, la siempre aplicada, la que siempre se sabe las respuestas estando distraída era algo nuevo, y Roxanne no podía decir que la razón de sus distracciones de ese y los anteriores días era ella, Cassandra Muñoz. Roxanne suspiro, según ella hacía anotaciones pero solo eran garabatos, miro de reojo a la chica y su mente se perdió en un punto perdido al frente del salón.

Lunes 11:27 a.m.

 

Roxanne había salido corriendo al baño en plena clase mientras esperaban a que el maestro llegara en compañía de algunos compañeros que traían materiales para jugar, todos la miraron con extrañeza pero la única que fue detrás de ella fue Cassandra al poder notar lo que le había pasado a la chica o poderse imaginar, pues notó una creciente mancha en el short de ella y su instinto de chica la llamó para ayudar a otra chica.

 

—¡Roxanne!, ¿dónde estás? —preguntó jadeando al entrar en el baño, sus pasos resonaban en el eco y aunque sus pisadas sonaban fuertes, en realidad sentía las rodillas débiles por correr tanto, miraba las puertas con detenimiento, preguntándose en donde estaría oculta la chica pero no sabría sino hasta que empiece a revisar; por otra parte, Roxanne estaba echa un ovillo sobre el váter, abrazando sus rodillas, casi llorando por semejante accidente que acababa de sufrir — no quiero jugar a las escondidillas, sal por favor, dime que paso —pedía la castaña acercándose a las puertas, tocándolas y abriéndolas en el caso de que estuvieran abiertas. Roxanne reacciono con un grito ahogado al escuchar la voz tan cercana y por su parte, Cassandra sonrió — ¿se te adelantó el periodo?, ¿no venías lista?, ¿se te o…

 

—¡No hables tan alto!, ¿sí? Es un tema delicado —exclamó asomándose tres puertas después, el rostro estaba rojo como un tomate y su rostro fruncido en una expresión de molestia y vergüenza. La castaña se acercó antes de que cerrará la puerta y la mantuvo abierta, observándola — ¡Cassandra! Por favor… no, no… déjame sola…

 

—¡No!, ¡No lo haré!

 

—Bien, pero si te vas a burlar procura no esparcir el rumor —la jovencita se sentó, lloriqueando, ocultando su penoso rostro entre sus blancas rodillas, apenada, con las mejillas sonrosadas y las cálidas y saldas lágrimas corriendo sin parar. Cassandra negó levemente y se acercó a ella, dando algunas palmadas en su cabeza intentando tranquilizarla y en parte lo logró, pues la semirubiecita la miró confundida, tratando de apartar las lágrimas que pudiera — ¿qué, qué haces?




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