No diré que es amor

Pinitos presurosos

El anuncio del invierno había llegado después de los turbulentos días que le siguieron a la que había sido una alegre tormenta con amigos. Diciembre había llegado y con ello los exámenes finales y las vacaciones estando a la vuelta de la esquina, pero como siempre, los jóvenes tienen la cabeza en otra parte, aunque en esta ocasión era otra cosa la que algunos tenían en su alborotada cabeza.

 

            Franki se manejaba con una confianza y soberbia más grande que la torre Eiffel. Desde que había descubierto el secreto de Roxanne Cristen, la chica extrañamente “popular” y mimada por la mayoría de quienes la conocen; se había encargado de esparcir rumores sobre su homosexualidad. Algo de voz en voz, con un “escuche por ahí que…”y la bola de nieve empezó a rodar, acompañado de las miradas indiscretas de algunos, señalando a la rubia mientras murmuraban. Y mientras se encargaba de ensuciar la imagen de ella, trataba de acercarse más a Cassandra, teniendo pequeños detalles, conversando más con ella, buscando aquello que le gustaba, y sentía que se la estaba ganando aunque la realidad fuese bastante diferente.

 

            Roxanne por su parte, odiaba todo aquello. No sabía explicar sus sentimientos, tampoco podía aclararlos, no sabía con quién podía hablar algo que ni siquiera entendía, agregándole el recibir aquellos comentarios, papeles con comentarios que aunque no entendiera los sentía ofensivos; podía jurar que era obra de Franki, pero no podía acusar sin pruebas, así que (pensaba) tenía que resistir en silencio.

 

—Chicas, vámonos, acaba de llegar la marimacha, no vaya a ser que nos mire mientras hacemos nuestras necesidades —murmuraron unas chicas entre risas crueles, dándole miradas de desprecio, asco y desdén a la rubia. Ella no las volteo a ver, siguiendo su camino a los cubículos, no sin antes, que una de las chicas golpeara su hombro, susurrándole al oído —¡Sucia marimacha!

 

—¡Ewww! Tocaste a la maricona, te lo va a pegar.

 

            La rubia rodó los ojos, soltando un suspiro mientras se encerraba en un cubículo, quedando en silencio y una vez dejo de escuchar voces o pasos, soltó su cuerpo y las lágrimas empezaron a correr sin parar por sus mejillas, acompañadas de sollozos difíciles de callar. No le gustaba la opresión que sentía en su pecho, hacía a su corazón doler; los comentarios que los demás soltaban, las miradas, esos dedos que la señalaban no le gustaban; no sabía que podía hacer para detenerlos; no tenía el suficiente valor o coraje para hacerlo y fingir solo le hacía sentir que el peso en sus hombros era más y más pesado… pero lo que más odiaba era no entender mucho de lo que le decían, ¿por qué amar a una chica es malo?, ¿no se supone es libre de amar a quien desea?

 

            Se sentó y algunas lágrimas empezaron a correr por sus mejillas. Aquella opresión que sentía en el pecho no le gustaba, aquellos comentarios no le gustaban, esas miradas tampoco le gustaban, ¿qué más podía hacer? No se sentía lo suficientemente valiente para gritarles o enfrentarlos, solo podía hacer como que no escucho, como que no le afectaba. Tampoco le agradaba no entender por qué sentía aquello, ¿acaso era tan malo estar enamorada de una chica?

 

 

 

 

 

 

 

—Como te iba diciendo Cassy, la otra vez soñé que traspasaba el espejo y vivía la vida de ese yo y todo era muy diferente, ellos sabían que no era el yo que conocen y fue una locura —contaba Franki con normalidad, teniendo la total atención de la castaña, que le veía con fascinación y entusiasmo, y el rubio sonreía complacido, tomando ligeramente el hombro de la castaña.

 

—¡He oído y leído que no pudo ser solo un sueño, que en verdad paso! Algo así como un desdoblamiento astral —con sutileza la chica aparto a Franki, le da una mirada de reojo, sonriendo un poco, acomodando un mechón de su cabello —si te vuelve a pasar escríbelo y tal vez podamos incluirlo en el blog que quiero abrir.

 

—Suena perfecto, no dudes de eso —revolvió los cabellos de la castaña, riendo leve por el gruñido que soltó la chica.

 

—Bueno… sí, sí…—soltó una pequeña risa, mirando un poco a su alrededor —me disculpas, quiero entrar al baño y ahí no puedes entrar o te van a creer un pervertido —comento con burla, picando los costados de Franki, riendo un poco y huyendo antes de ser atacada por cosquillas o tocando su cabello.

 

            Una vez se acercó a los baños suspiro, dio una mirada alrededor y se metió, recargándose en el lavabo, cerrando los ojos unos momentos, soltando un pequeño gruñido.

 

—¡Uff! Pero que pesado se ha vuelto Franki últimamente…

 

            Murmuro para ella misma, levantó la cabeza del lavabo y soltando otro suspiro camino con pesar a los cubículos, yéndose al final de pasillo para poder arreglar un poco su uniforme, sin miradas indiscretas de los chicos que espiaban desde la puerta. Al terminar soltó un suspiro, estremeciéndose por el frío que se colaba entre la delgada tela, sacudió la falda y empezó a caminar, hasta que escuchó suaves sollozos provenir de uno de los cubículos.




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