No diré que es amor

Vísperas de peligrosidad

Después de unos extenuantes exámenes y comentarios desagradables, las vacaciones habían llegado para todos. Roxanne agradecía ya no estar en clases, también agradecía el dejar de pasar todas las situaciones que se desencadenaron por su amor, y a su vez, lamentaba el no poder ver ni convivir con Cassandra; apenas se podía comunicar con ella por las limitantes que tenía, sin embargo, disfrutaba cada segundo al leer sus palabras delirantes y teorías extrañas poco fundamentadas.

 

            Roxanne maldecía el no poder estar más abrigada, debía atender esa fiesta navideña junto con sus padres. Portaba un vestido rosa claro de tirantes, zapatos beige con un poco de tacón y un chal que no hacía nada por cubrirla del frío; el salón tenía calefacción, pero debido a la circulación de personas, este no se calentaba como debía. Caminaba de un lado a otro, comiendo entremeses, evitando adultos raros y deseando encontrar personas de su edad.

 

            La rubia maldecía silenciosamente, caminando de un lado a otro. Sabía que debía resistir el frío que sentía, tenía que atender esa fiesta y lo hacía con mucho gusto, adoraba salir con sus padres y apoyarlos en lo necesario, ver cómo era el mundo de los adultos, pero en esos momentos, la vestimenta que portaba no era tan adecuada. Un vestido rosa claro de tirantes que le llegaba un poco debajo de las rodillas, zapatos beige con un poco de tacón y un chal que no hacía nada por cubrirla del frío y el salón donde estaba, aunque tenía calefacción, este no calentaba lo necesario por la circulación de personas.

 

—Miren a quien tenemos aquí, pero si es Roxanne Cristen —al escuchar aquella voz detuvo sus pasos y tragó seco, girándose lentamente mientras en su rostro mostraba una sonrisa falsa y algo forzada, apenas pudiendo reaccionar cuando el hombre la abrazo afectuosamente causándole un repudio a la joven. —¿Cómo has estado? Hace mucho no te veía… ya estás muy grande… ya eres toda una señorita.

 

—Sí… muy bien señor Ramírez, ¿cómo ha estado usted y su familia? —preguntó con calma, manteniéndose a una distancia prudente, buscando con el rabillo del ojo algún posible escape que llegará a necesitar.

 

—Bien, bien… ¿cómo te va a ti en la escuela? —lo observaba en silencio, tratando de mantener su expresión de asco al mínimo; iba a dar un paso atrás cuando el hombre la tomó del hombro, obligándola a andar con él.

 

—Bien… mis calificaciones son buenas y… tengo muchos amigos —Roxanne hablaba con bastante incomodidad, miraba a su alrededor con algo de desespero, buscando quien le ayudara, lastimosamente nadie le prestaba atención, así que solo le quedo respirar profundo y esperar a que alguien le salve, le hable o que suceda una catástrofe —y… um… ¿cómo le va en su trabajo?

 

—Bien, bien, muy bien pequeña Roxi —el hombro de la joven rubia era acariciando y tomado, y aunque la fina tela separaba esa mano de su piel, aún podía sentir el desagradable tacto; el hombre tomó su brazo con algo de fuerza, como si sintiera el miedo de ella y que quería huir. Roxanne solo suspiro, manteniendo una expresión tranquila, mientras por dentro estuviera gritando ayuda, esperando que ese agarre no le dejará una marca —Dime, estás aburrida, ¿verdad? Estas fiestas suelen ser así, aburridas y casi no hay gente joven… ¿No crees?

 

—Bue-bueno… un poco, pero…—trataba de pensar en excusas creíbles, ese hombre siempre le había parecido desagradable y lo evitaba al máximo, sin embargo, ahora que la tenía en sus manos, sentía que leía sus pensamientos y eso también le daba miedo. —Es interesante saber sobre el trabajo de papá, algo en lo que en algún futuro podré encargarme o al menos trabajar.

 

            Al escuchar una risa (mal disimulada) burlesca de su parte se sintió más cohibida, sentía que la estaba demeritando, que se burlaba de su sueño; comenzaba a sentirse como un objeto, una muñequita de porcelana, que si juegas brusco con ella se romperá sin reparo alguno. Sintió un gran pesar en su ser, sus piernas temblaban, no sabía si del frío o el miedo, veía al hombre de reojo, con algo de pavor mal disimulado. Solo quería irse de ahí y estar arropada en su camita, con su nana acariciando su cabello, diciéndole que es fuerte, que podrá lograr lo que se proponga, que será una mujer ejemplar, sin igual.

 

—Vamos princesita —escuchar esa palabra de él le removió el estómago, dedicándose solo a escuchar, sin despegar la mirada de sus pies. Pudo sentir los dedos del hombre rozar su costado, donde sus senos se encontraban y el pánico volvió a ella —¿Trabajar?, ¿Hablas en serio? Por favor, eres muy hermosa y joven para pensar en esas tonterías, tú mereces ser tratada como una princesa, que te mimen, que te consientan… trabajar es para los hombres…

 

—Gracias por sus halagos, pero… siempre ha sido mi sueño trabajar con papá —le sonrió un poco, acomodando su cabello, bajando su cabeza, comprobando que el hombre se estaba volviendo más descarado en su movimiento.

 

Sus ojos se llenaron de lágrimas y el nudo en su garganta crecía cada vez, teniendo que morder el interior de su labio para no soltar un sollozo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.