No es nuestro momento [efímera Limerencia #1]

Capítulo 6

Salí al descanso y les dije a las chicas que iba a ir al baño para que no me esperaran y poder buscar a D'amico, pero ellas me siguieron así que me tocó ir al baño en serio. Al salir me crucé con Santino así que aprovechamos y nos fuimos a sentar en una de las mesas. Por el rabillo del ojo advertí a Camille y Michelle mirándome con una expresión de decepción muy marcada en sus rostros.

—¿Para qué querías hablar conmigo? —comencé la conversación directo al grano. Espero que sea para una disculpa por botar a la basura nuestros tres años de excelente amistad.

—Mira Lu, como sé que ya casi acabas tu asignación de diseño, quería preguntarte si me podrías ayudar en la mía.

Ah. Solo me busca para un favor. Pero lo positivo del asunto es que si digo que sí significaría pasar tiempo con él.

—Dale, yo te ayudo, sólo avísame con antelación para cuadrar mis tiempos. —Advertí—. ¿Sólo era eso?

—Ehh sí, sí. Gracias. Nos vemos luego. —dijo levantándose para posteriormente irse.

     ¿Por qué los hombres son así? ¿Es que acaso no notan cuando la embarran? ¿Tanto les cuesta disculparse por hacerte a un lado solo porque tu no correspondiste un beso del que no estabas segura de por qué te lo estaban dando? No lo entiendo, y al parecer tampoco lo entenderé.

     Me quedé un rato sentada en esa mesa, sola, pensando en la conversación que acabo de tener, si es que se le puede llamar conversación. Después de un rato tomé mi maleta, me paré y caminé hasta las mesas en donde se hallaba mi grupo de amigos. Obviamente no iba a mencionar la conversación o el regaño por parte de Camille iba a ser más grande. Al parecer estaban armando un plan para ir a cine la próxima semana ya que estaremos en vacaciones.

—Luna, estábamos planeando una ida al cine el próximo miércoles, ¿Quieres ir? —invitó Marco. Él era uno de mis buenos buenos amigos, se preocupaba por mí y no me abandonaba por más que se lo pidiera cuando me sentía realmente mal. Marco no es muy alto, es robusto, de tez clara y pelo oscuro.

—Obvio. Saben que es mi plan favorito. —contesté—. ¿A qué hora, qué película y cuánto dinero debo llevar?

—Calma. Apenas estamos buscando.

—¿Qué tal «el Aro 3» a las 7:45 p.m.? —propuso Juan, otro de nuestros amigos. —creo que con 10 dólares cada uno, bastará.

—Perfecto.

     Miré el reloj, faltaban cinco minutos para que el timbre volviese a escucharse. Saqué un cuaderno y escribí unas cosas que me faltaron por terminar de una tarea que se entregaba en la siguiente hora. Como mi apellido está más o menos en la mitad de la lista tendría un poco de tiempo en el salón de clase antes de que la profesora pronunciase mi nombre para que le muestre la tarea.

     Las siguientes horas se me hicieron interminables, sentía que ya no podría con un examen más, no veía la hora de llegar a casa y tumbarme en mi cama hasta que el cielo empezara a oscurecerse. Deseaba tanto estar en mi refugio, siempre estaba en mi habitación, era el único lugar que se sentía mío.

 

     Después de almorzar subí a mi habitación para cambiarme por algo más cómodo que el uniforme. Abrí el clóset y vi un hoodie gigante, había olvidado que lo tenía, Santino me lo prestó un día y en la hora del descanso sin querer lo manché con un poco de salsa, así que me ofrecí a lavarlo y a entregárselo después, cosa que claramente no sucedió. Me lo puse y me recosté en mi cama. Empecé a recordar algunas cosas.

     »Habían pasado casi tres años desde que murió mi abuelo. Hasta antes de su muerte pasaba la mayor parte de mi tiempo libre en su casa, prefería estar con él que con mis padres. Mi abuela murió cuando yo tenía dos años, por lo que prácticamente no la conocí, aún así a mi abuelo le encantaba contarme historias sobre ella y a mí me fascinaba escucharlas. Él siempre me consentía con lo que yo quería, era la persona que más amaba en el mundo, no me importaba que tan difícil habían sido mis mañanas en la escuela con todos esos niños molestándome, al llegar a su casa nada de eso importaba. Siempre sentí que Adriano era el favorito de mis padres, pero en casa de mi Abuelo, yo era la favorita.

     »Cuando murió todo se volvió más difícil para mí, por un tiempo pensé que su casa era como un refugio para mí, pero más adelante comprendí que era él, él era mi refugio. Cada vez se me hacía más difícil comer, sobre todo a la hora de la cena, ya que siempre cenábamos juntos o me llevaba a un puesto de comidas a un par de cuadras a comer pasteles de pollo. Me miraba al espejo y me veía gorda, aunque fuese una persona de contextura delgada. Incluso una vez me sentí tan llena que apenas terminé de almorzar corrí al baño a vomitar. Fue la primera y única vez que lo hice. La sensación que te deja después es muy horrible.

     »La confianza en mí misma desaparecía lentamente y por eso no me di cuenta sino hasta que un día me miré al espejo y me dije «eres un asco.», porque así es como me siento la mayor parte del tiempo. Me siento tan mal de ser yo, tener que vivir día a día atrapada en este cuerpo, en este mundo. Odio sentirme viva, pero aún así no soy tan valiente para terminar con ese sentimiento. La peor parte de cuando me miro al espejo es cuando me doy cuenta de que nunca seré tan bonita como ellas. Y es por eso mismo que me niego a aceptar que Santino de verdad haya querido besarme. No soy ni la mitad de bonita de lo que son Michelle y Camille.

     Las lagrimas hace mucho que habían empezado a correr por mis mejillas, empecé a sentir el calor recorriendo por todo mi cuerpo. «Me quiero morir, me quiero morir, me quiero morir...» me repetía mentalmente y a veces lo decía entre susurros con la voz entre cortada. Me paré de la cama y caminé hasta el baño, abrí un frasco en el que escondía unas cuchillas, saqué una y me quedé mirándola entre lagrimas unos segundos mientras la sostenía entre mis dedos, la puse sobre mi muñeca izquierda, respiré, la deslicé ejerciendo una leve presión causando un ardor mínimo, pero suficiente, repetí dos veces más y la guardé. La verdad no era capaz de hacerme cortes profundos, siempre había algo que me detenía a hacerlo, pero sentir ese ardor me bastaba. Me quedé llorando unos minutos más en el baño hasta que me calmé. Me lavé la cara y volví a mi cama pero esta vez quise poner una película para distraerme un rato.
 




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