No estaba en el plan

Capítulo 4: Reflexiones y coincidencias

Julian Cole no se consideraba un hombre supersticioso, pero algo sobre Clara Morgan lo hacía pensar que las casualidades no eran tan simples como parecían. El destino, tal vez. O tal vez solo una coincidencia, pero después de la interrupción en la boda de Ben, parecía que el universo tenía una forma peculiar de mantenerlos cerca.

Cuando la vio entrar al bar esa noche, no pudo evitar sentirse intrigado. No se habían vuelto a ver desde la boda, y, aunque no se lo había dicho en voz alta, la aparición de Clara había dejado una huella en su mente. Había algo en su manera de actuar, en su impulsividad, que había sido... refrescante. Mientras él estaba allí, pensando en sus propios compromisos y responsabilidades, Clara había interrumpido la boda con una frase que aún resonaba en sus oídos.

"Yo me opongo."

Una línea de película. El tipo de frase que no esperas escuchar en la vida real. Pero lo hizo, y sin dudarlo. Era como si nada la intimidara, como si el mundo estuviera a su disposición para jugar con él.

Lo primero que notó al verla entrar esa noche, con su mirada audaz y su caminar confiado, fue que seguía siendo la misma. No era alguien que se dejara vencer fácilmente por lo que la vida le arrojara. De alguna manera, eso lo fascinaba, aunque trató de no darle demasiada importancia.

Cuando sus ojos se cruzaron, una chispa, quizás un pequeño destello de curiosidad, cruzó por su mente. ¿Qué estaba haciendo ella aquí? ¿Por qué estaba en este bar, después de todo lo que pasó el día de la boda? Clara no era el tipo de mujer con la que esperaría encontrarse nuevamente en un contexto tan común. Pero aquí estaba.

En su vida, todo estaba cuidadosamente planeado. Cada reunión, cada tarea, cada aspecto de su día estaba estructurado hasta el más mínimo detalle. Era una de las razones por las que, a sus 30 años, tenía una carrera sólida, pero también una razón por la que, en su vida personal, no solía arriesgarse a lo inesperado.

Clara era todo lo contrario. Ella vivía en el momento, y eso, aunque lo admiraba, lo desconcertaba al mismo tiempo.

—¿Nunca te cansas de sorprenderme? —le dijo en cuanto sus miradas se encontraron. No era una frase que soliera usar, pero en ese momento se sintió como una respuesta honesta a lo que sentía.

Ella respondió con una de sus sonrisas traviesas, esa que hacía que no supiera si estaba bromeando o si en realidad estaba siendo seria. Clara tenía una manera de hacer que todo pareciera fácil, pero Julian sabía que las cosas rara vez eran tan simples. No podía evitar sentirse intrigado.

—No soy yo quien sorprende, sino tú —respondió ella, mientras se acercaba a la barra y se sentaba a su lado.

Su presencia era inconfundible. Había algo juvenil, algo enérgico en ella que lo hacía sentir como si estuviera perdiendo el control. No de una manera negativa, sino como si todo lo que conocía estuviera desordenado por una fuerza que no comprendía del todo. Y eso lo mantenía alerta.

La conversación fluyó con facilidad. Clara hablaba sobre el caos de la boda, como si fuera algo trivial, y él escuchaba atentamente, respondiendo con su estilo más tranquilo y calculador, mientras ella aportaba comentarios más espontáneos, de esos que nacen del momento. Su contraste era obvio, pero había algo en su forma de ser que lo hacía sentir... vivo.

Julian era meticuloso, protector, y se aseguraba de que todo estuviera en su lugar. La vida se le había presentado con pocas sorpresas, hasta ahora. Pero Clara, a su manera, era una sorpresa en sí misma. Su despreocupación y su energía hacían que todo lo que parecía seguro se desmoronara un poco.

—Tienes una forma muy... única de abordar las cosas —le dijo él, más como una observación que como una crítica.

Clara se encogió de hombros, con una sonrisa encantadora.

—Es lo que tiene ser joven —respondió, con ese aire de alguien que no se tomaba demasiado en serio.

Julian no pudo evitar sonreír ante su respuesta. La diferencia de edad entre ellos era evidente, aunque no necesariamente lo fuera a nivel físico. Ella tenía 22 años, él 30. A simple vista, no parecía haber gran diferencia. Pero en su actitud, en su forma de ver el mundo, todo estaba más marcado. Él había tenido más tiempo para madurar, para ver las cosas desde una perspectiva más estructurada. Clara aún estaba en esa etapa de su vida en la que todo parecía más flexible, como si todo estuviera abierto a las posibilidades.

Aún así, la química entre ellos era palpable. Aunque él trataba de mantener el control, no podía evitar sentirse atraído por su energía. Había algo en su forma de ser que desarmaba su fachada de perfección. Y, aunque no lo admitiera, esa mezcla de caos y frescura le resultaba algo... excitante.

Cuando la conversación terminó, Clara se levantó, sonriendo de nuevo, y se despidió con una de esas promesas no dichas, como si el futuro ya estuviera escrito, pero ambos sabían que no podía preverse. No hubo promesas de un próximo encuentro, pero ambos sabían que, de alguna forma, sus caminos se cruzarían de nuevo.

Julian observó cómo se alejaba, y una pequeña chispa de duda lo invadió. Clara Morgan no era alguien que pudiera simplemente dejar pasar. Había algo en ella que lo desafiaba, lo hacía cuestionarse sus propias reglas.

"¿Qué hago con esto?" se preguntó, mientras se recostaba contra la barra y tomaba otro sorbo de su bebida.




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