Clara apenas podía mantenerse al ritmo de Julian mientras él la guiaba por las calles oscuras. La noche había caído sin que ella se diera cuenta, y el viento frío la rodeaba mientras sus pasos resonaban en las aceras desiertas. La sensación de intriga y ansiedad la consumía por completo. Julian, por otro lado, parecía estar completamente enfocado, como si ya supiera lo que venía. Algo había cambiado en él, y Clara no podía dejar de preguntarse si estaba tomando una decisión peligrosa al involucrarse en todo esto.
No tardaron en llegar a un edificio en el centro de la ciudad, un lugar que Clara jamás habría notado si no hubiera sido por Julian. La entrada estaba oculta detrás de una pequeña tienda de antigüedades, casi como si el mundo exterior no quisiera que se supiera lo que ocurría allí dentro. Julian pasó sin dudarlo, y Clara lo siguió, con una mezcla de nerviosismo y curiosidad.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó Clara, su voz apenas un susurro, como si temiera que alguien los escuchara.
Julian no respondió de inmediato. Su mirada estaba fija en la puerta de acero que tenían frente a ellos. Tomó una pequeña tarjeta de su bolsillo y la deslizó en una ranura oculta. Un sonido metálico resonó cuando la puerta se abrió lentamente, revelando un pasillo oscuro que conducía hacia un sótano.
—Ven, no hay tiempo para explicaciones —dijo Julian, tomando su mano con firmeza y guiándola hacia abajo, hacia la oscuridad. La luz tenue de una lámpara de techo iluminaba apenas los primeros peldaños de las escaleras, pero todo lo demás permanecía envuelto en sombras.
Clara sintió una oleada de desconcierto. Cada vez sentía que se adentraba más en un mundo que no entendía. Las preguntas que le había hecho a Julian se quedaron en el aire. La urgencia en su voz le decía que no había tiempo para dudas, pero las alarmas en su mente seguían sonando, alertándola sobre el peligro inminente.
Finalmente, llegaron al final de las escaleras. Un pequeño vestíbulo los recibió, y dentro había varias personas conversando en voz baja. La atmósfera era tensa, llena de una energía que Clara no había experimentado antes. Había algo clandestino, algo peligroso en el aire. Julian la condujo hasta una puerta cerrada, y cuando la abrió, Clara quedó aún más sorprendida.
Dentro, una pantalla gigante iluminaba la habitación con gráficos y documentos. En el centro de la sala, una mesa grande estaba rodeada de varias personas, todas observando atentamente los datos en las pantallas. Julian no dijo una palabra mientras entraba, y Clara lo siguió, observando en silencio a las personas que la rodeaban. Algunos la miraron por un momento, pero no hubo tiempo para presentaciones.
—Esto es... —empezó Clara, pero la voz de Julian la interrumpió.
—Lo que vamos a hacer aquí es muy importante, Clara —dijo Julian, y por fin, en su tono de voz, Clara notó algo que la hizo estremecerse. Había un aire de seriedad y urgencia que no había escuchado antes—. Necesito que accedas a los archivos que te voy a mostrar. Y, por favor, no hagas preguntas por ahora.
Clara asintió lentamente, aún sin saber si debía confiar en él, pero la sensación de estar involucrada en algo mucho más grande que ella la mantenía quieta, sin poder dar un paso atrás. Julian la guió hacia una estación de trabajo frente a la pantalla, donde varios documentos se deslizaban rápidamente por el monitor. Sin pensarlo demasiado, Clara empezó a seguir sus instrucciones, sabiendo que, si quería comprender lo que estaba pasando, tendría que jugar a su propio juego.
—Lo que estás viendo aquí son datos confidenciales, información que debe ser asegurada antes de que caiga en manos equivocadas. Y tú eres la única persona que puede ayudarme a protegerlos —explicó Julian, mientras observaba cómo Clara comenzaba a entender la magnitud de lo que estaba sucediendo.
Clara asintió, procesando la información rápidamente. Todo estaba sucediendo demasiado rápido, y aunque sus instintos le decían que tenía que salir de allí, había algo en la determinación de Julian que la mantenía atrapada. No sabía qué clase de tormenta se había desatado, pero ahora no había vuelta atrás.
En ese momento, la luz de la pantalla parpadeó. Los documentos empezaron a aparecer y desaparecer a una velocidad alarmante. De repente, una alerta en rojo apareció en la pantalla, con un mensaje claro: Acceso no autorizado detectado. Clara miró a Julian, sus ojos se agrandaron al darse cuenta de lo que estaba pasando.
—No puede ser —dijo Julian, su voz cargada de preocupación—. Alguien ha hackeado el sistema. Necesitamos actuar rápido.
Clara sintió un nudo en el estómago. No solo estaban tratando con información confidencial, sino que ahora alguien más sabía lo que estaban haciendo. De inmediato, el ruido en la sala aumentó, y las personas comenzaron a moverse con rapidez, tomando sus teléfonos y dispositivos, mientras Julian tomaba el control de la computadora.
—No te muevas —dijo Julian, con los ojos fijos en la pantalla—. Esto acaba de volverse mucho más peligroso de lo que pensábamos.
Clara intentó mantenerse tranquila, pero su mente daba vueltas, preguntándose quién había hackeado el sistema y cómo sabían lo que estaban haciendo. El sonido de pasos apresurados en el pasillo exterior la hizo volverse hacia la puerta. ¿Quién más estaba involucrado en esto? ¿Por qué todo se había complicado tan rápido?
La tensión en la sala era palpable, y Clara se dio cuenta de que la situación había dejado de ser un simple juego. Ahora estaba atrapada en algo mucho más oscuro. El peligro había llegado, y no sabían quién estaba detrás de todo.
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romance contemporaneo, suspenso y misterio, drama psicológico
Editado: 15.02.2025