La ciudad se había teñido de tonos rojizos mientras el sol comenzaba a ponerse, desdibujándose lentamente en el horizonte. Clara caminaba por las calles con la mente acelerada, un torbellino de preguntas y desconcierto. Cada paso parecía alejarla más de la realidad que conocía, sumergiéndola en un laberinto de mentiras, amenazas y verdades a medias.
El encuentro con Julian y el hombre en el bar no había hecho más que aumentar sus dudas. Había algo oscuro en todo esto, algo que no lograba comprender del todo. Esa tarjeta, esos números y letras… ¿qué significaban realmente? ¿Y quién era el hombre que apareció tan repentinamente? La sensación de estar siendo observada nunca la había dejado, y ahora, más que nunca, la presencia de alguien detrás de ella parecía una sombra persistente.
Con pasos vacilantes, Clara llegó a su departamento. El lugar, que solía ser su refugio, ahora le parecía extraño, como si hubiera perdido su esencia en medio del caos que se desataba a su alrededor. Al entrar, apagó las luces, y el silencio la envolvió. Se dejó caer sobre el sofá, las manos temblorosas mientras repasaba una vez más la tarjeta que Julian le había entregado. La miraba como si fuera una pista perdida en un mar de incertidumbre, pero nada encajaba.
De repente, el sonido de un timbre la sacó de su ensueño. Clara se levantó rápidamente, su corazón comenzó a latir más rápido, mientras su mente intentaba comprender lo que acababa de escuchar. El timbre era persistente, pero no era común. No había sido la alarma del edificio, ni la llamada de un vecino.
Se acercó lentamente hacia la puerta. Un sudor frío recorrió su frente, la adrenalina se apoderaba de su cuerpo. Sabía que algo estaba a punto de cambiar, y no podía decir si eso sería para bien o para mal. Tomó una bocanada de aire y, sin pensar más, abrió la puerta.
Delante de ella, un hombre alto y de cabello oscuro la observaba fijamente. No tenía una expresión amenazante, pero algo en su presencia le produjo una sensación incómoda. Su mirada era fría, calculadora, como si estuviera evaluando cada detalle de la situación.
—Clara —dijo su nombre con un tono grave—, necesitamos hablar.
Clara no dijo nada al principio, el miedo y la confusión la paralizaban. Pero, finalmente, logró articular unas palabras.
—¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? —preguntó, intentando sonar firme, aunque su voz traicionaba su nerviosismo.
El hombre dio un paso hacia adelante, no agresivo, pero lo suficientemente cercano como para que Clara sintiera la presión de su presencia.
—No tienes por qué saberlo todo de inmediato. Solo necesitas saber que la carta que te dieron no es un simple código. Es una clave —dijo el hombre, como si esas palabras fueran un enigma en sí mismas—. Y esa clave es lo que te va a permitir entender qué está pasando realmente.
Clara se quedó en silencio, los ojos fijos en el desconocido. ¿Una clave? Todo esto estaba empezando a parecerse más a un rompecabezas que ella no sabía cómo resolver. ¿Por qué de repente se sentía como un peón en un juego del que no entendía las reglas?
—¿Y qué tiene que ver todo esto con Julian? —preguntó, dejando escapar la tensión acumulada en su pecho. Necesitaba respuestas, aunque fueran las más difíciles de aceptar.
El hombre la observó durante un momento, sopesando sus palabras.
—Todo lo que te han dicho hasta ahora, Clara, es solo una parte de la historia. Julian está involucrado, sí, pero no en la forma en que piensas. Él no es tu enemigo, ni el mío. Hay algo más grande en juego, y tú tienes el poder de detenerlo.
Clara frunció el ceño, sin poder comprender. ¿Cómo iba a detener algo si ni siquiera entendía lo que era? El hombre parecía estar pidiendo más de lo que ella estaba dispuesta a dar en ese momento.
—¿Y qué es lo que debo hacer? —preguntó, desesperada por una explicación más clara.
El hombre levantó una mano, como pidiendo calma.
—Lo primero es que confíes en mí, y lo segundo, que sigas el siguiente paso. Necesito que vayas a la vieja estación de trenes. Allí, encontrarás algo que te ayudará a entender todo lo demás. Y ten cuidado. No eres la única que está buscando respuestas.
Clara se quedó muda ante la sugerencia. ¿Una estación de trenes vieja? ¿Qué clase de lugar era ese? ¿Y por qué tenía que ser ella quien lo encontrara?
Antes de que pudiera responder, el hombre dio un paso atrás.
—Nos encontraremos allí —dijo, dándole un último vistazo antes de darse la vuelta y perderse en la oscuridad de la noche.
Clara cerró la puerta, aún atónita por la rapidez de todo lo que había sucedido. ¿Qué quería decir con "no eres la única que está buscando respuestas"? ¿Quiénes más estaban detrás de ella? Se sentó nuevamente en el sofá, mirando la tarjeta de Julian. Cada letra y número en ella parecía estar burlándose de su confusión, como si deseara que lo resolviera, pero no tuviera las piezas correctas.
La inquietud la invadió por completo. No podía ignorar las advertencias del hombre, ni el hecho de que alguien o algo parecía estar vigilándola en todo momento. El reloj marcaba la medianoche, y Clara sabía que, en algún lugar de la ciudad, su futuro ya estaba siendo escrito. Si quería entender lo que estaba pasando, tendría que seguir adelante. Pero a qué precio, no lo sabía aún.
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romance contemporaneo, suspenso y misterio, drama psicológico
Editado: 15.02.2025