El frío del acero alrededor de mis muñecas era lo único que sentía con claridad. Me habían arrojado en una celda pequeña, sin ventanas, con una única lámpara parpadeando sobre mi cabeza. El olor a humedad y óxido se mezclaba con el leve zumbido de un generador lejano. Este lugar no era una cárcel común. Era algo más oscuro, más peligroso. Sabía que las cosas habían salido mal, pero no podía permitirme ceder al miedo.
Intenté moverme para acomodarme, pero las esposas detrás de mi espalda hacían todo incómodo. No había cámaras visibles, pero estaba seguro de que me vigilaban. Siempre lo hacen. No quería darles el placer de verme débil.
—¿Es así como termina todo? —pregunté en voz alta, más para mí que para cualquiera que estuviera escuchando.
Unos pasos resonaron en el pasillo, firmes y calculados. La puerta se abrió, y una figura entró. Alto, traje impecable, y una expresión que gritaba autoridad. No necesitaba presentación; sabía quién era.
—Julian... —dijo con voz suave, pero cargada de amenaza—. No esperaba que terminaras aquí tan pronto.
—Me gusta sorprender. Es mi especialidad —respondí, con una sonrisa que no alcanzaba mis ojos.
El hombre se inclinó hacia mí, estudiándome como si fuera un experimento.
—Tu audacia siempre fue tu mejor y peor cualidad. Ahora, hablemos. ¿Dónde está ella?
Su pregunta me golpeó más fuerte que cualquier tortura que pudiera haber planeado. Clara. Sabía que iba a llegar a esto. No era solo mi vida la que estaba en juego, sino la de ella. Y eso me aterrorizaba más que cualquier cosa.
—No tengo idea de qué hablas —dije, manteniendo mi voz firme.
Su sonrisa fue glacial.
—Sabes que no voy a detenerme hasta encontrarla. Ella tiene algo que no pertenece a ninguno de ustedes. ¿Crees que puedes protegerla desde aquí?
No respondí. Sabía que cualquier palabra mal colocada podría ponerla en más peligro. La única esperanza era Clara misma. Conocía su fuerza, su determinación. Sabía que no se quedaría quieta mientras yo estaba aquí.
El hombre se enderezó y caminó hacia la puerta.
—Te daré tiempo para pensar, Julian. Pero no demasiado.
La puerta se cerró tras él, dejándome nuevamente en la soledad de mi celda. Apreté los dientes y respiré profundamente. Lo único que podía hacer ahora era resistir y confiar en que Clara haría lo que sabía que haría: encontrarme y, tal vez, salvarnos a ambos.
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romance contemporaneo, suspenso y misterio, drama psicológico
Editado: 15.02.2025