El eco de los pasos resonaba como un tambor en la oscuridad del almacén. Clara y Julian corrían detrás de Alex, quien parecía moverse como si conociera cada rincón del lugar. Las sombras jugaban con sus sentidos, haciendo que cualquier ruido, cualquier destello de luz, pareciera una amenaza inminente.
Clara sentía cómo la adrenalina corría por sus venas. La presencia de Julian a su lado le daba fuerzas, pero también intensificaba su miedo. Había hecho tanto para llegar hasta aquí, pero el peligro estaba lejos de terminar.
—¡Por aquí! —gritó Alex, señalando un pasillo lateral que conducía a una puerta de salida.
De repente, el sonido de una alarma rompió el silencio. Un estruendo metálico llenó el aire, seguido de las órdenes gritadas de los hombres que los perseguían.
—Nos encontraron —dijo Julian con la voz tensa.
Alex maldijo por lo bajo y sacó una pequeña granada de humo de su chaqueta.
—Esto nos comprará unos segundos. ¡Sigan corriendo!
Clara no tuvo tiempo de cuestionar su plan. Alex lanzó la granada hacia el pasillo principal, y un denso humo blanco comenzó a llenar el espacio. Los disparos resonaron detrás de ellos, pero el humo los cubrió mientras corrían hacia la salida.
Cuando finalmente llegaron a la puerta de metal, Alex se detuvo y revisó el entorno antes de abrirla.
—Está despejado, pero no por mucho tiempo. Hay una camioneta al final del callejón. Súbanse y no pregunten nada.
Clara abrió la puerta y empujó a Julian para que pasara primero. El aire frío de la noche golpeó su rostro, pero no fue suficiente para calmar el caos en su interior. Corrieron hacia la camioneta, donde un hombre robusto con gafas oscuras estaba esperando en el asiento del conductor.
—¿Ellos son? —preguntó el conductor, mirando a Alex.
—Sí. Ponla en marcha —respondió Alex mientras cerraba la puerta tras ellos.
La camioneta arrancó con un chirrido de neumáticos, dejando atrás el almacén y el humo que aún se extendía por el aire.
Dentro de la camioneta
El silencio en el vehículo era pesado, cargado de preguntas que ninguno se atrevía a hacer. Clara estaba sentada junto a Julian, con las manos aún temblorosas por la tensión.
—¿Qué acaba de pasar? —preguntó Julian finalmente, mirando a Alex con una mezcla de curiosidad y desconfianza.
Alex lo miró por el espejo retrovisor y soltó un suspiro.
—Acabas de escapar de algo mucho más grande de lo que imaginas. Y deberías agradecerle a Clara por eso. Si no fuera por ella, estarías muerto.
Julian giró hacia Clara, que evitó su mirada.
—¿Qué hiciste? —preguntó en voz baja.
—Te salvé, ¿qué más? —respondió ella, cruzando los brazos.
—Las preguntas pueden esperar. Lo importante ahora es que ambos están a salvo. Pero esto no ha terminado.
Clara miró a alex con el ceño fruncido.
—¿Qué quieres decir con "no ha terminado"?
Alex giró el cuerpo hacia ellos, su expresión más seria que nunca.
—El grupo que los perseguía no es cualquier organización. Son metódicos, implacables, y no van a detenerse solo porque escaparon una vez. Esto fue solo el primer acto.
Julian apretó los puños.
—¿Qué quieren de mí?
—No solo de ti, Julian. Quieren algo que ambos tienen. Y no se detendrán hasta que lo consigan —respondió Alex.
Clara sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
—¿Ambos? ¿Qué significa eso?
Alex no respondió de inmediato. En cambio, sacó un sobre cerrado de su chaqueta y se lo entregó a Clara.
—Cuando lleguemos al lugar seguro, léelo. Todo lo que necesitas saber está ahí. Pero prepárate, porque esto cambiará todo lo que crees saber.
Clara tomó el sobre con manos temblorosas, sintiendo el peso simbólico de lo que contenía. Julian miró el sobre con desconfianza, pero no dijo nada más.
El Refugio
La camioneta los dejó frente a una cabaña oculta en el bosque. La construcción era pequeña pero parecía bien equipada, con paneles solares en el techo y cámaras de vigilancia en los árboles cercanos.
—Estaremos seguros aquí por ahora —dijo Alex mientras abría la puerta.
Dentro, el lugar era sorprendentemente acogedor. Una chimenea estaba encendida, y las paredes estaban llenas de estanterías con mapas, libros y equipos electrónicos.
Clara se sentó en el sofá, con el sobre aún en las manos. Sentía que si lo abría, no habría vuelta atrás. Finalmente, Julian rompió el silencio.
—¿Vas a abrirlo o no?
Ella lo miró y asintió, rasgando el sobre con cuidado. Dentro había varias hojas escritas a mano, junto con una foto borrosa que mostraba a dos niños pequeños jugando en un jardín. Clara reconoció a uno de ellos de inmediato.
Era ella misma.
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romance contemporaneo, suspenso y misterio, drama psicológico
Editado: 15.02.2025