Me encuentro sentado cerca de la ventana, mi habitación como de costumbre está casi en completa oscuridad, casi si no fuera por la luz de la luna que entra por la ventana.
Empiezo a escuchar ruidos, la casa se pone pesada. El ruido empieza a intensificarse, se torna aterrador. Mi cama empieza a moverse, se escuchan chirridos dentro de la habitación y lentamente la puerta empieza abrirse.
- Ya te habías tardado en venir – le digo irónicamente. Empezaba a sentirme solo.
- Tú nunca estas solo – declara con una voz gruesa soltando una carcajada que retumba por toda la casa– nunca estarás solo.
- ¿Te gustó mi entrada? – dice dirigiéndose y acercándose a mí.
- No creo que fuera la gran cosa – le digo burlándome – he visto y oído mejores.
- ¿Así que te han estado viniéndote a visitar? – me pregunta con curiosidad,
- Claro, no pensaras que eres el único que viene. Pero digamos que ya te extrañaba.
- Si, lose – declara. Parece que últimamente te he tenido muy abandonado. Aunque debo declarar, que es porque ya no es tan divertido venir a visitarte, ya no me tienes miedo – declara con tristeza.
- Bueno, no esperabas que te tenga miedo para siempre ¿verdad?, digamos que ya me estoy acostumbrando a tu presencia, de hecho, ya sabía que vendrías antes de que estuvieras aquí.
Pero, en fin, no creo que hayas venido solo a saludar, cuéntame. ¿Qué es lo que quieres que haga? - le digo – teniendo un brote de emociones entre tristeza y misterio.
- ¿Por qué crees que siempre quiero algo?, a veces si paso a saludarte y lo sabes. Pero bueno en esta oportunidad no te equivocas, necesito el mismo favor que me has hecho las últimas 6 veces.
- ¿Crees que puedas hacerlo? – me pregunta directamente mirándome a los ojos.
- Pues es lo más probable, ya me da igual hacerlo.
- ¿No será que últimamente te está empezando a gustar? – me pregunta sentándose frente a mí.
- Quizás si, quizás no, además ¿Qué opciones tengo? – le digo fuertemente.
- Tienes que aceptar que desde siempre te llamaron la atención estas cosas, la oscuridad y los seres que en ella viven, así que no te quejes.
- No me estoy quejando - le digo – solo que, últimamente he vuelto a preguntarme ¿Por qué? ¿Por qué a mí?
- Ya no te he explicado – me dice. Te lo he explicado muchas veces, porque volver hacerte la misma pregunta, si la respuesta ya la sabes.
- No lose, pero como ya estas enterado, estoy empezando a cambiar y a cansarme de esto, quiero volver a ser normal, ¿crees que alguna vez pueda hacerlo?
- No creo que se pueda, este es tu destino – me dice.
Yo tampoco lo elegí, ya te lo he dicho. Creo que ya vas entendiendo como somos, bueno en especial como soy yo.
Desde el día en que naciste, tú fuiste la persona a la que fui designado. Yo no te elegí.
Toda tu niñez te acompañé, en tu adolescencia te estuve observando, desde siempre estuve contigo, incluso cuando te encerrabas en tu cuarto y pensabas que estabas solo, ahí estaba contigo.
Por momentos incluso creo que llegaste a sentirme, siempre te diste cuenta de que algo había cerca de ti. Pero aun no era tiempo de que me conozcas, aun no estabas preparado.
Recuerdo que el día que me presenté ante ti, pensabas que estabas soñando, que estabas en una pesadilla, te asustaste mucho, hasta ese entonces aun te daba mucho miedo la oscuridad, ¿Lo recuerdas?
Claro que lo recuerdo, lo recuerdo muy bien, como si hubiese sido ayer.
¿Recuerdas cuando empezó todo? – me dijo cambiando de voz.
- Sí, también lo recuerdo.
Yo vivía en la casa de mi abuela, en esa casa siempre ocurrían cosas paranormales, mi abuela nos contaba que terribles cosas habían sucedido en esa casa.
Muchos de los que vivían en esa casa no creían en las palabras de la abuela. Es cierto, ocurrían algunas cosas extrañas, pero nada que no ocurriera en otras cosas – se decían.
Pero yo no lo sentía así, me inquietaba mucho ese lugar, tenía algo que debía descubrir, sembraba en mi mucha curiosidad.
Recuerdo que apenas tenía 10 años. Siempre que hablaba con la abuela me cautivaba con sus historias de terror, ella era una especialista contándonos historias, la forma en la que las contaba hacían que incluso pareciera que lo hubiera vivido, y bueno en realidad ella aseguraba que lo había vivido, pero muchos no le creían.
Cada vez que me contaba una historia o cada vez que me quedaba a solas con ella, sentía algo extraño, era como si pudiera percibir cosas, como si empezara a comprender que existía algo que, aunque no podía ver lo podía sentir, pero no era algo bueno.
Mi abuela también lo podía sentir, me decía que no debía asustarme, que tratara de canalizar esas emociones para poder descubrir lo que había más allá, para descubrir el propósito.
Siempre tuve miedo a quedarme solo en esa casa, de hecho, aunque me llamaba mucho la atención, al principio me daba mucho miedo la oscuridad y las historias de terror.
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Editado: 25.05.2020