No fue mi Intención Amarte

1

Mara

El sonido de mis propios pasos en la vereda es lo único que me acompaña. No tengo ganas de poner música. Solamente quiero llegar a casa, encerrarme en mi habitación y olvidar que hoy existí.

El aire del otoño se mete bajo mi ropa, pero no me importó. Aprieto los puños dentro de los bolsillos de mi campera y bajo la cabeza, como si eso pudiera hacerme invisible. Sé que no lo soy. Nunca lo fui.

Antes me molestaban porque, según ellos, tenía "peso de más". Pero nunca fui una persona con sobrepeso. Nunca comí demasiado. Cada vez que iba al médico me decía que mi peso era excelente y que no había necesidad de bajarlo ni aumentarlo, pero para las malas personas siempre había algo que criticar.

«Tenés cara bonita, pero si bajaras un poco más… quizás te verías mejor»

«¿Estás segura de que querés comer eso?»

«Te verías mejor con unos kilos menos».

Ahora que mi cuerpo cambió, que estoy más flaca, que ya no hay nada "de más" en mí, tampoco es suficiente.

«Te fuiste al carajo»

«Sos puro esqueleto»

«Así tampoco te vas a ver bien»

Nada es suficiente. Nunca lo fue.

Trago el nudo en mi garganta y acelero el paso. Falta poco para llegar. No quiero que nadie me vea así, con los ojos ardiendo y la respiración entrecortada. No quiero que piensen que me importa.

Pero sí me importa. Y odio que me importe.

Me paré en seco por un aturdimiento en mis oídos y un fuerte mareo, me agarré de la reja de una casa para no caer y suspiré para mantener la calma. Tomé un poco de agua que tenía en la mochila y seguí caminando hasta un kiosco, estaba perdiendo fuerzas y energía, así que compré un energizante para tomar en el camino a casa, no quiero que me vean tomarlo, así que lo consumí lo más rápido que pude.

Llegué a casa y mi mamá estaba cocinando, evité hacer muecas de asco al sentir el olor a la comida, le di un beso y me senté en la banqueta alta.

—¿Cómo te fue?—Pregunta volteando a verme con una sonrisa.

Mal, todos se burlan de mí sin razones y me hacen sentir como la mierda.

Sin embargo, no fueron esas las palabras que salieron de mi boca, más bien fue esto:

—Bien, ma. Bah, normal. Nada nuevo.

Ella asiente y golpea la cuchara de madera en la olla.

—¿Y tus notas?—Suspiré y asentí con la mirada perdida. Ella sabe perfectamente lo que quiere decir eso—. Si bien acabamos de empezar el año, todavía no hace un mes que empezaste de nuevo las clases, pero tenés que ponerte las pilas, no podés desaprobar ninguna materia considerando que este es tu último año.—Volví a asentir con la mirada perdida—. Y en tres meses cierran el primer cuatrimestre, tenés tiempo a mejorar, es por eso que no te voy a reclamar ahora.—Lo sé mamá, lo sé. Soy un desastres para las clases.

Incluso para literatura que es mi materia favorita, y dedicarme a eso es lo que me gustaría, pero ni siquiera en esa materia me va bien.

—Si el problema es la escuela, podemos verlo.

Justamente ese es el problema. La escuela. Los compañeros. Los profesores que no hacen nada. O no se dan cuenta de lo que me hacen. O prefieren no meterse.

—Sí, ma. Ese es el problema.—Suspiré y decidí alterar un poco la verdad—. Hace tres semanas que empezamos y ya me va pésimo. Los profesores son muy exigentes y yo entiendo cada vez menos.

Ella asiente y apaga la cocina.

—Está bien. Dejame hablar con tu papá sobre este tema cuando llegue y mañana conversamos mejor.—Se acerca y pone sus manos en mi cara—. Pero no te preocupes, vamos a hacer lo mejor para vos.

Asentí y justo se escuchó el portazo despreocupado de la puerta principal.

Era Dani, mi hermana. Ella era siempre tan despreocupada, como si viviera libre de estrés. Yo llevaba el estrés de las dos juntas. Trabajaba en un bufete de abogados y ella parece feliz, sobre todo porque los abogados son lindos. Eso es lo que ella dice. Tiene veintisiete años y se enamora de cada bicho que encuentra caminando por ahí, o por el bufete.

Apareció en la cocina con una sonrisa, como siempre, eso era lo bueno en ella, nunca parecía enojada. Su pelo largo a mitad de espalda ahora estaba hecho una cola, su pelo negro con reflejos azulados caía como cascada en la cola, era demasiado lacio. Obviamente ese no es su color natural de pelo, pero desde que iba a la escuela le gusta llevarlo así. Y casi ni me acuerdo cómo le quedaba el color castaño claro natural. Era como el mío. En el sol podías contemplar unos reflejos dorados.

Mamá trabaja como profesora de Literatura, gracias al cielo no en mi escuela, sería horrible que sea mi mamá la profesora. Tener miedo a aprobar porque todos piensen que tengo un buen desempeño asegurado. Ella se iba todos los días a una escuela que queda a media hora, era misma ciudad pero justo en una escuela más alejada de nuestra zona fue en donde la contrataron. Y la verdad es que no me importaría ser su alumna con tal de que me saque de mi colegio actual.

Papá era médico obstetra, uno muy bueno. Trabaja en el hospital Italiano de La Plata. Papá tiene un amigo que es médico generalista y él se encarga de verme, cada vez que me siento mal fuera de la casa voy con él, y le insisto para que no hable con mis padres.

No esperaríamos a papá para cenar porque llegaba tarde, así que comimos nosotros. Ah, se me olvidó nombrar a Ciro. Mi hermano de dieciséis años, es insoportable y muy idiota, lo único que sabe hacer es molestarte con bromas de todo tipo y molestar cuando está aburrido. Es su pasatiempo favorito.

También estaba mi perrito hermoso. Mi bebé. Bueno, mi bebé ya no era tan bebé. Es un labrador negro de cinco años y es enorme. Lo llamo Bolt. Él es quien se come toda mi comida cuando mi familia se distrae.

Una vez terminé de lavar los platos fui a mi cuarto y me puse la ropa de dormir. Caí sentada en la cama por la culpa de un mareo, este no era como los anteriores, sentí que era tan fuerte que por un minuto sentí que estaba inconsciente, pero en realidad no lo estaba.




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