No fue mi Intención Amarte

3

Mara

Me miraba en el espejo de cuerpo completo. Me probé veinte atuendos diferentes, no sabía que hacer, no me veía bien con ninguno. Al final para no seguir otra hora metida en el cuarto probándome ropa, tuve que ponerme una pollera verde militar, unos borcegos negros no muy altos y una remera del mismo color metida en la pollera. Iba a tener frío, pero no me importaba, para amortiguar un poco el viento decidí ponerme una campera finita de tela color gris.

Hoy era mi primer día en la escuela donde mi mamá trabajaba y quería dar dentro de todo, una buena impresión. Una vez por semana, hacían el día de "no uniforme", y ese día era hoy, así que me arreglé lo mejor que pude.

Tuve que maquillarme para no dejar a la vista las ojeras que se veían a doscientos kilómetros. Para eso me puse corrector, y base a tono de piel, ahí tenía un mejor aspecto. Como siempre, ellos dos salvaban a mi cara de zombie. Ya que tenía el maquillaje a mano, también arqueé y le puse rímel a mis pestañas.

Salí de la habitación mientras pasaba mis dedos por la punta de mi pelo para acomodarlo, y lo tiré hacia atrás.

Bajé del auto y suspiré. Mi corazón latía a mil, estaba nerviosa.

¿Y si son igual de crueles que en la escuela anterior? ¿Si tanto cambio no va a servir de nada? ¿Cómo hago para decirles a ellos que tampoco quiero venir a esta escuela porque mis compañeros son crueles y se burlan de mí? ¿Tendría que aguantarlo o decirles la verdad?

De tanto pensar en negativo, choco con una chica. Estaba a punto de hacerme para atrás y rogarle que me perdone, pero ella sonríe y pone su mano en mi hombro, seguro notó el terror que llevaba.

—Perdón, ¿te lastimé?—Fue la primera en disculparse.

Me quedé sorprendida al ver qué en vez de mirarme con soberbia, me había regalado una sonrisa hermosa y radiante.

Tenía el pelo color chocolate hondulado y corto debajo de los hombros, ojos marrones y estatura media, era alta como yo.

—No, te pido disculpas por ser tan torpe.—Dije con la voz vacilando y cargada de sorpresa.

Ella hace un gesto despreocupado con la mano y me dedica una sonrisa demasiado amable y alegre.

—No seas boba. La gente choca todo el tiempo. No hay nada que disculpar.—Esta vez sí sonreí, ya más relajada.

En sus ojos se mostraba la amabilidad que su sonrisa me regalaba, y supe que fui estúpida por pensar que cada ser humano iba a ser igual que en mi anterior escuela.

—Soy Nicky.—Extiende su mano para que la tome y lo hice de una manera más confiada.

—Mara.—Vuelve a sonreír con mucho más entusiasmo y estrecha nuestras manos como si estuviera hablando con su ídola.

No sé cómo no le duelen las comisuras de tanto extender sus labios, ¿será así con todos?

—Hermoso nombre. ¿Te puedo llamar M?

Asentí. No tenía ni idea de por qué quería llamarme así pero la dejé. No me desagradaba el apodo. Y ella parecía de esas chicas que entran en confianza demasiado rápido.

—Tenés cara de ser de último año.—Asentí y susurré un "sí" nerviosa.

Ambas nos dirigimos al salón pero yo primero tenía que presentarme en dirección así que ella me llevó a dicho lugar.

—Voy a clases porque me puedo meter en problemas.

—Andá tranquila.—La incité para que vaya sin problema, ya veré como hago para llegar sin perderme, pero seguro que me guíe mi mamá. Espero.

—El tema de las notas, en los años anteriores, no es muy bueno, pero confío en que vas a mejorar para el cierre del primer cuatrimestre, tenés tiempo todavía.—El director me sonríe con amabilidad y yo asentí, deseando que así sea.

Siempre fui muy mala en la escuela. Soy de esas que por más que lo intente y por mucho que me esfuerce, nunca puedo aprobar, ni siquiera sacando la nota mínima. Mi mamá insiste en que tengo que ir a particular, pero ni siquiera eso me ayudó. La profesora puede estar hablando tres horas, pero mi mente se pone en blanco. Es como si estuviera viendo una película sin sonido, solamente me quedo viendo como se mueven sus labios sin que nada entre en mi cabeza.

Un chico entró a dejar el registro en la mesa del director y cuando ambos nos miramos, nos quedamos perplejos por la sorpresa. Era él. El chico que me salvó el otro día en el puente.

—Eithan, tu presencia me viene como anillo al dedo.—El recién nombrado vuelve la atención al señor Harris—. ¿Podrías llevarla a tu salón? Así evitamos que se pierda, y también así conoce la escuela. ¿Podrías hacerme ese favor?

El chico asiente todavía mostrándose desconcertado y me invita a salir.

Ahora me encontraba nerviosa. No puedo creer esto. Su aparición, la manera en que me miraba. Y lo chiquito que es el mundo. ¿Por qué tiene que pasarme esto a mí? Ahora quería morirme de la vergüenza.

¿Cómo hago para mirarlo a los ojos? Si cuando lo vi me hacía volver a ese día en el que me salvó del puente.

—¿Vas a seguir caminando como si nada o vas a explicarme lo que no me dijiste el otro día?—Fue el primero en romper el silencio.

Lo miré de repente, pero no dejé de caminar.

—¿Qué?—Pregunté como si estuviera asustada. Desde que llegué no paro de reaccionar de esa manera tan asustadiza. Y odiaba eso.

Pero tampoco me gustaba hablar del tema. Y no puedo creer que él esté acá, que estudia en esta escuela y que encima va a ser mi compañero.

—Lo que pasó, ¿o ya te olvidaste?—Insinúa.

—Yo...

¿Y ahora que digo? No voy a decirle que me quise suicidar porque todos se burlaban de mi problema alimenticio y que ya no soportaba que me señalen con el dedo. Qué iba a ser mejor que ya no existiera.

—No tenés que decirme el motivo, simplemente prometer que no vas a volver a intentarlo. Sería rendirte. Tomar el camino fácil, eso es librarse de todo sin luchar.—No me miró en ningún momento. Solamente hablaba como si estuviera solo, o si estuviera pensando en voz alta—. Y vos parecés valiente. De esas chicas que no se rinden.—Al decir eso fue la primera vez que cruzamos miradas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.