Eithan
La vi entrar en la cafetería y sentí algo, no sé que era exactamente, si el frío del otoño que era cada vez más helado se veía reflejado en sus cachetes, o la forma en que su ropa parecía hecha para ella, como si cada pieza la abrazara con una devoción que la hacía ver hermosa.
Llevaba un suéter grueso, de esos tejidos con patrones trenzados, en un tono marfil que resaltaba su piel. Se veía suave, cálido, perfecto. Su pollera a cuadros oscuros se movía levemente con cada paso, flotando apenas sobre sus medias gruesas, de un gris que contrastaba sutilmente con las botas marrones que le llegaban justo debajo de la rodilla. No tenía que esforzarse por verse bien, simplemente lo hacía.
Mara se frenó un segundo, buscándome con la mirada, y cuando sus ojos encontraron los míos, supe que estaba perdido. O al menos, que no faltaba mucho para que lo esté.
Sonreí y cuando ella se sentó a mi lado, llevé el smoothie de frutos rojos hacia ella.
—Me tomé el atrevimiento de pedirte uno, espero que te guste.—Ella sonríe y acerca sus labios hacia la bombilla. No pude evitar ver esa acción.
Dios... ¿Qué me pasa?
—¿Esperaste mucho?—Pregunta después de tomar aquel sorbo.
Negué con el ceño fruncido y una sonrisa—. No, hace diez minutos. Mientras te esperaba aproveché para pedirnos algo de tomar.
Ella asiente y de su mochila empieza a sacar la carpeta y su cartuchera.
—¿Empezamos con matemáticas?—Inquirí. Ella asiente y busca dicha materia.
Mientras la veía buscar muy concentrada, no pude evitar esbozar una sonrisa, se nota que lo intenta, la veo en clases y se nota que está intentándolo, aunque no le vaya bien, lo que vale es el esfuerzo que pone.
Pasamos una hora, y reconozco que si hubiese sido otra persona, ya me habría fastidiado el retardo que tenía para entender, pero por una razón en particular, de ella no me molestó. En una hora solamente alcanzamos a hacer cuatro ejercicios, y no era raro porque parte de los cálculos era necesario hacer gráficas, y para poder calcular las gráficas había que hacer otras cuentas, y no eran para nada cortas. Y tras que a ella se le dificultaba, íbamos paso a paso.
Nos fuimos a las ocho de la noche. Yo vine en moto así que me ofrecí a llevarla, ni loco la dejaba irse sola a esta hora. Tuve que ayudarla a subir ya que no podía sola, nunca se había subido a una de estas y su intento por hacerlo me parecía gracioso. Pero era todavía más tierno, la cara de mala que me ponía al ver cómo me reía de ella.
El rugido del motor se apaga en cuanto freno frente a su casa. Mara se baja con cuidado, sujetándose de mi hombro, moviéndose con esa mezcla de precaución y torpeza que me hace sonreír.
—Gracias por traerme.—Dice, poniendo un mechón de pelo detrás de su oreja.
—No hay de qué.—Respondo sacándome el casco.
No tiene apuro por entrar. Se queda ahí, de pie frente a mí.
—¿Cansada?—Pregunto, cruzándome de brazos.
—Un poco. Pero fue un buen día. Sin mencionar las matemáticas, claro.
Asiento, observándola en silencio. Hay algo en la forma en que me mira, algo que me deja con la sensación de que quiere decir algo más, pero no lo hace.
—¿Qué?—Le pregunto con una media sonrisa.
—Nada.
Pero sonríe también, y eso me basta para quedarme un poco más tranquilo.
Me bajo de la moto y en ese preciso instante, cuando doy un paso hacia ella, Mara se mueve hacia atrás, como si le asustara mi cercanía. No se da cuenta del desnivel en la acera y pierde el equilibrio. Todo pasa en un parpadeo. Sus ojos se abren con sorpresa, y antes de que caiga, la atrapo instintivamente.
Mis brazos la envuelven con firmeza, pegándola contra mí. Ella se aferra a mi chaqueta por reflejo, su respiración entrecortada por el susto.
—¿Estás bien?—Le susurro, sin soltarla.
Asiente despacio, pero sigue sin moverse, con sus manos todavía sujetas a mí. Sus ojos buscan los míos, y de pronto, todo parece más silencioso.
Estamos demasiado cerca.
Y no tengo ninguna intención de alejarme, pero para no asustarla, tenía que hacerlo.
—Mejor me voy. Mis padres deben de estar en casa.—Asiente y me despide con un beso en mi cachete.
No me apuré para subir a la moto, esperé hasta que ella entrara a su casa.
Rasqué mi nuca y me fui para la mía, sin dejar de sentir esta sensación rara en el estómago todo el camino.
Saqué las llaves de la moto después de estacionarla en el garaje y al entrar a mi casa me sorprendí al ver a Mat a punto de cenar con mis padres.
No sé qué me sorprendía más, que Mat esté en casa a esta hora o que mi mamá haya cocinado en vez de pedir comida.
Comimos los cuatro juntos mientras Mat respondía a las preguntas de mis padres, entre ellas, todo lo que pasó mientras su mamá estaba en tratamiento.
Terminamos de comer y subimos a mi cuarto. Hace mucho no nos juntamos así que nos debíamos un partida al fútbol.
—Me sorprendió lo que pasó ayer en la escuela.—Dije mientras le daba un joystick.
Editado: 22.04.2025