Mara
Desperté porque entró el molesto de mi hermano a despertarme con su molesta presencia.
—¡Te dije que no entres en mi cuarto sin permiso!—Le grité tirándole un almohadón.
Ya está. Ya había despertado y estaba despabilada. Qué molesto. El tarado salió riendo y encima parecía que tenía el culo largo porque no me cerró la puerta. Maldito.
Con un gruñido me levanté y cerré la puerta para poder cambiarme.
Qué fastidioso. A veces desearía que se consiga una novia para que sea a ella a la que moleste y no a mí. Pero a veces también pienso: "pobre de la mujer que lo aguante".
Busqué en el placard y agarré dos o tres prendas para probarme.
Después de tanto me decidí por el último que agarré.
Me miro en el espejo y sonrío. Es una de esas combinaciones que me hacen sentir bien sin mucho esfuerzo.
El suéter negro de manga larga se ajusta a mi cuerpo con la calidez justa para el otoño. Es suave, acogedor, y el escote en V le da un toque sutilmente elegante. La pollera a cuadros verde oscuro y negra cae con un movimiento ligero, perfecta para los días en los que el viento juega a levantarla. La ajusto con un cinturón negro, definiendo mi cintura sin apretar demasiado.
Me gusta cómo las medias hasta el muslo se asoman bajo la pollera, agregando un detalle coqueto sin perder abrigo. Las botas altas de gamuza negra completan el look, dándome esa sensación de seguridad que siempre encuentro en el calzado adecuado.
El collar dorado y los aros grandes son la última pincelada, un pequeño recordatorio de que los detalles importan. Me veo bien. Pero lo más importante es que me siento bien. Y eso, últimamente, es lo que más valoro.
Salí del cuarto y bajé, ya todos habían desayunado así que me tocaba sentarme sola en la mesa. No terminé de ponerme un pedazo de tarta de frutilla en la boca que apareció Dani, con una sonrisa de un sospechoso "necesito pedirte un favor".
Agarró mi plato donde estaba la tarta y me obligó a agarrar el café para que volvamos a mi cuarto.
—¿Qué pasa? Una vez que decido comer y desayunar como corresponde vos frustrás esa idea.—Me quejé.
—Por eso te traje tu desayuno a la habitación. No quiero que dejes de comer.—Bufé y la invité a que me comparta lo que tanto quería decirme.
Espero que no sea otra de sus locuras porque sino va a quedarse sola. Suele meterme en problemas por sus locuras e ideas desastrosas.
—¿Qué pasó? ¿Por qué tanto misterio?—Seguí comiendo bocaditos de tarta y tomé un sorbo de café.
—Necesito tu ayuda con... un chico.—Casi me atragantó.
—¿Vos? ¿Ayuda para seducir a alguien? Pensé que eras experta.—Me fulmina con la mirada y me da una patada en el pie.
—Momento, no soy ninguna atorranta, simplemente soy directa.—Dice con indignación—. Si quiero estar con alguien... simplemente lo digo.
Yo en ningún momento la llamé puta, ella sola lo dijo. Siempre me pareció que en lo que nunca necesita ayuda es con los hombres, si quiere a uno, da la suerte de que a él también le interesa. Nunca sufrió rechazo.
—Es que... nunca me pediste ayuda con eso, mucho menos a mí, que soy tu hermana menor.—Dije sorprendida.
—No importa quien es la mayor o la menor. Y sí, es la primera vez que te pido esto, pero es raro, fue como... un amor a primera vista.—La miré fijamente.
¿Amor a primera vista? ¿Eso existe? Es una locura. Y aunque ya esté por terminar los veinte, todavía no se enamoró de verdad, para ella siempre fue algo físico o sin importancia. Somos muy diferentes.
—¿En qué te puedo ayudar?—Pregunté largando un suspiro.
—Conocí a un chico en un supermercado, de esos en los que venden variedad de cosas y... me enamoré.
Asentía a medidas que ella hablaba pero por dentro pensaba en lo loca que era al decirme que vio una sola vez a un tipo y que se enamoró. Eso solamente pasa en las series románticas.
Es imposible enamorarse a primera vista. el amor se construye con el tiempo. No podés enamorarte si no conocés a la persona. Es más, te enamorás de lo físico.
—Te enamoraste.—Repetí como para dejármelo en claro a mí. Ella asiente como si fuera una adolescente.
Me preocupaba. Jamás la había visto así. Por un momento pensé que estaba enferma, o loca. Pero después me di cuenta que no. Era ella. Mi hermana. Y ahora, enamorada.
Que Dios me dé la fuerza suficiente para esto.
—Sé que esta no soy yo. O más bien, es una versión de mí que ni yo conocía, pero se siente bien.—Dice como si me leyera la mente y le añade una sonrisa de oreja a oreja.
Asentí intentando no parecer preocupada.
—¿Y en qué puedo ayudarte?—Pregunté rascando mi frente y después terminé de comer la tarta que me quedaba.
—A que me ayudes a conquistarlo.—Alcé las cejas.
—¿Cómo vas a conquistarlo si lo viste una sola vez en un supermercado?—Hasta a mí, la romántica de la familia me parecía una estupidez.
—Lo escuché hablar con el dueño de la tienda. Parece que va seguido a comprar ahí, y podemos ver si... ya sabés. Si... puedo conseguir su número de teléfono. O algo. Una cita.—Levanta las cejas pícara y yo reí.
Editado: 22.04.2025