Eithan
—Si invitás a una chica a salir, pero al último segundo te arrepentís de decirlo con esas palabras, y al final terminás diciéndole que querés ayudarla a estudiar, ¿que significa?
—Que sos un boludo.—Dice Mat del otro lado del teléfono. Mi mejor amigo, como siempre sin pelos en la lengua.
—Gracias amigo, me sirve muchísimo tu comentario.
—Y espero que sí te sirva porque te lo decía muy enserio. Sos un boludo. Si querés invitarla a salir, vas y lo hacés. Total, tenés dos opciones: te dice que no. O te dice que sí. Pero por lo menos no te arrepentiste de haber sido honesto.
—Es que...
—Te gusta.
—No, ella no... Osea, no sé. Pero nos llevamos bien, y hace días que quiero hacerlo y saber más de ella y de lo que le gusta.—Rasqué mi nuca nervioso y sin querer sonreí.
—Si a Mara le gustás, no tenés por qué ser un cobarde.
—Nunca dije que fuera Mara.—Negué serio.
Lo conozco tanto que puedo asegurar que está sonriendo.
—¿Te olvidaste con quién estás hablando? Soy yo, tu mejor amigo de toda la vida, te conozco como si te hubiera parido, y sé lo que te gusta y cómo te gusta, así que, con papá mono bananas verdes no.—Dice como si fuera obvio y de manera graciosa.
Reí—. Parecés mi novio no mi mejor amigo.
—Tranquilo, pero si te gusta, no seas cobarde, sé tierno, que ese es tu verdadero yo. Te hacés el malo, pero sos un dulce de leche.—Me dice con tono burlón.
—Andate a la mierda.—Ríe a carcajadas.
—Tengo cosas que hacer. Y vos también, como por ejemplo, esa cita.
—No es una cita.
—Como digas.—Me corta.
Dejé el teléfono en la mesa de la cafetería y suspiré. Vine una hora antes. Y no es que sea un obsesionado, sino que necesitaba tomarme un café solo y pensar, pero después llamé a Mat para ver qué se suponía que tenía que hacer. No podía pensar solo, de tanto intentarlo se me iba a freír el cerebro.
Al principio iba a preguntarle si quería que nos veamos, como una cita, o como dos amigos que se estaban conociendo, pero cuando me dijo que estaba cansada me acobardé, en vez de esperar su respuesta preferí adelantarme. Y cuando insistió en que le diga para qué la había llamado decidí cambiar un poco mis palabras y usar la excusa de la tutoría que le estaba dando.
Dios... Soy tan patético.
Fui al mostrador para pedir dos milkshakes de frutos rojos, Lola me pasó el dato de que cada vez que salían juntas era lo que ella pedía, así que supuse que era su favorito. Y sobre comida, ella me dijo que no sabe qué le gusta porque nunca come nada, solamente pide de tomar. Y llegué a la conclusión de que quizás no le gusta comer en otro lugar que no sea su casa. Quizás no le gusta que la vean comer. No tengo idea.
Mara entró a la cafetería robándose la atención de muchas personas, como si fuera una celebridad. No es que estuviera esperando verla, para nada, solo estaba esperándola porque eso es lo que acordamos..., y en cuanto cruzó la puerta, me encontré siguiéndola con la mirada, sin pensarlo.
Llevaba un top corto de un tono rosa apagado, sencillo pero que resaltaba su piel de una forma extrañamente cautivadora. Sus jeans ajustados, rotos a la altura de las rodillas, hacían que sus pasos se vieran seguros, relajados. Encima, una camisa de cuadros grande, sin abrochar, como si la hubiera tomado sin pensar demasiado. Tal vez lo hizo. Pero, de alguna forma, todo en ella parecía elegido con precisión, aunque diera la impresión de que ni siquiera le importaba.
Su pelo caía en ondas sueltas por su espalda, enredándose entre sí de una forma que parecía caótica y perfecta al mismo tiempo. Cuando alzó una mano para apartarse un mechón de la cara, noté sus uñas pintadas de un color oscuro, contrastando con la suavidad de sus movimientos.
Las botas negras que llevaba hacían un leve sonido contra la madera del suelo, firme, pero no ruidoso. Me distraje un segundo observando cómo la luz tenue de la cafetería rozaba su perfil, pero desvié la mirada antes de que mis pensamientos fueran más lejos de lo necesario.
Era Mara solamente. No había razón para seguir mirándola. Pero por alguna razón, lo hice. Ella era perfecta. Y parece que ni siquiera se da cuenta de eso.
Me sonríe con los labios apretados apenas llega a mi mesa, parecía una sonrisa apenada, le indiqué que tomara asiento y nos quedamos mirándonos por unos segundos que parecían minutos demasiado largos. Ninguno sabía qué decir. Quería soltar miles de cosas como: te ves hermosa. La ropa te combina con la cara de ángel que tenés. Porque... sos un ángel caído del cielo.
—Viniste.—Ella asiente con una mini sonrisa, tan delicada, así como lo era ella.
—¿Qué estudiamos hoy?—Pregunta de repente y me tocó volver a la realidad.
—¿Cómo?—Pregunté para saber si había entendido correctamente.
—¿Qué materia estudiamos hoy?—Repite y yo asentí.
—Te pedí un milshake de frutos rojos por si querías algo de tomar.—Ella sonríe y se lleva la bombilla a la boca—. Podríamos empezar con literatura si querés.
Vuelve a asentir y saca dicha materia.
Editado: 22.04.2025