Mat
Invité a Mara a comer, ya que seguro no lo hizo. Siendo honesto me sorprendió verla en casa con mi hermana, ahora son amigas, que estúpido.
—Deberían comer, ambas, mamá cocinó con mucho amor.—Comenté y ellas me miran, de hecho, mi mamá también, creo que ella se está dando cuenta de lo que estaba pasando y lo que yo insinuaba. De Charlie ella ya estaba enterada, y también le hice creer que estaba mejorando, pero no era así.
Las dos saben qué es lo que pretendo, y conociéndolas, no van a despreciarle la comida a mi mamá, así que no les va a quedar más que comer. Mara comió un bocado y yo sonreí agachando la cabeza, cuando la volví a levantar y la miré a mi lado, ella ya lo estaba haciendo. Seguramente estaba enojada, pero no me importaba en lo absoluto.
Comimos en silencio unos minutos, no era de esos silencios incómodos, era algo reconfortante, había paz, y parecía que la invitada no estaba nerviosa, se miraban con mi hermana y sonreían, las chicas se entienden con solo una mirada, es raro.
Entonces pasó, mi casa se volvió protagonista de una escena que parece sacada de una película cursi, pero ahí estaba ella, sentada en mi cocina, riéndose de algo que dijo mi hermana. Ya no había silencio, pero igual sentía paz.
Mamá se levantó para buscar las bebidas, pero antes encendió la televisión. Justo en ese instante empezó a sonar "Atado a tu Amor" de Chayanne.
Y fue como si el mundo se pusiera en cámara lenta. Nunca le hice caso a la canción, mi mamá es fanática de este cantante por lo que se escucha a menudo en esta casa, pero ahora, lo siento diferente. Todo parece diferente.
La letra flotó en el aire.
No sé por qué sentía esto, solo sé que... hoy la vi de otra manera…
Levanté la mirada.
Ella también me miraba.
No como si esperara algo de mí. No con esa intención. Ella solamente estaba siendo Mara. Serena. Despreocupada. Con esa expresión neutral que a veces roza la ternura sin saberlo. Me miraba como mira a cualquier persona, a un amigo.
Y no lo entendí.
No entendí por qué, justo ahí, en ese segundo, me dieron ganas de tocarle el pómulo, de saber qué estaba pensando. En ese instante sus mejillas estaban ligeramente tomando un tono rosado, dulce, y encantador.
La canción seguía, hablaba de un amor atado, y el cantante se preguntaba qué le había hecho su enamorada para dejarlo así, tan preso, a tal punto de no querer salir de ahí.
Mira lo que has hecho que he caído preso
y en un agujero de tu corazón (en todo estás presente)
y la libertad te juro no la quiero (si estás conmigo)
Déjame atado a este amor... Atado a este amor.
Y me encontré preguntándome desde cuándo los ojos de Mara me parecían tan…
Tan significativos. Tan llenos de algo que me hace temblar.
Lo mío no es lo cursi, pero siento que mis pensamientos no paran.
Ella volvió la vista hacia su vaso.
Tomó un sorbo de agua, y no sé qué clase de magia había en eso, pero me quedé viéndola como un idiota.
Solo tomar. Solo tragar. Se pasa la lengua por el labio superior. Tragué saliva y un nudo se formó en mi garganta, casi no podía respirar.
Yo estaba ahí, sin saber por qué, sin tener sentido,
viéndola de otra manera.
Fue el momento exacto en que hice caso a mis pensamientos, y me dejé llevar por ellos.
Maldita sea.
Maldito el momento en que le dije que se quedara a comer algo.
Maldito yo que...
—Mat, ayudame con esto.—Mi mamá me saca de mis pensamientos, gracias a Dios.
—¿Qué?—Respondí como un idiota. Ella saca la cabeza de la heladera con una botella de Coca Cola.
—Que me ayudes con esto.—Repite y yo me levanté de la mesa casi como si mi vida dependiera de ello.
Mis movimientos eran torpes y nerviosos, mi mamá me mira con rareza pero no dice nada.
—Ofrecele a tu amiga si quiere un poco.—Me susurra—. Tenés que ser caballero y un buen anfitrión.—Tragué saliva y se sintió como si estuviera intentando tragar una pelota.
—Perdón, tengo que salir.—Dejé la botella en la mesada y salí de la casa prácticamente corriendo, seguramente las tres quedaron un poco extrañadas por mi comportamiento.
Necesitaba alejarme un poco, tomar aire, recuperarlo más que nada. Estaba... Estaba perdido.
Muerto y enterrado.
No. A mí no podría gustarme ella, jamás. Estaría completamente fuera de lugar. Estoy fuera de mí.
Sería como comer la manzana del árbol prohibido.
«—¿Para qué tenés ojos si no los usás?
—Vos no sos ciego tampoco, así que también podrías haberlo evitado.»
Esa debe ser nuestra relación, peleas, pero que no sea de verdad, que nos molestemos y que ella me golpee porque yo la haya molestado.
Que me odie porque casi la atropellé, o porque me meto con ella.
Lo que tengo que hacer es alejarla, evitar estar con ella. Claro, si la evito, chau absurdos e innecesario sentimientos. No necesito al amor en mi vida, ni a una tonta ilusión para después terminar herido.
Simplemente tengo que concentrarme en que mis errores no afecten a mis amigos ni mucho menos a mi familia. Esos idiotas no pueden lastimarlos. Eso es lo único que debería preocuparme.
Suspiré y me senté en un tapial de cemento de una plaza, preguntándome qué debería hacer. Por qué de repente siento esto. Por qué ella me parece especial y tan linda.
Negué con la cabeza para sacar esos pensamientos.
Estoy perdiendo la razón.
—¿Mat?—Levanté la mirada ante esa voz femenina y me encontré con Lola.
—Cenicienta.—Frunce los labios con desagrado.
—Detesto que me digas Cenicienta.—Sonreí medio desanimado y ella tomó asiento a mi lado.
—¿Qué hacés por acá sola? Es raro no verte con Nicky.
—De vez en cuando me gusta estar sola, me hace bien.—Asentí—. ¿Por qué insistís con llamarme Cenicienta?—Sonreí y la miré un segundo para después volver al frente.
Editado: 22.04.2025