No Lo Desees ( The Walking Dead Fanfiction)

1

¡CORRE IMBÉCIL! - Grité desesperada. La falta de aire al estar corriendo de los zombis hace media hora seguida me estaba afectando. El mareo fue repentino pero no paré. No podía parar.

- Eva, no puedo más. Salvate, te quiero. - Sentenció y se abalanzó a los zombis.

- NO. - Traté de frenarlo pero ya era muy tarde. Sus gritos desgarradores aturdieron mis tímpanos. No pude hacer nada, más que seguir corriendo con lágrimas en mis ojos que nublaron mi vista.

El sol se empezaba a ocultar y casi perdía a aquella horda que habacabado con la vida de mi compañero de hace meses; Maurice.

Él era de mi edad, sus 23 años no le impedían tener una actitud infantil aunque agradable. Iba a extrañarlo. Bien sabía que en este nuevo mundo no debía encariñarme con nadie puesto que nada era duradero. Los hijos de puta te lo arrancaban de las manos.

Entré a la carretera y suspiré de alivio. Ya los había perdido. Saqué el agua a temperatura ambiente de mi bolso y acabé la botella. Necesitaba más. Revisé los autos pero fue casi en vano, ya estaban saqueados. Encontré cigarros, vendas, una barra nutritiva y una solitaria bala en el suelo de aquel Range Rover. Guardé todo en el bolso y segui el camino en busca de algún pueblo. Tenía unun sucio y viejo mapa que poco servía puesto que no estaba actualizado hace años.

El calor estaba acabando conmigo, creo que hasta al punto de alucinar porque escuché la voz de un hombre. Me agaché rápidamente detrás de un auto y afiné el oído.

- La única salida es al sur, el oeste está infestado de caminantes, es ir y morir. Hazme caso.

- Rick, no podemos, aquel mall ya estaba saqueado. Solo quedan los Walmart por explorar - Exclamó una voz femenina.

Oí unos cuántos murmullos más y esperé a que siguieran su camino. No podía arriesgarme a que fueran unos locos como en Woodbury.

El cuchillo afilado reposaba en mi mano por si acaso llegaran a notar mi presencia. Fruncí el ceño, quizá buscando así entender lo que hablaban, solo pude comprender un 'vamos' de parte de la mujer.

Emprendieron su camino y por fin pude suspirar tranquila. Me levanté y limpié como pude mis sucios harapos. Hoy dormiría en un auto. De nuevo.

Até mi cabello en una coleta baja lo más prolija posible y probé suerte en algún auto con las ventanas sucias, era mi única chance de dormir segura ya que los zombis no podían verme en el interior. Encontré uno, se ve que el dueño era bastante ajeno a la limpieza. Reí en silencio pensando que en otras circunstancias (donde no hubieran zombis por doquier) hubiera vomitado al entrar a un auto así. Me relajé en el asiento trasero y pensé un rato. Ojalá ser de esas personas que se duermen muy rápido pero nunca pude serlo.

Saqué el libro de mi bolso, aquel libro cuyas páginas había leído tantas veces y aún así me encantaba. La gastada tapa resaltaba por su título rojo carmesí.

Christine de Stephen King ya no me provocaba escalofríos como lo solía hacer de pequeña, tampoco los vampiros, ni los hombres lobo, mucho menos los zombis.

Dejé caer mi cabeza en la ventanilla y cerré los ojos, cayendo en los brazos de ese tal Morfeo.
 


 

...
 


 

Me estiré con algo de dolor en los huesos y miré a mi alrededor, moriría por un café con crema ahora mismo. O por un cepillo de dientes con pasta de menta, un poco menos pretencioso.
 


 

No había zombis fuera del auto así que con confianza abrí la puerta. Error.
 


 

Un niño zombi corrió hacía mí anhelando mi carne. El maldito cuchillo se había atascado en su funda en mi cinturón. Lo empujé y corrí, pero el maldito era rápido. Estaba desesperada y no tenía nada a mano para deshacerme de él. No podía derrotarme un niño zombi...
 


 

Un disparo en la frente. Limpio y crudo, acabó con ese maldito. Busqué de donde vino la bala. Un tipo posiblemente de mi edad, con rasgos asiáticos le había disparado. 
 


 

- ¿Estás bien? ¿Te mordieron? - Preguntó él.
 


 

- Estoy bien, gracias. - Dije mientras trataba de destrabar el cuchillo en la funda. Por fin salió, aunque algo tarde.
 


 

- ¿Tienes gente? Tengo un grupo, somos varios.
 


 

- No gracias, estoy bien sola. Nos vemos. - Dije alejándome. Me gustaba la soledad a pesar de no tenerla con Maurice, él me proporcionaba paz.
 


 

- ¡Espera! - Gritó. Le hice una seña para que cierre la maldita boca o atraería zombis. - ¡RICK! 
 


 

Fruncí el ceño. Ese era el nombre del tipo de ayer, al parecer estaban juntos. Me acerqué al chino y saqué mi cuchillo. - Haz silencio a menos que quieras ser maldita carnada, estás atrayendo a media Atlanta. 
 


 

Ví al otro tipo, Rick, acercándose a nosotros con paso firme, imponiendo autoridad. Desenfundó su arma y me apuntó, aunque no le había quitado el seguro. Fruncí mi ceño, qué demonios le pasaba a este hombre.
 


 

- Debo irme, gracias por salvarme. 
 


 

- Tenemos un refugio seguro, una comunidad entera. - Dijo Rick mientras yo ya estaba volviendo a mi camino. Volteé y lo miré a los ojos. El intenso azul casi me ciega. Estaba mucho más cerca de lo que hubiera imaginado.
 


 

- ¿Cuántos son? ¿Cómo sé que puedo confiar en ustedes? - Pregunté, dudosa.
 


 

- Tu única forma de saberlo es acompañándonos. 
 


 

Dudé unos cuántos segundos. No iba a sobrevivir mucho estando sola, no tenía agua ni mucha comida, esta podría ser mi oportunidad o mi suicidio, cualquiera de las dos.
 


 

Me llevaron a su auto pero antes de dejarme entrar el asiático me frenó. - Rick debe hacerte unas preguntas antes, ya sabes, por protocolo.
 


 

Qué clase de preguntas, pensé.
 




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