Francia, Paris.
Jueves 04 octubre, 2025.
Muchas veces se le adjudicó el título como la revolución del arte entre las pintoras de su generación. Sin embargo, ese pequeño momento de fama desapareció tras fracasos repetitivos. Ahora, para no ser despedida y tener una última oportunidad, su jefe le encomendó una tarea; traer a Maxwell Hannover a su galería de arte. Se trataba de una última consideración como antigua artista, así que Selene durante las últimas semanas, se apoyó de sus conexiones y consiguió la información que requería.
Después de que el pintor Hannover se separara repentinamente de su anterior galería de arte y rompiera su contrato, se convirtió en un vagabundo. Dada su influencia, valor comercial, talento y popularidad, todas las galerías estaban detrás de él. La empresa de Selene no era diferente, por lo que debía conseguir traerlo y no quedar en la calle.
Entre la información que recopiló, apareció un hábito que sorprendió y asqueó a la pintora. Aquel hombre visitaba un club nocturno exclusivo todas las noches donde era evidente qué prácticas se realizaban. Aún así, no iba a rendirse. El plan se basaba en disfrazarse, entrar como cliente y toparse con él de manera casual. Sin embargo, al estar a nada de ingresar, le dijeron:
—¿Por qué estás entrando por la puerta principal? —soltó un hombre que parecía ser el anfitrión. Selene se quedó muda, porque el sujeto estaba totalmente disgustado con su presencia. Y añadió: —¡Ponte la máscara y entra a la sala siete, la próxima no te lo dejaré pasar! —le gritó. Asimismo, le tiró el antifaz, la empujó al interior y la vigiló mientras caminaba.
Aún atónita y pálida, cayó en cuenta que la confundieron con una ¡pros…!
—¡¿Qué haces ahí?! Apúrate que el cliente está esperando. —le gritoneó otro hombre, empeñándose todos en tratarla mal. Selene no tuvo oportunidad a nada, porque en menos de diez minutos, la metieron a la dichosa sala privada, cerraron la puerta y la dejaron a la deriva.
Pese a todo lo malo, Selene se alegró al reconocer el mismo rostro que figuraba en los papeles de investigación sobre el pintor Hannover. En consecuencia, metió una mano en su falda para sacar su tarjeta de presentación, obviando las circunstancias por las que estaban conociéndose y soltó:
—Es un gusto, yo soy… —le iba a tender la mano junto a su tarjeta hasta que…
—Luego nos presentamos. —la interrumpió.
A continuación, la jaló, la sentó en su regazo y se apoderó de su nuca antes de estamparle un beso que perforó el alma de Selene por toda la carga emocional y sentimental que le transmitió. Esperaba tener una conversación y que no la confundiera como los otros simios, claramente esperó demasiado. Pese a que la estaba devorando, las manos del pintor no se movían más allá de sus piernas. Con fuerza, Selene agarró el cabello del hombre y tiró de él para separar sus bocas. En ese segundo, se defendió aclarando:
—¡Señor Hannover, no soy una trabajadora de aquí! —declaró como pudo, pero sentía cómo el pintor estaba acomodando su cuerpo sobre ella. —¡Soy Selene, una empleada de la galería de…! —iba a presentarse. Maxwell la interrumpió otra vez, alegando:
—¿Es un juego de roles? —soltó con algo de sorpresa.
La dama rechinó los dientes.
—¡No! Yo…
Y Maxwell anunció:
—Soy bueno en esos juegos. —sonrió con una belleza irreal.
Entonces, enterró el rostro en su pecho. Selene se llenó de bastante furia, se cegó y siendo diestra en cualquier deporte, se estiró como pudo, agarró la botella de vino que vio, la tomó y…
—Se lo advertí. —lo noqueó y desmayó, cayendo inconsciente sobre su cuerpo. ¿Cómo lo hizo?
Le rompió la botella en la cabeza.
***
Bienvenidos! Espero disfruten esta historia. Gracias!